Acuse de recibo
Inhabitable pero reparable. Ese fue el rótulo calificativo que estamparon los especialistas desde el año 2000 a la ciudadela capitalina sita en Calle 5ta. No. 210, entre E y F, Vedado, Plaza de la Revolución. Lo cuenta Irene M. Oceguera Paredes, una de las residentes del inmueble, cuya edificación data de mediados del siglo XIX.
Refiere la lectora que los afectados han hecho cartas a diversas instancias de Gobierno y Vivienda en el municipio, pero siempre la respuesta ha sido que no se encuentran en la planificación del año en curso.
«Este año el delegado Jesús, de la circunscripción No. 7 del plan Vedado-Malecón, nos informó que a él le explicaron que entrábamos en el Plan (…) por la UMIV, de reparación total. En realidad tenemos problemas con todo, desde la entrada, alcantarillado y hasta el agua (una tubería para diez habitaciones y sin cisterna: con horario muy limitado)», relata la lectora.
Y añade: «La ciudadela está apuntalada desde 2001. Este año, al principio vinieron a vernos varias comisiones: entre ellas la UMIV, Vivienda y compañeros de Albergue. La compañera Miladys, que es la arquitecta que nos está apoyando, lo único que pudo resolver es que nos cambien los palos que apuntalan la entrada y la parte de atrás»…
Evoca Irene que vinieron los compañeros de Demoliciones, hicieron su trabajo bien hasta donde les alcanzaron los materiales, pero no contaron con la presencia de ningún especialista, entiéndase arquitectos, ingenieros o técnicos superiores. Y cuando los trabajadores llamaron a su entidad para explicar que se les había acabado la madera, nadie les respondió.
La remitente no es ajena a los problemas similares que enfrenta la capital; pero cree que debe hacerse algo con el caso que los ocupa, antes de que el «reparable» del dictamen, sea revocado irreparablemente.
El holguinero Víctor Bordonado Ramírez (Calle 9na. No. 41, Haití chiquito, Moa) debe trasladarse cada seis meses a La Habana para chequear el «Day Múltiple con desfibrilador» que lleva instalado en su corazón.
«Solicité ayuda a los trabajadores sociales para costear el pasaje y me fue negado porque dicen que cuento con una buena entrada económica. ¿Cree usted que con 200 pesos, 73 años, una esposa de 64 años con problemas siquiátricos severos; pagando el servicio de agua, un frío y algunos medicamentos, más el gasto de energía eléctrica puedo ahorrar para pasaje? ¿A quién debo acudir?», pregunta el remitente.
Téngase en cuenta que un pasaje ida y vuelta Holguín-Habana, en Ómnibus Nacionales, con las mínimas condiciones que necesitaría un veterano paciente como Víctor, cuesta más de 264 pesos. ¿Qué hacer? ¿Qué mecanismos institucionales pueden respaldar casos como este?
Pocas cosas hay tan acuciantes como la ansiedad de una pareja por tener el tesoro más preciado: un hijo. Bien lo sabe la capitalina Teddy E. Olano Hernández, quien escribe a nombre de su hija y su yerno, jóvenes de 32 años, que se atienden en la consulta de reproducción asistida del Hospital Ginecobstétrico América Arias.
Hace aproximadamente dos años —evoca la remitente— la pareja se realizó los exámenes médicos correspondientes, de los que resultó que solo mediante el método de fecundación in vitro podrían concebir una nueva vida.
Apunta la lectora que, más allá de la comprensión en cuanto a lo cara que resulta la técnica de fecundación in vitro, debe tomarse alguna medida con la lista de espera para este proceder en La Habana, pues casi finalizando 2014 están trabajando con casos de 2010.
¿No hay algo que se pueda hacer para agilizar y actualizar un poco ese listado?, se pregunta Teddy. Y recuerda la necesidad que tiene el país de que todas las mujeres en edad fértil den a luz, pues dentro de muy poco seremos una nación envejecida.
Otro problema se aborda en la misiva: «La consulta externa de la comisión de reproducción asistida radicaba en 17 y D (Vedado), y recientemente fue trasladada de nuevo al Hospital Ginecobstétrico América Arias sin previa notificación», añade Teddy, quien considera que ha de brindarse más información sobre este tema, para no provocar en las parejas «disgustos y desánimo, ya que llevan años en una espera llena de expectativas».