La muchacha de los 49 kilos aspira a una medalla en Lima 2019. Autor: Marcelino Vázquez Publicado: 27/06/2019 | 11:06 pm
Romper un récord parece en estos tiempos algo sencillo. A lo mejor es que coincidir con «extreterrestres» como Usain Bolt, Michael Phelps, Roger Federer o Lionel Messi, nos ha hecho pensar que pasarle por el lado a todos tus predecesores y dejar tu marca en la historia es algo normal. Pero resulta que no lo es.
Mientras tanto, esta semana, una de las integrantes del equipo nacional de levantamiento de pesas rompió un récord e igualó otro dentro de su categoría. Ludia Montero Ramos, granmense de nacimiento, se convirtió en la nueva dueña de las primacías continentales juveniles del biatlón para la división de 49 kilogramos. Y eso no es poca cosa, aunque ella esté como si nada.
«Ese día me sentí muy en forma, además de que toda la preparación que habíamos hecho me daba la confianza para hacer bien el movimiento y levantar el peso sin problemas. Ya antes había hecho esa marca (80 kg), y me fue más sencillo dominarla en la segunda vez.
«Ya a los Panamericanos llegaré con un poco más de experiencia, luego de estar el año pasado en Barranquilla. Iré con la aspiración de una medalla de bronce, sobre todo ahora que he logrado superar mis registros, que allá seguro mejoran un poco más».
Hablar de sus excelentes marcas es algo fácil de hacer a estas alturas, pero para entender cómo Ludia llegó hasta aquí, habría que ir atrás, cuando ella cursaba estudios en una escuela secundaria del municipio de Río Cauto.
Asustada por el mito de que el levantamiento de pesas le roba a las féminas sus encantos, la muchacha se oponía a practicar este deporte, a pesar de la insistencia de su profesor Alexander Mendoza.
«Él siempre me decía que yo tenía condiciones para las pesas, pero cuando iba a buscarme a las escuela a mí me daba por esconderme en el baño para que no me viera. Solo logró convencerme cuando me pidió que le completara la selección que iba a participar en un campeonato provincial. Casualmente, a la única de aquel equipo que captaron para la EIDE fue a mí».
Tiempo después, la llegada al equipo nacional con 17 años tampoco fue fácil. Los meses sin ver a sus padres, las vacaciones postergadas por las competencias y el duro entrenamiento, fueron motivos para que la muchacha quisiera marcharse en más de una ocasión. Menos mal que terminó por quedarse cuando se dio cuenta de que, de este lado del archipiélago, había encontrado nuevos «parientes».
«Nosotras aquí ya somos una familia, que es una cosa que se promueve desde que llegamos aquí. La verdad es que pasamos más tiempo aquí que con nuestros padres, así que lo mejor que podemos hacer es llevarnos bien y darnos apoyo. Cuando a una le toca competir, el resto estamos siempre ahí dando ánimo desde las gradas».
Ella señala entre las mayores dificultades de este deporte, además de la intensidad en el aspecto físico, el tema de los recuperantes que deben tomar para poder estar en forma. Pocos saben de la cantidad de medicamentos de los que dependen los halteristas para poder lidiar con las intensas sesiones de preparación, lo cual es la consecuencia de llevar al cuerpo hasta límites increíbles.
«Ya el entrenamiento es lo otro que nos lleva hasta el límite. En una jornada normal, tenemos que levantarnos temprano, y a las 8:30 de la mañana comenzamos la sesión. Hacemos una pausa para almorzar y descansar un poco, pero a las tres estamos de vuelta en el gimnasio. Es muy fuerte, y a veces hay que sobreponerse a los días malos para seguir dándolo todo. Al final estamos aquí con un objetivo, y si queremos conseguirlo, esos son sacrificios que tenemos que hacer».
La motivación principal de esta muchacha de solo 20 años, es tener un camino exitoso en el deporte que le permita darle a su familia la alegría que siempre espera. No obstante, tiene claro que por encima de todas las demás personas, la primera que debe estar satisfecha con sus actuaciones es ella misma.