Rudy Reyes. Autor: Juan Moreno Publicado: 21/09/2017 | 06:28 pm
En los dos primeros juegos, de noche, el Latino estaba como Víctor Mesa quería. Ayer, de tarde, también había una concurrencia de play off. Por ambas bandas. Fue un grato espectáculo. Ambos elencos jugaron a la altura de las expectativas. El primero fue el juego de la vida de Irandy Castro; lo recordará siempre. Después sobrevino el desquite de los Industriales, con alarde de ofensiva, y en el tercer duelo los habaneros confirmaron que están en momento de gracia: barrieron a los campeones vigentes y doblegaron par de veces a los Cocodrilos.
Aplausos y silencios
Ni el mismo Rudy Reyes imaginó que la afición lo iba a recibir de pie y con un aplauso masivo. En el Latino más lleno de esta temporada, el hijo de Pedro Orlando fue recibido con una gran ovación.
Algunos pensaron que el felino antesalista azul no iba a poder jugar porque trató de contratarse en la Liga Norte de México, con los Marineros de Ensenada. El sitio digital AGPDeportes publicó en marzo que se había reportado a los entrenamientos y colgaron una foto suya posando con el traje de ese elenco.
En la Isla, me cuentan, hay una persona que reza todos los días porque no se acabe la primera fase del torneo sin que su ídolo, Michel Enríquez, se suba a la nave de los Piratas.
Michel sí logró el fichaje en México por cuenta propia, y eso lo invalidó para estar ahora en la nómina de sus legendarios filibusteros. Entre dolores más grandes, ha visto alejarse la posibilidad de llegar a los 2 000 hits en series nacionales.
De los «últimos mohicanos» del béisbol cubano quedaban dos este año. Ahora solo hay uno, Frederich Cepeda; mientras, en la nave de los Piratas hay un camarote vacío, donde cuelga un parche, a la espera de Michel.