El estadounidense Richie Trimble (derecha) considera a Félix como su papá y se siente feliz de que sea el cubano quien tenga la bicicleta más alta del mundo. Autor: Abel Rojas Barallobre Publicado: 21/09/2017 | 06:54 pm
Otro en su lugar habría hecho todo lo contrario. Hubiese tratado por todos los medios posibles (y hasta los imposibles) de que nadie lo bajara de ese lugar exclusivo y privilegiado que es el libro Guinness de los récords. Pero el estadounidense Richie Trimble no piensa ni actúa así.
Él vendió su auto para poder costearse un viaje a La Habana y traer las piezas que necesitaba el cubano Félix Ramón Guirola para terminar de construir una bicicleta de 7,3 metros con la cual superaría la de 6,13 metros utilizada por el norteño cuando se convirtió en el plusmarquista mundial en eso de pedalear sobre la bici más alta del planeta.
El jueves 7 de abril amanecieron ambos junto a otros colaboradores dándole los últimos puntos de soldadura a la «jirafa metálica» y cerca de las nueve de la mañana ya estaban frente al Capitolio habanero, donde tendría lugar el inédito suceso de recorrer más de cien metros sobre un artefacto de esas dimensiones.
Desafortunadamente, la bicicleta presentó un desperfecto técnico que imposibilitó consumar el sueño de Félix, quien lleva más de 30 años subiéndose a bicis gigantes, lo mismo en su natal Ciego de Ávila que en La Habana.
Richie fue la persona que más animó al cubano cuando se convenció de que tendría que aplazar la exhibición exigida para ser homologado como el recordista mundial en tan singular aventura.
JR conversó con el estadounidense, quien está seguro de que su amigo cubano logrará quebrarle la marca de «tocar las nubes» dando pedales.
—¿Cómo conociste a Félix?
—Por un amigo común, el fotógrafo Tod Seelie. Él subió fotos a su perfil en Facebook y ahí lo vi por primera vez. Félix le dijo a Tod que quería que yo viniera a Cuba para conocernos personalmente y hacer algo juntos.
—Es muy curioso, porque Félix es como un rival, alguien que te puede superar...
—Eso no es importante, para mí hubiera sido muy excitante haberlo visto lograr su sueño. Sabía que no había podido terminar su bici por falta de algunas piezas y entonces decidí vender mi auto para comprárselas allá y sufragar los gastos del viaje. Félix me acogió en su hogar; su esposa y él son personas especiales, muy agradables.
—¿Qué le trajiste?
—Cadenas, cojín, platos, pedales, juego de luces, timbre, casco, manillas, ropa deportiva. Y lo ayudé en estos días a armarla.
—¿Y no piensas subirte en esa bici antes de irte? (regresó ayer a su país)
—No, primero Félix. Hasta que él logre su récord no la montaré yo.
—Pero han hecho recorridos juntos por el malecón con otras «megabicicletas» grandes…
—Sí, Félix tiene varias bicis grandes; yo paseé en una de 2,90 metros y él en otra de cuatro metros. Ha sido una gran experiencia. Él es muy popular en La Habana.
—¿Han pensado en algún proyecto de récord entre los dos?
—Yo quiero que él vaya a Estados Unidos; Félix tiene la idea de construir un tándem gigante (una bicicleta detrás de otra) que nos sirva para imponer un récord Guinness y otra de más de diez metros de altura. Él me ha propuesto recaudar fondos con esos proyectos para ayudar a niños enfermos de cáncer.
«Sería genial. Félix tiene una gran sensibilidad. En él encontré al padre que no tengo y él dice que yo soy el hijo que nunca tuvo».