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Anfitriones

Toronto es la segunda ciudad más grande de Norteamérica. En esta urbe de futuro muchos edificios se encajan en las nubes y son muy parecidos los unos a los otros

Autor:

Norland Rosendo

TORONTO.— En La Habana, a veces, uno se pierde. Pero con levantar la vista aparece un punto de referencia: la Plaza de la Revolución, el Capitolio, el hospital Hermanos Ameijeiras...

Acá en Toronto, en cambio, donde muchos edificios se encajan en las nubes y son muy parecidos los unos a los otros, pasado el asombro del viajero que llega por vez primera a una urbe del futuro, solo hay que aprender a leer la ciudad. Lo dice todo. Y en todas partes.

Sin embargo, siempre hace falta ayuda. Unos ojos que vean por los tuyos en esos minutos en los que el desconcierto te asalta y tú estás a punto de levantar las manos sin saber qué metro abordar, por cuál avenida caminar para llegar a determinado sitio.

Los cubanos, por suerte, tenemos una mística salvadora. Siempre aparece alguien que se percata de tu desconcierto. En el mejor de los casos, es un latino: Cubano, ¿qué te pasa?, ¿para dónde vas? ¿viniste a los Juegos?

Y te sueltan una andanada de preguntas: ¿Viene Pichardo?, ¿y la pelota?, ¿le  ganarán a Canadá? O te recuerdan a glorias deportivas: Stevenson, Savón, Ana Fidelia... Quieren saber, además, de Varadero, los cayos, La Habana.

También están los anfitriones puros. Gente que de español solo sabe, a lo sumo, tres o cuatro palabras. Apenas leen tu credencial de prensa o descubren la bandera cubana en tu pulóver, sonríen y te «tiran el cabo».

Hay otros que se quedan mirándote como si te conocieran de antaño y estuvieran cotejando tu rostro con su archivo fotográfico cerebral. Y tú, que estás seguro de que es una equivocación, al principio los ignoras.

Pero esas personas insisten y te hablan en un inglés del que solo entiendes: Cuba, Games (Juegos), Fidel. Te saludan con una sonrisa amigable, te dicen Welcome (bienvenidos). Apelan al lenguaje de señas (mucho más discreto que el parloteo al que estamos acostumbrados), y cuando creen que ya sabes, se van, de prisa, porque en estos lares el tiempo vale más que el oro.

Así hemos aprendido a andar. Toronto es la segunda ciudad más grande de Norteamérica. Para nosotros, los cubanos, un monstruo. Pero aquí no se pierde nadie. Se los juro.

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