Lo mejor y lo peor —de él y de nosotros— es la absoluta inconformidad cuando el orgullo está en juego. Autor: Internet Publicado: 21/09/2017 | 06:10 pm
Lo mejor de Leinier es que, siendo grande, no se cree grande y le sobra modestia para decir que todavía tiene que mejorar en ese golpe físico de neuronas asesinadas en una guerra imaginaria. Lo peor es que, paradójicamente, no se cree grande, aun cuando esa misma cualidad de no creerse nada lo hace inmenso hasta el punto más crítico del paroxismo. Lo mejor de quienes lo seguimos desde ese irreductible amor odio, es que lo veneramos hasta que el cansancio deja de cansar. Lo peor de nosotros mismos es que le reprochamos demasiado cuando no hace lo que tampoco podemos hacer.
Lo mejor y lo peor —de él y de nosotros— es la absoluta inconformidad cuando el orgullo está en juego. Por eso complació y desalentó su desempeño en la última fase del Grand Prix, allá en la helada Khanty-Mansiysk. Por eso fue encomiado y también sepultado. Tuvo mausoleo y panteón corriente.
Pero más allá de lo que creamos o crea él, de lo que todavía tiene por dar y demostrar (en mi opinión su mejor cara está por venir), quedan los hechos. Tuvo un excelente torneo y ahora mismo ocupa el puesto 18 en el ranking mundial, con 2746 puntos Elo. Casi nada.
Sin embargo, el reclamo de muchos es verlo adjudicarse un gran certamen (como si ganar el Campeonato Mundial Blitz y la quinta parada del Grand Prix del 2014 fuese poca cosa) y disputar la corona universal, en poder del tirano Magnus Carlsen (2876), un nene prodigio que, al parecer, planea seguir controlando con mano dura el reino de Caissa.
El noruego, comandante del top ten universal actualizado este lunes por el organismo rector del juego ciencia, no conoce ningún rebelde que pueda importunar su mandato. Ni el bambino Fabiano Caruana (2805 unidades y segundo en el listado de la FIDE), ni el incombustible indio Viswanathan Anand (2804, tercero), ni el samurái estadounidense Hikaru Nakamura (2802, cuarto) pueden —creo yo— con la tarea, únicos hasta la fecha con boletos al Torneo de Candidatos. Si Leinier llega a esa instancia habrá que levantarle un monumento, componerle un himno, hacernos un tatuaje en el pecho, qué se yo.
En la libreta de posiciones, el búlgaro Veselin Topalov (2798) ocupa el sitial cinco. En tanto, el ruso Vladimir Kramnik (2783) descansa en el peldaño seis, mientras su compatriota Alexander Grischuk (2781) es séptimo, el armenio Levon Aronian (2780) octavo, el estadounidense Wesley So (2778) noveno y el holandés Anish Giri (2773) décimo.
Pero lo que remueve la colmena en Cuba por estos días es el inminente Memorial Capablanca 2015. La principal justa de Latinoamérica tendrá un coeficiente promedio de 2716 unidades, así que será bien difícil para el güinero sumar su cuarto título.
En la nómina de seis trebejistas destacan además el chino Yu Yangyi (2715), los rusos Ian Nepomniachtchi (2720) y Dmitry Andreikin (2718), el ucraniano Pavel Eljanov (2718) y el también cubano Lázaro Bruzón (2677).
Durante el último mes, Leinier le añadió 11,6 rayas a sus numeritos por sus actuaciones en la Liga Rusa y en Khanty-Mansiysk. Disputó 16 cotejos, de los que ganó cuatro, perdió uno —el georgiano Baadur Jobava (2693) le tiene cogida la medida— y entabló 11. Solo cinco de sus adversarios ostentaban un coeficiente por debajo de 2700.
Bruzón, en cambio, adelgazó siete kilos con respecto al mes anterior y ahora ocupa el sitial 60 del orbe. Su más reciente evento fue el Abierto de Chicago, donde concluyó en la décima posición. A la postre triunfó en cuatro ocasiones, entabló en otras cuatro y perdió en una —la última ronda frente a Jeffery Xiong (2497), campeón de la lid—.
De todos, es Leinier el favorito, el zorro en la mirilla, el chu chu chu entre dientes, el aplauso y el resoplo, el Pi en la ecuación más cubana. Lo mejor y lo peor de todo es que ya nada importa, porque la vida es un gran círculo y todo empieza de nuevo.
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