Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Tengo nervios porque no quiero perder

Confesó a JR la española Carmen Vicente Cabañas, campeona mundial de kárate, quien recientemente visitó Cuba y quedó impresionada por la fortaleza, rapidez y técnica de los karatecas cubanos

Autor:

Julieta García Ríos

Hoy no viste su habitual quimono. Tampoco lleva atada a la cintura la cinta negra. La campeona mundial de Estambul 2007 no presume de su Segundo Dan en kárate, ni de ser la española que más títulos acumula en este deporte, con solo 23 años.

Lejos de su isla natal, Las Palmas de Gran Canaria, Juventud Rebelde dialogó con Carmen Vicente Cabañas, quien el pasado año comandó el ranking mundial en la categoría de hasta 60 kilos. Fue durante el último Campeonato Europeo, celebrado en Zagreb, Croacia, donde ella obtuvo además su octavo título continental (posee tres como monarca individual y cinco en lides colectivas).

Recientemente visitó nuestro país acompañada de su entrenador Fernando Torres Baena, prestigioso investigador que dirige el mejor club de kárate de España. Juntos intercambiaron conocimientos con los técnicos y atletas de la preselección cubana.

Nuestro diálogo transcurrió en una de esas jornadas, lejos del bullicio del tatami, de las voces japonesas que ponen comienzo y fin en el combate, de las banderitas azules y rojas que identifican a uno u otro contrincante: Ao y aka, respectivamente.

«Comencé a los 14 años, cuando era una adolescente inquieta. Fue una etapa en que me dio por hacer piruetas en la calle. Salí en busca de un centro donde recibir clases de Capoeira y llegué a una instalación deportiva donde solo daban kárate y gimnasia aeróbica», explica Carmen.

«Cuando llevaba un mes y medio de clases Fernando me captó para su escuela. Pasé a la preselección de talentos y después comencé a asistir a los campeonatos nacionales. Luego vinieron los torneos internacionales, europeos y mundiales».

A los 16 años Carmen fue campeona de España y dos años más tarde integró la selección nacional de adultos de su país. Desde entonces innumerables veces ha sido No kashi, vencedora.

Tu sensei te describió como una atleta racional...

—Al principio no me daba cuenta. Comencé a verlo cuando estudiábamos juntos los videos de mis peleas. En los combates se crean situaciones que ya has entrenado y el cuerpo ejecuta las acciones casi por instinto. Con la experiencia que ahora tengo puedo anticipar alguna acción, romper con el combate del contrario o proponer el guión de una pelea.

¿Algún ejemplo específico?

—En el campeonato mundial del año 2007 me tocó pelear con una egipcia que era buenísima. Como fuimos a tiempo extra, la primera que anotara ganaba. Ella tenía una amonestación por agarre y yo por marcarle a la cara. No podía tocarla más y uno de mis puntos fuertes es esa zona. Pues busqué la forma de tirarla para que ella se agarrara de mí y volvieran a amonestarla, lo cual me daría un punto. Todo salió como lo pensé y de ese modo gané el combate.

¿Cómo es Carmen cuando va a competir?

—No soy de estar concentrada todo el tiempo. Me pongo nerviosa y necesito hacer otras cosas. Hablo con mis amigos, ensayo algunas técnicas, en fin, lo normal. Antes de salir al tatami digo para mis adentros la misma frase, que me reservo. Eso me da fuerzas, la repito y cuando me siento lista salgo.

«En los primeros combates estoy más calmada, voy de menos a más. Es difícil que la primera pelea la gane ocho a cero. No tiene sentido seguir marcando cuando llevo cuatro puntos de ventaja y tengo varios combates por delante».

¿Has sentido miedo?

—Le temo a las lesiones, pero no me asustan las rivales. Casi siempre soy la más pequeñita del equipo, pues mido solamente 165 centímetros. Me he llevado «ostias» (golpes) muy fuertes a la cara y no he temido. Para mí el deporte es un juego. Cuando salgo a competir tengo nervios porque no quiero perder.

¿Cómo ves el nivel del kárate en la actualidad?

—Hoy el kárate se ha desarrollado. Antes veías un campeonato y hablabas de la calidad de los atletas de Francia o Japón. Pero ahora muchos países tienen un nivel fuerte.

«Las alemanas, por ejemplo, son muy cerradas y tienen un yako zuki (golpe de puño) potente, difícil de parar. Las bosnias son muy altas, tienen unas piernas enormes y tiran un montón de patadas a la cabeza. Mantener la distancia con ellas es difícil. Las turcas te complican la pelea, te agarran, te tiran, te pegan. Saben cómo ver desde afuera. En cambio, las japonesas son lineales, van hacia adelante hasta que te sacan del jogai (área de combate). Las egipcias son las que más me han impresionado en los mundiales. Van con el burka, pieza que cubre su rostro, y se lo quitan justo antes de salir a competir. Combaten más al estilo occidental y también son muy potentes, rápidas y tienen varias técnicas de pierna».

Y los atletas cubanos, ¿cómo los describes?

—Me han sorprendido. Son unas máquinas: fuertes, rápidos y con un montón de recursos técnicos. Lo que les falta es experiencia competitiva. Ellos superan con creces a muchos atletas que he visto en campeonatos mundiales. Si compitieran a ese nivel dieran mucho de qué hablar.

¿Te llevas alguna lección?

—Aquí se entrena más que en Europa, aunque yo soy como los cubanos y practico unas cinco horas diarias. En España, los atletas de la selección nacional solo nos concentramos cuando vamos a campeonatos internacionales. Ustedes se ven todo el año y pueden hacer un millón de cosas. Sin embargo, hay algo que deben mejorar. A mí me cuesta muchísimo que me marquen en un torneo europeo o mundial porque los jueces son muy exigentes. Aquí los atletas marcan y se paran como diciéndole al árbitro qué hacer. Cuando su deber es tirar y si les dan el punto, bien.

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