Tim Montgomery y Marion Jones entre rejas. Es una poderosa imagen que puede más que mil palabras y refleja en buena medida los progresos que se están registrando en la lucha contra el dopaje en el deporte.
Jones, quien fuera la niña mimada del atletismo, pasó este año seis meses en la cárcel por haberle mentido a varios jurados. Previamente, había sido despojada de las cinco medallas que ganó en los Juegos Olímpicos de Sydney 2000, incluidas tres de oro, tras admitir el año pasado que había competido dopada.
Peor le fue a Montgomery, su ex compañero sentimental, quien cumple una condena de nueve años por su participación en un caso de fraude con cheques falsos y tráfico de drogas. Este hombre tuvo alguna vez el récord mundial de los 100 metros.
Ninguno de los dos fue sorprendido usando estimulantes. Ambos, no obstante, confesaron haberlo hecho años después, en momentos en que algunas investigaciones sobre su presunto uso de drogas parecían a punto de corroborar su culpabilidad.
Otra imagen memorable de la batalla contra el dopaje: el velocista jamaicano Asafa Powell quejándose en Beijing de que le hacían controles muy seguidos durante los Juegos Olímpicos. «Me están sacando tanta sangre, que voy a llegar débil a las carreras», declaró entonces.
Por primera vez, da la sensación de que las autoridades del deporte están ganando la guerra contra el dopaje. En los Juegos Olímpicos de Beijing no hubo casos sonados y disciplinas como el atletismo, donde el uso de estimulantes estaba muy difundido, registran menos escándalos.
Este año, 102 países ratificaron el tratado de la Agencia Mundial Antidopaje (WADA, por sus siglas en inglés), el cual sienta parámetros para combatir el uso de sustancias prohibidas. Hasta la FIFA, el organismo rector del fútbol, que siempre defendió su independencia, aceptó colaborar más estrechamente con la WADA.
La nota discordante la sigue dando Estados Unidos, que insiste en no aceptar los patrones internacionales y en dejar que cada deporte combata individualmente el uso de sustancias prohibidas. Los estadounidenses todavía no han completado su investigación del uso generalizado de estimulantes en el béisbol, pero la iniciativa ya cobró varias víctimas que han sido marginadas del deporte.
La más notable es Barry Bonds, máximo jonronero en la historia del béisbol estadounidense. El toletero no jugó este año porque nadie le ofreció un contrato. Ha sido acusado de perjurio y de obstruir la justicia en las investigaciones para determinar si se había dopado.
La WADA no entiende por qué el béisbol se niega a permitir que organismos independientes supervisen la lucha contra el dopaje. «¿Cómo pueden confiar en las pruebas realizadas por ellos mismos?», se preguntó el presidente de la agencia, John Fahey.
Ciclistas contra las cuerdasEl ciclismo se mantiene como el deporte más manchado por el dopaje, al punto de que el Comité Olímpico Internacional (COI) amenazó con marginarlo de los Juegos Olímpicos si no combate más efectivamente ese flagelo. La misma amenaza hizo al levantamiento de pesas.
Los casos de dopaje más resonantes del 2008 se produjeron en el Tour de Francia, donde cuatro ciclistas fueron sorprendidos usando CERA, la sustancia de moda entre los tramposos. El cuarteto incluyó al austriaco Bernhard Kohl, tercero en la clasificación general y campeón de montaña; el alemán Stefan Schumacher, ganador de las dos contrarreloj del Tour, y a los italianos Riccardo Ricco y Leonardo Piepoli. Entre Schumacher, Ricco y Piepoli se adjudicaron cinco de las 21 etapas del evento.
«Cedí a la tentación. Estaba sometido a una enorme presión», declaró Kohl entre lágrimas, antes de ser suspendido por dos años.
El problema del dopaje en el ciclismo alcanzó una magnitud tal que se canceló la Vuelta a Alemania y las dos principales cadenas de televisión del país decidieron suspender la transmisión en directo del Tour de Francia. Por tanto, la Unión Ciclista Internacional (UCI) anunció que duplicaría a cuatro años las suspensiones por uso de sustancias prohibidas en los casos con agravantes.
Medidas extremasLa WADA apunta todos sus cañones a CERA, considerada una EPO de tercera generación porque estimula la producción de glóbulos rojos y es de difícil detección. Incluso, dura más y requiere menos inyecciones.
En una medida sin precedentes, el COI dijo que volverá a analizar las muestras tomadas en Beijing en busca de CERA y no se descarta que surjan nuevos positivos en el futuro.
«Esto es parte de nuestra política de tolerancia cero del doping», declaró la portavoz del COI, Emmanuelle Moreau.
El COI dispuso realizar nuevos exámenes a la luz de lo sucedido en el Tour de Francia. Los cuatro ciclistas que usaron CERA fueron pillados en exámenes realizados después de las competencias. Los controles habían planteado dudas, pero no corroboraron fehacientemente la presencia de estimulantes.
Veremos qué nos depara el 2009.