Fotos: Juan Moreno, enviado especial
CARTAGENA DE INDIAS, Colombia.— No sé si como referencia para vestirlos tomaron el amarillo del Sol. De lo que sí estoy seguro es que solo comparable con la energía del Astro Rey, resulta el calor que nos han transmitido los voluntarios de estos Juegos Centroamericanos y del Caribe, que cierran hoy sus cortinas en esta bella ciudad balneario.
Desde disímiles rincones de la geografía colombiana han llegado hasta aquí miles de jóvenes para, junto a otros tantos nacidos en esta urbe, conformar un «intranquilo» ejército presto a escuchar, orientar, y resolver cualquier inquietud de quienes participamos en esta cita multideportiva.
Resulta difícil voltear la cabeza y no encontrar al menos uno a la vista. La mayoría dispuso de sus vacaciones —extendidas en fecha para la ocasión— para venir a ayudar en la organización de un evento nunca antes vivido por estas tierras.
«No nos arrepentimos de la decisión», es la opinión de Joevanny y Mauricio, dos estudiantes de Comunicación Social llegados desde Cali, quienes confiesan estar muy contentos por vivir la experiencia de aprender todo lo posible de los profesionales involucrados en la cobertura informativa del certamen.
Para otros, los Juegos les han brindado la posibilidad de conocer diferentes culturas, hacer nuevos amigos, intercambiar criterios y cumplir el sueño de acercarse a los famosos del deporte.
A todos les sobra la amabilidad y respeto, pero sobre todas las cosas, deseos de regalarnos la mejor imagen, la de un pueblo que se ha esforzado para lograr el éxito de la competencia.
Solícitos, los voluntarios atienden cualquier opinión «Sabemos que los Juegos pudieron ser mejores, pero hemos hecho todo lo posible para lograr que todos se sientan bien. Hasta los consentimos», nos confiesa Elvira Marín, incansable y paciente con cada necesidad, especialmente las de los cubanos, y toda una campeona regional de la colección de pines (sellos) representativos de las diferentes delegaciones participantes.
«De los cubanos qué te puedo decir. Me los imaginaba serios y amargados, pero son todo lo contrario. Son súper tiernos, cariñosos y chéveres. No sabía que fuéramos tan parecidos», abunda esta chef de comida internacional, que se confiesa introvertida aunque parezca todo lo contrario en el trato diario.
Y es ese el criterio de cuantos visten de amarillo —como el Sol que tanto nos ha calentado—, quienes ya nos reconocen, alientan y nos «comen» a preguntas cada vez que pisamos una instalación deportiva.
Cuando esta tarde se extinga el fuego de los Juegos, emprenderemos el regreso satisfechos por los resultados. No hay duda de que llevaremos en nuestras mentes la mejor imagen de Cartagena, de su pueblo y de sus Juegos. Y en el alma irá el cariño de sus voluntarios.