Cintrario a lo que dicta la tradición romántica, ante un enamorado que te haga sufrir, es preferible uno que te haga reír… aunque sea por error. Y ese es el caso de Jailyn, una afortunada chica de Houston cuyo novio, en su intento por regalarle las más fantásticas flores, terminó comprando unas sabrosas lechugas. «Estaba durmiendo y él tocó a mi ventana —cuenta Jailyn— cuando la abrí, él estaba allí: con la lechuga en la mano y una gran sonrisa en su cara». El pobre Jamarcus no comprendió al principio las carcajadas de su novia, pues hasta ese momento no supo que el ramo de flores moradas era en realidad un vegetal.