En Nairobi, Kenya, una céntrica tienda vende por estos días un objeto singular: cinturones de castidad… para hombres. Solo unos ocho clientes se han interesado por el artefacto —que se hace a la medida y cuesta el equivalente de diez euros—, pero nadie queda indiferente desde que en el pueblo de Nyeri una esposa traicionada cortara el pene a su esposo. El cinturón cierra con un candado de máxima seguridad, pero, ¿quién garantiza que una mujer celosa no encuentre la llave?