Dos asaltantes rusos tuvieron el cuidado de pedir un taxi para una mujer a quien le quitaron el carro en San Petersburgo. Los hombres tomaron el auto y, a continuación, uno de ellos se marchó y el otro llamó a un taxi para la víctima. El que quedó al volante solo huyó cuando se aseguró de que ella estaba cómodamente instalada en el taxi que la llevaría a casa. ¿Le habrán dado, también, una aspirina?