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Más que un drama

Los mejores aciertos de En el nombre del padre están en la entrega de sus actores: Daniel Day-Lewis, Emma Thompson y Pete Postlethwaite

Autor:

Beliza Ramos Fernández

Como cada tercer domingo de junio, el pasado celebramos el Día de los Padres, esa figura que también ha constituido un elemento esencial en el desarrollo de la industria cinematográfica, ya sea mostrándonos aquellos que desbordan amor y responsabilidad con sus hijos, o esos que están ausentes, pero aun así dejan su huella. Uno de los filmes que se corresponde con este perfil, incluso desde su recurrente título, es En el nombre del padre (In the name of the father en inglés).

Su estreno tuvo lugar en Irlanda el 12 de diciembre de 1993 y está basado en el libro autobiográfico de Gerard Conlon, Proved innocent. Con una duración de 133 minutos, su director, el irlandés Jim Sheridan (Mi pie izquierdo, El prado), convierte en película el trágico hecho real de los llamados «cuatro de Guilford».

En 1974, estos jóvenes irlandeses, encabezados por Gerry Conlon (Daniel Day-Lewis), así como el padre y varios familiares, fueron condenados y encarcelados como autores de un atentado del Ejército Republicano Irlandés (IRA, por sus siglas en inglés) contra un club londinense, que causó la muerte a varias personas.

La historia va alcanzando su punto culminante una vez que Gerry es detenido y nos sumergimos junto a él en una verdadera pesadilla sin fin, un túnel en el que parece no haber salida. Las torturas físicas y mentales a las que Conlon es sometido nos duelen en nuestras propias carnes.

Sheridan asumió los riesgos y se atrevió a mostrarnos a través de su filme uno de los capítulos más lamentables de la historia universal del terrorismo de Estado. Constituye una impactante denuncia social sobre un verídico encarcelamiento, principalmente de padre e hijo, falsamente acusados de cometer un atentado.

Se van desmantelando varios temas: el aprendizaje vital y casi espiritual de un joven que se convierte en hombre en la cárcel, la invocación de formas del género negro y del carcelario, la lucha contra la opresión y la crueldad de la venganza ritualizada. Todo ello apunta a que probablemente se trate de la mejor película de Sheridan o, por lo menos, la más universal.

La interpretación de Daniel Day-Lewis es, a falta de otro calificativo, impresionante. Con su apariencia, el actor londinense da vida a un irlandés atormentado, comportándose como adolescente, a pesar de que contaba por entonces con 35 años) y con el avance del filme lo vemos transformarse en un hombre adulto. Day-Lewis tuvo muy claro que él era, junto a su colega Postlethwaite, la clave para que el público percibiera el paso del tiempo como algo real.

Pete Postlethwaite, a su vez, borda un prodigioso papel de actor secundario, entre otras cosas porque siempre ha sido una gran figura en el cine, y hace todavía más grande el trabajo de Day-Lewis, ejemplo máximo de apoyo entre dos artistas frente a la cámara. También percibimos en su personaje el deterioro de 15 años de prisión y los efectos de la enfermedad que empieza a atacarlo. La carga dramática alcanza un alto nivel en cada escena, sobre todo en los momentos que comparten padre e hijo, ensartando rabia e incomprensión.

También destaca la actuación de Emma Thompson, quien logra dotar de dignidad y humanidad a esa abogada que lucha contra todo el sistema judicial británico. Tiene un papel breve, pero espléndido, sobre todo en la escena del juicio final, cuando la abogada Gareth Pierce defiende con uñas y dientes la libertad de Gerry.

Se trata de una película densa, en la cual se pone énfasis en denunciar un sistema policial más interesado en encontrar un culpable que en descubrir la verdad. Las secuencias de los interrogatorios iniciales son estremecedoras, sobre todo porque son más tortura sicológica que física.

Más adelante, la historia sigue el estilo de un drama carcelario, presidido por la relación entre Gerry  y Giuseppe, una persona sencilla y honrada que intenta encaminar a su hijo. A pesar de frecuentes discusiones, se quieren y se irá produciendo entre ellos una aproximación. En ese aspecto resalta una secuencia muy bien concebida: la proyección en la cárcel de El padrino de Coppola. Sheridan muestra la escena en que don Vito expresa las esperanzas que tenía puestas en el futuro de su hijo Michael.

El progresivo conocimiento que el protagonista hace de su propio padre engrandece la cinta, llevándola más allá de las coordenadas del cine político para convertirse en una película de descubrimiento, transformación personal y maduración. Sheridan narra con detalle cada una de las tribulaciones de su protagonista, desde las escenas de interrogatorio hasta las del juicio final, desde las violentas escenas iniciales en un Belfast deprimido y gris a las bucólicas y luminosas de Gerry y su amigo Paul viviendo como hippies en las calles de Londres.

Sus mejores aciertos están en la entrega de sus actores, un Daniel Day-Lewis rebelde, inmaduro y violento, una Emma Thompson que no se arruga ante las inclemencias de la justicia, pero sobre todo, en un Pete Postlethwaite —por entonces un veterano semidesconocido para las grandes audiencias y que fue el gran descubrimiento de la cinta— encarnando a un padre honrado, paciente y comprensivo. Giuseppe es un hombre religioso, cuya fe rocosa es la que le hace mantener la esperanza.

No dejes de saber

Gerry Conlon, quien fue erróneamente enviado a prisión por el atentado del IRA a un bar en Guilford en 1974, murió el 21 de junio de 2014 en Belfast, Irlanda del Norte, a los 60 años de edad. Luego de algunos años, Conlon estuvo enfermo durante un tiempo. «Reconocemos que lo que logró luchando por la justicia para nosotros tuvo mucha más importancia, obligó a que el mundo abriera sus ojos hacia la injusticia», dijo su familia en una declaración.

«Estuve 15 años en la cárcel por un crimen que no cometí», dijo Conlon cuando finalmente salió declarado libre en 1989, a raíz de una decisión de un tribunal de apelaciones para invalidar las sentencias de los Cuatro de Guildford, después de que surgieran dudas sobre las pruebas de la policía. No fue hasta 2005 cuando el primer ministro británico Tony Blair pidió perdón a los Cuatro de Guildford, denominando las condenas como un error judicial. «Merecen ser exonerados completa y públicamente», dijo Blair en aquel momento.

El irlandés Jim Sheridan convirtió en película el trágico hecho real de los llamados «Cuatro de Guilford». Foto: filmaffinity.com

Miembros de las familias Conlon y Maguire fueron encarcelados en conexión con los atentados del Ejército Republicano Irlandés de 1974, en Guildford y Woolwich, Inglaterra. Los ataques resultaron en la muerte de siete personas y hubo más de cien heridos.

El líder del Partido Socialdemócrata y Laborista de Irlanda del Norte (SDLP), el doctor Alasdair McDonnell, expresó sus condolencias a la familia Conlon. Calificó el error judicial que sufrieron Conlon y su padre Giussepe como atroz y terrible. «Él fue una luz resplandeciente en la búsqueda de la verdad y un incansable defensor de la justicia. El SDLP, la comunidad en general y yo extrañaremos a Gerry», dijo McDonnell.

Eamon Gilmore, ministro de Asuntos Exteriores de Irlanda, reflexionó: «En los últimos años, Gerry utilizó sus experiencias para hacer campaña a favor de otros con el grupo Organización de Errores Judiciales. Se sentirá su pérdida tanto en la comunidad al oeste de Belfast como en todo el mundo, con todos aquellos que luchan por obtener justicia».

El filme alcanzó el reconocimiento de la crítica y obtuvo siete nominaciones en los premios de la Academia en las diferentes categorías: Mejor actor (Daniel Day-Lewis), Mejor actriz de reparto (Emma Thompson), Mejor actor de reparto (Pete Postlethwaite), Mejor montaje (Gerry Hambling), Mejor guion adaptado (Terry George y, Mejor película y Mejor director (Jim Sheridan).

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