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¿Cómo se te ocurre, Papo?

El querido Papo, el popular Yeyo, el tremendo humorista, el incansable actor… responde con excepcional modestia algunas preguntas para los lectores de Juventud Rebelde

Autor:

Jorge Alberto Piñero (JAPE)

La vida pasa de manera vertiginosa y a veces no calamos con toda la profundidad que merecen a quienes nos acompañan durante años en el duro bregar de la profesión. Son tus amigos, tu familia, y nunca te has detenido a pensar lo grandes que son. Ese es el caso de Oscar Bringas, mi amigo desde que éramos muy jóvenes; siempre está ahí, con toda su gentileza, su bondad, profesionalidad, con todo su amor y respeto.

—¿Dónde nació tu gusto por actuar? ¿Por qué escoges el Instituto Superior de Arte para tus estudios superiores?

—Soy natal de Santiago de Cuba, una ciudad con personalidad y de la cual guardo muchos recuerdos. Mi infancia, a pesar de un suceso traumático como el divorcio de mis padres, la recuerdo con mucha libertad y cariño. No estábamos dominados por la tecnología de tabletas y celulares.

«El juego en parques y la diversión era activa. Jugábamos a las aventuras de la televisión. Ese quizá sea el germen de mi gusto por actuar: jugar en los parques y divertirnos sin peligros, haciendo los personajes de las aventuras, que era nuestra mayor alegría.

«Me gusta la imitación de personas conocidas del arte y simular los idiomas. Eso lo aprendí en las becas, tanto de secundaria como del pre. Yo era el bufón del albergue. Imitaba a los profesores, y el lenguaje de algunos países europeos, porque vi mucho cine del campo socialista.

«Soy un desastre para las matemáticas, pero las letras se me dan muy bien, y a la hora de optar por una carrera siempre pensé en algo del perfil de artes y letras. Hice las pruebas del Instituto Superior de Arte y aprobé en Teatrología y Dramaturgia (1985-1989). En mi familia están los principales
referentes artísticos que me llevaron a esa elección».

—Comienzas a trabajar con el grupo Sala-Manca. ¿Por qué el humor como lenguaje para desarrollar tu carrera profesional?

—El Instituto Superior de Arte fue la gran academia donde comenzó a gestarse mi futuro como humorista. Lo del humor se imponía porque era el eficaz recurso que nos agrupaba para divertirnos. Lo que comenzó como un juego se convirtió en una pasión. Sala-Manca fue la escuela. El actor Osvaldo Doimeadiós supo guiarnos.

«La improvisación y el uso de importantes recursos en la creación teatral nos sirvieron de guía para hacer nuestras propuestas. Por supuesto, los referentes culturales y la época del auge en las artes ayudaron. Alejandro García (Virulo) nos acogió en el Conjunto Nacional de Espectáculos para que el grupo siguiera su trabajo como profesionales.

«Lo de Mejor graduado se lo debo a Armando Suárez del Villar, su empuje y magisterio fue fundamental. Desde primer año fui el asistente de dirección en muchos de sus espectáculos y montajes».

—Muchas fueron las labores en esos primeros años con el Movimiento de Jóvenes humoristas: el teatro, la televisión… ¿Cuáles son las experiencias que más aportaron a Oscar Bringas en su desarrollo profesional?

—Fue una época muy productiva. Nos presentábamos en diferentes espacios y teatros. Lo más relevante fue que ese movimiento propició el intercambio con distintos grupos que hacían humor partiendo de textos escritos por ellos mismos. También nos ayudó mucho en nuestro desarrollo artístico la dinámica de las peñas, como la que hacíamos en el Cine Acapulco (Salamanca y sus invitados), donde confluían el humor, la décima (Alexis Díaz Pimienta y Emiliano Sardiñas), la música (el jazz de Emiliano Salvador; el grupo vocal Sampling) de una manera especial, para divertir a los jóvenes.

«Doime dice que se logró esa empatía por el carácter de improvisación que tienen el jazz, el repentismo y el humor. Todo esto ayudó a conseguir que nos dieran un lugar en otros medios y espacios como el cine, la TV, la radio, los festivales de humor, giras por los barrios, escuelas… Era también una práctica de muchas agrupaciones probar los espectáculos en los encuentros de aficionados y en diferentes actividades de la Cujae».

—Has realizado cientos de personajes en tu trayectoria por el humor, pero hay dos que te han marcado de manera popular: Yeyo y Papo, del dúo con Pipe y Papo, con el actor Eleuterio González. ¿Cómo llegas a ellos? ¿Qué lazos especiales, profesionales y de amistad, te unen con Telo?

—Lo de cientos de personajes es algo pretencioso, no llego a tantos…, pero como dices hay personajes que te marcan para toda la vida. A «¡Yeyo, compadre!» llegué por casualidad. El actor que estaba propuesto lo rechazó. Yo lo asumí sin imaginar el alcance que podría tener y por suerte se convirtió en algo viral, como sucede ahora con la internet. Era una campaña de bien social que dirigió Jorge Pérez, un excelente editor de los Estudios Trimagen, ya fallecido. Él lo escribió y lo realizó. Fue un gran artista y por extensión una excelente persona, a quien agradezco mucho.

«También debo agradecer a Julio Pulido por invitarme a participar en Sabadazo. Allí hacía Fabricio, un personaje que me permitió conocer la televisión y el humor. Por este personaje es que me llaman para hacer Yeyo.

«Pipe y Papo es la creación de Delso Aquino en Pateando la lata, un proyecto de humor en TV que tuvo gran alcance. Aquino fue el artífice principal. Junto a Telo y a mí, moldeamos estos personajes que usan el recurso del absurdo y la ironía para hacer reír.

«De Telo, ¿qué puedo decir? Somos como una “pareja” (risas). Tenemos muchas diferencias que nos complementan, como el Yin y el Yang; pero hemos logrado armonía en el arte y la vida. Somos familia. Hermanos. Muchas personas cuando me ven me dicen Pipe, en vez de Papo, me preguntan por él, y viceversa.

«También debo agregar que un gran amigo, artista y profesor, nos dijo un día: “Lo importante es dejar una frase en la memoria del público” y nosotros dejamos: ¿Cómo se te ocurre, Papo?.

—También has trabajado para niños, ¿te gusta el género infantil? ¿En qué se parece al humor?

—El trabajo con los niños lo considero bien difícil. Cautivar al público infantil es algo que lo asemeja al trabajo con el humor. La atención y la risa son el motivo por el que uno actúa. Si logras esa comunión, es un éxito.

«Tuve la suerte de participar en dos proyectos infantiles de la televisión: Dando vueltas y La hora de las brujas. En este último hice de todo: lo mismo de extra que manipulando un títere o haciendo un personaje. Realmente fue una gran escuela. Por eso respeto la labor que hacen los actores que trabajan para niños».

—Llevas muchos años trabajando el telechiste y, lamentablemente, algunos piensan que no aporta a tu desarrollo profesional. ¿Qué opinas al respecto?

—Parto primero de valorar el chiste como un género de tradición oral, expresión máxima del humor popular. Se dice todo en muy poco diálogo. Es como el relato corto, el minicuento. Una unidad de dramaturgia elocuente donde caben todos los estilos: sátira, humor negro, verde, políticos, escatológicos…

«El telechiste es muy fácil y a la vez difícil. Siempre hay prejuicios y opiniones contra él, y al final, todos los que se oponen, en algún momento de su vida se ha reído con un chiste, por lo que no logro entender el rechazo».

—Llevamos más de 30 años en estos avatares del humor cubano. ¿Cuál consideras la diferencia principal entre el humor que hacíamos en los albores de la fundación del Centro Promotor del Humor, a lo que se viene haciendo en el último lustro?

—Cada época ha tenido un modo de ver la realidad, según se comporta la vida en todos los aspectos. El humor también muestra esas diferencias. Nuestro tiempo se caracterizó por concebir el humor en el trabajo colectivo. Muchos proyectos eran grupos, como ejemplo, y realizar el humor teatral: con una profunda labor profesional y divertido como espectáculo. Ahora prevalece el humor más individual, hecho por solistas, y es otra la proyección artística.

—¿Qué contraste sientes entre el disfrute del actor en escena y el trabajo, un poco desconocido, del dramaturgo o el diseñador teatral?

—El trabajo del cual vivo, la actividad que me mantiene en contacto con la gente, es la actuación humorística. Esta labor la disfruto tanto como el diseño escénico, que es complemento de mi trabajo como actor. Los primeros diseños los hice para Sala-Manca; de ahí en adelante, siempre que alguien me pide colaboración para diseñar me involucro, y lo siento como cuando uno crea un personaje.

«La dramaturgia la abandoné, pero si alguien me pide asesoría yo le meto manos a la obra. Aún se me ocurren algunas ideas, pero he perdido el oficio y la disciplina de escribir. Envidio sanamente tu trabajo como guionista y el de muchos. Ahora escribo a través del dibujo y la pintura.

—Pienso que a pesar de los avatares eres un hombre feliz, que disfrutas el cariño del pueblo y de tu familia… ¿Le pedirías algo más a la vida?

—Creo que he alcanzado gran parte de mis aspiraciones, aunque los sueños por lograr son muchos. Soy muy feliz porque tengo una familia hermosa y amigos de altos quilates. No deseo más.

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