Necesitamos un periodismo cultural más activo y profesionales de los medios en general con más ejercicio de la opinión y análisis. Autor: Tomada de Prensa Latina Publicado: 18/04/2023 | 10:09 pm
Con frecuencia solemos mencionar términos como colonización cultural. Algunos lo relacionan rápidamente con Internet, las plataformas digitales y otros medios de comunicación, como la televisión y el cine, pero la verdad es que ese fenómeno existe desde hace mucho, como una forma efectiva de dominación, junto a lo militar y económico.
Los conquistadores de varias etapas siempre han pretendido imponer también sus ideologías, religiones, modos de vida, formas de organización sociales…
A lo largo del tiempo se han legitimado los modos de las potencias eurocentristas y también de Norteamérica desde que Estados Unidos se convirtió en imperio. Esas naciones han priorizado desvalorizar las identidades y elementos culturales autóctonos de otros pueblos.
Es interesante pensar en algo que señala el escritor y pedagogo argentino Gregorio German, quien expresó que, por ejemplo, «se clasificó la geografía planetaria de modo que el norte está arriba y el sur abajo, en un mundo que es redondo y, como se sabe, lo que está arriba tiene supremacía. Se configuró también un orden simbólico que establece la existencia del Primero, el Segundo y el Tercer Mundo», como si todos no viviéramos en el mismo.
Las «agresiones» o «imposiciones» culturales siempre solían estar unidas a la barbarie, a lo militar, a la ocupación de territorios, pero todo eso se ha ido transformando. El desarrollo tecnológico, la creación de la imprenta, los periódicos, los libros a gran escala, la radio, la televisión y el cine permitieron llegar a muchas más personas, con verdaderas guerras culturales, con un alto interés en el desarrollo de las tecnologías, como si se tratase de competencias armamentistas.
Con el surgimiento de Internet y las plataformas digitales todo ha llegado a dimensiones que hace décadas parecían de ciencia ficción. Millones de personas a la distancia de una pantalla, de un clic, suministrando información y consumiendo contenidos diversos.
Hay muchos datos sobre nosotros ahí, incluidas fechas de nacimiento, con quiénes nos vinculamos, los gustos y qué detestamos, conversaciones, amores, estados de ánimos…, lo cual puede ser usado según intereses específicos. A eso se suman videojuegos, formas de vestir, canciones y ritmos musicales, memes, caricaturas, videoclips, series, animados…, y todo un mar de contenidos, que resulta imposible evitar totalmente.
Tenemos que mencionar también los proyectos gestionados desde el exterior, con youtubers, sitios web, páginas y perfiles, que conforman una especie de selva digital, a la cual no se puede temer. Se trata de conocerla, estudiarla, y participar con mucha inteligencia, argumentos y belleza.
Para la descolonización, que es un proceso permanente, siempre en proceso, debemos tener plena conciencia de que una peligrosa guerra se libra en lo simbólico, en el terreno de las ideas, la política y la sicología. Muchas veces las balas y bombas más efectivas están enmascaradas, pues pretenden socavar cimientos ideológicos, penetrar en las sensibilidades y circular como veneno en las mareas de los pueblos. Esto, dicho así y repetido, puede resultar alarmista, por eso lo más importante es que exista una plataforma desconolonizadora, tan fuerte y natural que sea capaz de inhabilitar los intentos de conquistas culturales.
Aquí tenemos la suerte tremenda de tener la obra y el pensamiento de Martí, Fidel y otros creadores tremendos, además de una riqueza cultural asombrosa y un sistema institucional creado por la Revolución, con vocación profundamente descolonizadora. Son ventajas, baluartes, pero no basta con eso. Necesitamos que todo esté en constante perfeccionamiento y que lo mejor de nuestras propuestas artísticas siga al alcance de todos. Sería muy positivo que eso esté acompañado por avances en lo social.
Elementos como la identidad, el orgullo de ser cubanos y una cultura nacional palpitante en todo el país son esenciales. Necesitamos un periodismo cultural más activo y profesionales de los medios en general con más ejercicio de la opinión y análisis, para influir en mayor medida en la jerarquización de los artistas y sus obras, y en la formación de los públicos.
Es inevitable recordar al guerrillero Ernesto Che Guevara, también amante de la poesía, la fotografía y el arte en general, quien en un acto público realizado en La Habana el 7 de octubre de 1959, dijo: «…es muy importante ir al rescate de la nacionalidad. Las naciones con cultura propia son pueblos que, sin desdeñar ninguna enseñanza en el mundo, las transforman y convierten en algo muy propio, con un sabor distinto, inconfundible.
«La tarea de los poderes coloniales en todo el mundo ha sido siempre ahogar la cultura autóctona de la nación; destruir las creencias propias de un pueblo e inculcarle la cultura de su país de origen, sus costumbres, etc. Esa invasión la hemos sentido también en Cuba en todas las más diferentes ramas de la vida del país».
Y luego hace una especie de comparación con lo militar: «En estos momentos en que la Revolución ha roto todos los viejos frenos del pasado, nos ha sido fácil romper la estructura del viejo ejército, no solo en los hombres, sino en la estructuración, que será cubana, aceptando experiencias de todos los lugares del mundo en que un pueblo haya luchado en forma de guerrillas por su liberación.
«En la cultura es mucho más difícil esa lucha porque las manifestaciones han sido más sutiles, porque no ha habido barrera fuerte que se opusiera a los conceptos culturales que los coloniales habían establecido como buenos, se permeabilizó la resistencia a la invasión cultural sin que apenas la gente se diera cuenta».
En la situación actual de Cuba influyen muchos aspectos desfavorables, incluida la deficiente infraestructura tecnológica y la difícil situación económica, que también repercuten en las posibilidades de proyectos audiovisuales y de radio, en más películas, documentales y en el mayor alcance de las actividades artísticas.
La creciente emigración, incluidos diseñadores, periodistas, editores, ilustradores, directores de programas, sonidistas, locutores y otros profesionales de la comunicación y la cultura, es otro de los desafíos en el camino que necesariamente debemos recorrer a favor de la nación.
El país enfrenta obstáculos adicionales. Rema desde hace décadas contra problemas de diversas índoles y recibe altas dosis de castigo por su herejía revolucionaria.
Tenemos mucho por hacer. Aquí ninguna página o perfil institucional en redes llega, por ejemplo, al millón de seguidores. A eso sumamos que muchos de esos contenidos suelen lograr débil alcance en otras regiones, y son consumidos casi totalmente por el público cubano, aunque resulta justo reconocer las buenas experiencias impulsadas durante los últimos años.
Debemos continuar diseñando más y mejores campañas comunicacionales, muy relacionadas con el arte, para el público cubano y también para el exterior, realizar más alianzas con creadores y organizaciones de otras partes del mundo que nos permitan llegar más lejos. Como expresó el intelectual Ignacio Ramonet en un encuentro en Cuba, en los nuevos contextos incluso la verdad es cada vez más emocional. Es importante la ética, la sinceridad, los argumentos, pero también despertar sentimientos y emociones.
Resulta esencial formar una mayor conciencia crítica sobre las dinámicas y formas de funcionamiento de las redes, también sobre los audiovisuales y otros contenidos de la industria del entretenimiento, lo cual debe comenzar desde edades tempranas. Nuestros planes de estudio y todo el sistema de enseñanza en la nación debieran tener en cuenta esos elementos.
El arte y lo mejor de la cultura cubana en general debieran estar muy presentes siempre en nuestras vidas, como también lo mejor de la internacional. No se trata de evitar totalmente formas de culturas extranjeras, hacerlo es imposible, sino de consumirlas con juicio crítico y plena conciencia del entramado que las acompaña.