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¡Y buena suerte señor Gorsky!

El hecho que les contamos hoy, en sí, tuvo como entorno un suceso inolvidable ocurrido el 20 de julio de 1969. Algunos lo dudan aún, no obstante; en los anales de la historia aparece como el día en que por primera vez el hombre puso pie en la Luna

Autor:

Juventud Rebelde

Peor para el sol, que se mete a las siete en la cuna del mar a soñar,

mientras un servidor le levanta la falda a la luna.

                                                                                                                                                     Joaquín Sabina

 

Puede que no sea verdad, o no pase más allá de una simpática y ocurrente leyenda. Aún así me gustaría compartir con ustedes esta historia que por estos días gana vigencia.

El hecho en sí tuvo como entorno un suceso inolvidable ocurrido el 20 de julio de 1969. Algunos lo dudan aún, no obstante; en los anales de la historia aparece como el día en que por primera vez el hombre, protagonizado por el cosmonauta Neil Armstrong, puso pie en la Luna, o sea lunatizó y todos los lunáticos murieron de envidia.

Una vez en la Luna, Armstrong dijo la célebre frase: «Este es un pequeño paso para el hombre, pero un gran paso para la humanidad», aunque la humanidad desde entonces ha retrocedido varios pasos. Cuentan que el recién llegado al único satélite terrestre dijo además: «Y buena suerte para usted, señor Gorsky».

Esta frase final se convirtió en un enigma, mucho más cuando tras una profunda investigación periodistas y científicos descubrieron que no existía ningún cosmonauta Gorsky en el programa espacial de la NASA, ni en el programa espacial soviético. Tampoco en la familia de Neil, ni en el círculo de sus amigos.

Los más osados preguntaron al cosmonauta y recibieron por respuesta una simple sonrisa.

Fue necesario que transcurrieran 25 largos años luego del primer paseo lunar, para que el mismo Armstrong descifrara la interrogante. El 16 de julio de 1994 un joven periodista le preguntó sobre la frase «Y buena suerte para usted señor Gorsky».

Con una sonrisa en los labios Neil Armstrong respondió:

«Bueno, ya ha pasado mucho tiempo, y en virtud de que el señor Gorsky murió el invierno pasado, creo que ya puedo referirme con libertad al tema:

 «Era el 5 de agosto de 1940, lo recuerdo muy bien pues celebraban en mi casa, en Wapakoneta, Ohio, mi décimo cumpleaños, y como era una tarde soleada, muchos niños jugábamos béisbol en el jardín de mi casa. Uno de los chicos pegó un imparable que voló por la cerca del vecino. Yo estaba cubriendo esa zona. Brinqué la cerca que separaba nuestras casas y busqué la pelota justo debajo de la ventana del joven matrimonio de los Gorsky: una pareja sin niños que tenían cerca de 25 años de edad. Me dirigí sigiloso hasta la ventana de los Gorsky y escuché cuando la señora Gorsky, que ya me había visto brincar la cerca, le reclamaba a su esposo: «¡Sexo oral! ¿Quieres sexo oral? Pues tendrás sexo oral cuando ese mocoso de los Armstrong camine sobre la Luna».

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