Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

¡Y aquí estoy!

El de hoy a las 7:00 p.m. en Enguayabera será el primer concierto de este año que ofrezca Verónica Cruz Rodríguez, quien prefiere que se le tome como lo que es: una auténtica cantautora. «La verdad que no soy cantante. Creo que cantautora me haría más justicia», dice

Autor:

José Luis Estrada Betancourt

Fue su abuelo quien le puso la guitarra en sus manos. «Lo primero que hice de pequeña y que le hizo pensar a ese ser humano tan especial que yo podía ser músico, fue acompañarlo con muy buen ritmo en las guarachas y los boleros que él tocaba. Mis primeros instrumentos fueron un par de ollas muy bien escogidas por mí para obtener sonidos diferentes. Ahora que lo digo me da mucha risa», le cuenta la joven bayamesa Verónica Cruz Rodríguez a Juventud Rebelde, en uno de esos pocos momentos libres que ha tenido, enfrascada como anda en el concierto que ofrecerá esta tarde en la Fábrica de Trova del centro cultural Enguayabera.

«Casi de 30 años comprendí que mi abuelo, que en paz descanse, fue un hombre que amó la música, pero a lo más que consiguió llegar en ese mundo fue a armar un trío en Ranchuelo. Tuvo que abandonar ese sueño por irse a luchar en las montañas. Y luego los cargos públicos después de 1959, lo alejaron definitivamente de su verdadera pasión. Le cuento esto porque varias veces lo vi llorar cuando en la televisión o en la radio escuchaba al Benny y al Bola. Por eso me dio su guitarra», enfatiza agradecida esta muchacha que de inmediato le rectificó a este diario cuando creyó ver en ella a una joven cantante.

«Creo que cantautora me haría más justicia», dijo Verónica con dulzura y completa certeza después de contarnos que se había criado con sus abuelos y con su mamá, «una persona epiléptica a quien debíamos cuidar mucho. La escuela de música me quedaba lejos y los horarios de mi familia no dejaban espacio para que pudiera estudiar música. Por esas circunstancias ella se apagó en mí por un buen tiempo, hasta que con 12 años compuse mi primera canción, inspirada en un limonero. Un amigo me dio unas lecciones de piano y por ahí seguí, pero lo que finalmente desarrollé fue la guitarra. Era el instrumento que podía tener siempre. De hecho, el piano un día se lo llevaron... Después le escribí a la felicidad. La verdad que esa etapa fue de una ingenuidad entendible, pero me divertía mucho.

«No fui la típica niña artista que cantaba en todos los matutinos o en cualquier actividad que apareciera; era muy tímida (hoy lo soy un poco menos). Las excepciones se daban en aquellos mágicos momentos con mi abuelo y mi familia más cercana, que me entregaba a ese mundo.

«De mi abuelo heredé también el amor a la poesía. Me enseñó a hacer décimas, sonetos, versos libres. La verdad es que aún no he podido superar su pérdida.

«En cuanto a las pruebas para intentar ingresar al sistema de enseñanza artística, mi mamá me llevó a la escuela vocacional de arte Mario Muñoz, ubicada en Bayamo, cuando cursaba la vocacional, pero me dijeron que ya habían cerrado todas las carreras y que por no haber cursado un nivel elemental iba a ser imposible. Nada, que no estaba para mí».

—Entonces llegó a tu vida el Derecho...

—Bueno, la carrera de Derecho es hermosa, o sea, estudiarla fue una gran experiencia. Me obligó a leer bastante y solo hoy veo los resultados, en aquel momento solíamos quejarnos (sonríe), porque en realidad queríamos ir directo al trabajo de campo.

«De modo que el papel del Derecho ha sido fundamental en lo que hago hoy, al darme facilidades para escribir las letras de mis canciones, para comunicarme y darme la óptica con la que veo algunos fenómenos sociales. Es una carrera muy completa. Ya la práctica me decepcionó un poco. Ejercí por tres años. Aunque profesionalmente no me desarrollé como había pensado en mi tiempo de estudiante, lo hice bien, con mucha responsabilidad y con amor, pues me dio la oportunidad de ayudar a la gente, de servirle, algo que disfruto.

«Mientras estudiaba en la universidad empecé a proyectarme con rigor en la música, al formar parte del movimiento de artistas aficionados. Teníamos un cuarteto vocal e hicimos un arreglo a Yolanda con el que obtuvimos varios premios».

—¿Cuándo te atreviste a actuar sobre un escenario?

—Fue por culpa de la Asociación Hermanos Saíz (AHS). Ella me hizo visible y me llevó al centro de un movimiento artístico que ciertamente es de vanguardia. La descubrí por un vecino, que pertenecía a un grupo que me marcó tremendamente: Nubes. Un día me acerqué a él y le pedí que me llevara a un concierto en la Casa del Joven Creador, quedé hipnotizada, maravillada.

«En Bayamo ese movimiento era muy fuerte, yo siempre lo seguí desde la universidad, pero no fue hasta que terminé los estudios que solicité ser uno de sus miembros. En 2010 me uní a la AHS de Granma y comencé a realizar mis presentaciones. Ahí me superé».

—¿Algún momento en la AHS de Bayamo que recuerdes de una manera especial?

—Sí, un sábado que llovió mucho, mucho, y tocaba mi peña. Mi tía solía estar allí con los muchachos del barrio, pero pensamos que nadie iba a ir. Sin embargo, contrario a toda idea pesimista, ella puso a todos a barrer para escurrir el agua, porque había decidido que por nada de este mundo se iba a suspender el encuentro. Comenzamos a las 11 de la noche, pero se llenó la Casa del Joven Creador, porque llegué a reunir a mi alrededor a un público muy lindo y fiel.

—¿Cómo se produjo la determinación de dejarlo todo para venir para la capital?

—Vine con mi papá a pasar unos días en La Habana en el año 2013. Como ya conocía a Raúl Torres desde 2008, nos vimos y me invitó a cantar a varios lugares, y lo cierto es que no caí tan mal (sonríe). Hice unas grabaciones en su estudio y aquello me fue revolviendo ideas. Cuando ya estaba en la terminal para regresar, frente a mí estaba Nelson Domínguez y por mi mente pasaron unas imágenes... ¡de futuro claro!

«A lo mejor le parece risible o místico, pero le dije a mi papá que me quedaba. Volví a Bayamo a arreglar la baja del trabajo; mis jefes me ayudaron y me entendieron. Pero no fue la música la que me mantuvo económicamente. Trabajé hasta noviembre de 2013 en una cocina en el Barrio Chino. Ese tiempo fue de tregua fecunda. La decisión de alejarme de mi ciudad, amigos y familia, fue algo que aún no entiendo... (sonríe). Solo pasó».

—En 2014 empezaste de vocalista en el grupo de Raúl Torres, y la cocina del Barrio Chino quedó atrás...

—Ocurrió por la presión de mis abuelos, quienes no dejaban de hacerme entender que era una pérdida de tiempo el estar en La Habana. Mi abuela estaba un poco enferma, quizá somatizando en su cuerpo el disgusto de que su nieta dejara el Derecho y su trabajo para no lograr nada, decía. Fueron palabras y días duros.

«Decidí entonces volver en diciembre. Cuando llegué a casa mi abuelo me informó que Raúl tocaba ese mismo día en Julia, un pueblo de Bayamo, donde él nació. Por supuesto fui a verlo y le puse al tanto de mi vida. Él había estado todo ese tiempo en Venezuela. Me dijo entonces que necesitaba una corista y me preguntó si quería regresar a La Habana, como músico. Todavía recuerdo las lágrimas de mi abuelo. Él sí me apoyó, incluso cuando me fui sin nada. Como ves volví ¡y aquí estoy!

«Mi primer trabajo como profesional fue con Raúl Torres en el teatro Karl Marx. Él ha sido una escuela, en todos los sentidos. Es un gran compositor. A su lado aprendí el significado de la palabra artista, de lo que representa serlo. Aprendí el exquisito universo de la canción. En fin, contribuyó a mi formación encima de un escenario. Raúl sabía que yo venía ya con mis canciones y siempre me incentivó a defender mi obra. Le estaré eternamente agradecida. En 2016 inicié mi propio proyecto, que  en la actualidad pertenece al Centro Nacional de Música».

—Sé que tienes un disco entre las manos…

—En 2018 gané la beca iberoamericana de composición de canción popular, nombrada Ibermúsicas. Fui el premio por Cuba. Con ese reconocimiento es que estoy financiando parte de mi disco. La intención es presentarlo a alguna de nuestras disqueras a ver si le resulta de interés.

—Esta tarde ofrecerás un concierto en la Fábrica de Trova...

—Seré el primero de este año. Es nuestra segunda ocasión allí en la Fábrica de Trova, donde presentaremos parte del repertorio que debe aparecer en el proyecto de disco que te acabo de mencionar y al que le tengo mucha fe.

 

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