Mayra Navarro ha sido la inspiradora de esta iniciativa. Autor: Boris L. Muriedas Publicado: 21/09/2017 | 06:52 pm
Un hombre o mujer, y hasta varios de ellos a la vez, que ante un auditorio, muchas veces improvisado, dicen una historia: esto es algo que viene de atrás, que se ha hecho tradición en nuestros campos, en los rincones más apartados, pero también en las ciudades, y que compartimos con muchos lugares del mundo.
Por ello no extraña que en los teatros y sedes donde se desarrollara el Festival de narración oral Primavera de cuentos en su edición de 2017, el público desbordara entusiasta y cómplice, aun en una sala tan mal climatizada como la Lecuona, del Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso.
Allí, como viene ocurriendo desde hace años, tuvo lugar la arrancada, que desde ya nos prometió jornadas muy fructíferas, a juzgar por los invitados que ese día presentaron credenciales, y que procedían de sitios tan diversos como Argentina, Colombia, España, Canadá, Kenia, Martinica, Escocia, Polonia… y muchos más.
Convocados por la maestra Mayra Navarro, quien organiza y coordina la cita desde sus inicios, la inauguración se resintió no solo por el asfixiante calor sino por la interminable cantidad de expositores: aun con la indiscutible valía de muchos de ellos, resulta imposible asimilar y disfrutar tal maratón por lo que debe procederse a una selección en los próximos años, e incluso, cambiar de sede si aún la actual carece de los requerimientos mínimos para una función.
El resto del evento, en el teatro-museo El Arca, la Casa Gaia y el Centro Cultural Bertolt Brecht, permitió constatar la importancia de estas citas: la cuentería sigue atrayendo, conquistando, sumando espectadores seducidos por ese placer ancestral de escuchar buenas historias bien contadas.
Como siempre ocurre, se hace imposible reseñar lo mucho que, de fuera o dentro, nos deleitó y motivó durante una intensa semana, pero no debe dejarse de apuntar sobre algunos de esos momentos y sus responsables.
Afortunadamente, esto de contar no solo se concibe como un acto individual y solitario, sino que hay espectáculos integrados por varios narradores, que a veces incluso trabajan sistemáticamente de ese modo. Tal es el caso de Lavinia Ascue, Tania González, Leyria Guerrero y Beatriz Quintana, quienes en su obra Grandes todos, entre la risa y la seriedad rinden homenaje a grandes de la canción, la escena y el humor del patio, mediante deliciosas y bien hilvanadas anécdotas y música.
Algo semejante ocurrió con Ceibaobab, dirigido por Lucas Nápoles, y que bajo la guía artística de Juana María Fernández (autora de los textos) trajo el sustancioso espectáculo De la rumba te cuento, empleando nuestro cubano ritmo, flamante Patrimonio de la Humanidad, para acercar historias y chistes de muy criollas cepas.
Claro, fueron los narradores orales en solitario quienes protagonizaron la nueva Primavera de cuentos. Valga destacar la actuación de Valer Egouy, de Martinica, quien casi no necesitó de traducción para desplegar su donaire; Mara Menzies, de Kenia-Escocia, la cual se esforzó por narrar en español, algo que logró con simpatía y convicción; la escuela que representa todo un astro polaco: Szymon Góralcyk, un verdadero lujo para el festival; y una buena representación de México, donde la cuentería tiene tanto arraigo como entre nosotros (María Campechano, Elsa González, José Luis de la Cruz…).
Es de aplaudir no solo el talento de la gran mayoría entre los invitados, sino el hecho de proveernos de leyendas y mitos de sus lugares de orígenes, lo cual permite la confrontación y el enriquecimiento cultural; así recibimos las encantadoras historias de Jota Ramón (Colombia), Marta Sáenz de Calzada (España-Canadá), Marcela Sabio (Argentina), Cucha del Águila (Perú)…
Hay entre los narradores orales, estilos y escuelas, algunos de cuyos exponentes protagonizaron recitales completos.
Están los que, como el panameño Rubén Corbett (médico de profesión) derrochan energía y vitalidad contagiosas, pero que por momentos llegan a resultar excesivas al aterrizar entonces en énfasis donde la narración no los requiere, afectando el resultado total, según apreciamos en sus Cuentos a manos llenas.
O los que, al estilo del mexicano José Luis López, por el contrario, son demasiado planos y monocordes, al punto de que jugosas historias como las que informan sus Cuentos de mi pueblo llegan a perder fuerza.
Una verdadera revelación significó la chilena Sandra Aravena, toda una actriz. Es cierto que para ser un competente narrador oral no es necesario llegar a tal dimensión (basta la gracia en el contar, la pertinencia de lo elegido para hacerlo) pero, vamos, cuando ello ocurre —como es el caso— el desempeño termina siendo doblemente atractivo y disfrutable.
Sandra echa mano de abundantes recursos histriónicos, tanto gestuales como eufónicos que sazonan sus historias, tal como ocurrió con la de los animalitos, con la que sentó cátedra la noche inicial, y con su recital coronado por el texto ¿Y si mi vida fuera un cuento?, donde además emplea discretos pero eficaces recursos lumínicos, algo que debiera ser un ejemplo a seguir por sus colegas, pues no debe olvidarse que aunque discreta, minimalista, estamos ante una indudable manifestación escénica.
El Festival de narración oral Primavera de cuentos en esta edición de 2017 demostró una vez más su rango y alcance en el panorama cultural cubano. Debemos agradecer a Mayra Navarro y a sus colaboradores la iniciativa y, más aun, la persistencia y sistematicidad gracias a la cual cuenteros de buena parte del mundo se reúnen a compartir e intercambiar con sus colegas en esta, una isla donde los cuentos y sus narradores no únicamente abundan sino que constituyen además indiscutible tesoro.