Katia con su hija Gretel, el mejor de sus premios. Autor: Luis Raúl Vázquez Muñoz Publicado: 21/09/2017 | 06:04 pm
CIEGO DE ÁVILA.— El inspector Flores —el gitano Flores, como lo llaman en la Brigada Central— aterrizó en La Habana en un vuelo de Iberia. Ya instalado en el hotel recibió un mensaje extraño. Que indagara por esa tía, Katia Siberia García, ganadora en Cuba del Premio Nacional de Periodismo Juan Gualberto Gómez en prensa escrita por su trabajo el año pasado.
«Lo pide la Interpol. Averigua quién es y cómo piensa», decía el recado de su jefe, el comisario Poveda. Con la ayuda de un socio, el inspector retirado Mario Conde, el Gitano se agenció de un voluminoso expediente de la Siberia. Horas más tarde, vía SMS, volaba el primer mensaje: «Esta chica se manda y se zumba».
En Madrid no entendieron bien aquella jerga medio cubana y andaluza, y a Poveda no le quedó más remedio que aguardar unos días para que Flores, en el rol de periodista, viajara a Ciego de Ávila, específicamente al edificio de Micro A, donde vive la investigada.
El informe final lo recibieron por correo electrónico en un mensaje encriptado. Allí aparecía una ficha en tono cablegráfico y con los datos siguientes. «Natural de la provincia de Sancti Spíritus —escribía Flores—. Treinta y dos años. Cinco pies de estatura. Pelo castaño. Apodo o alias: la Siberiana, según sus amistades. Cuando se apasiona, habla muy rápido y sin parar. Casada y con una hija, Gretel González Siberia, de quien la madre dice que ese sí es su verdadero premio.
«Al graduarse quiso dejar el Periodismo y estudiar Medicina —aquí Poveda no entendió bien—. Trabajó en el periódico Granma y cumplió misión como reportera en Haití. Después se trasladó a Ciego de Ávila, donde labora en el semanario Invasor. Atiende el sector de la agricultura y siempre busca los lados polémicos de la noticia. Por ejemplo, la entrevista a un campesino, dueño de una minindustria para producir dulce de coco rallado, se convirtió en pretexto para una indagación mayor: el excesivo precio de esas conservas en el mercado minorista.
«En la nota de una asamblea en una cooperativa de producción agropecuaria del municipio de Morón rompió la frialdad de la información —el aquello de que fulanita y siclanito dijeron y el jefe tal exhortó— y reflejó los estados de ánimo de los afiliados, incluso de los más veteranos, quienes habían entregado sus tierras para un esfuerzo colectivo que no rendía los mejores resultados. Otros detalles —escribía el Gitano— usted los puede escuchar en la grabación, la cual remito como adjunto de este correo». Poveda, entonces, se acomodó en la butaca y empezó a escuchar.
—Eres impulsiva y te apasionas con facilidad. ¿No tienes el temor de ser injusta a la hora de realizar un trabajo?
—Reconozco que soy un poco impulsiva. En ocasiones soy incisiva en las preguntas, es verdad; pero es que me molestan las cosas mal hechas y ahí sí tomo partido con rapidez.
—Y si te dijeran que eres hipercrítica. ¿Qué dirías?
—Que no. Ser hipercrítica implica parcializarse con un lado de la realidad y el Periodismo exige ir a todas las partes para verificar la información. Mis compañeros del periódico Invasor y yo hemos participado en discusiones por algún trabajo mío; pero nunca el intercambio de criterios ha sido porque mentí o cometí un error o dejé de lado alguna fuente. Cuando publico algo es porque me tomé el tiempo necesario para investigar y escribirlo. Quizá por eso no soy tan prolífica.
—¿Pudieras explicar mejor eso de que no eres prolífica?
—No me gusta ese periodismo de escribir 25 líneas, de hacer rápido las cosas. Respeto a quienes lo practican y si lo hago, trato de hacerlo por disciplina, pero no es mi fuerte. Me gusta más profundizar en los temas y elaborar los trabajos: buscarles el ritmo, la palabra más exacta. Por eso puedo demorarme con un reportaje, y al final no tengo la productividad de otros colegas.
—Dentro de los géneros del periodismo —reportaje, entrevista, comentario, crónica, información...— ¿con cuál no te quedarías?
—La información no me agrada mucho...
—Pero la practicas, intercalas incluso opiniones tuyas, haces descripciones...
—La mayoría de las veces vemos informaciones de un acto donde se entregaron medallas. Nos quedamos solo en lo que sucedió y, sin embargo, el público no necesita saber tanto que se entregaron esas condecoraciones como la razón por las cuales se otorgaron esos reconocimientos. Por ahí ya hay una necesidad de opinar, de contrastar datos y buscar otros lados de la noticia.
—¿Entonces tú no crees en la pureza de los géneros?
—¿Qué pureza? Eso es mentira. Tu opinión está siempre. Desde que organizas los datos para escribir una información hasta en la manera en que eliges el título. Creo que una necesidad grande de la prensa cubana es ir a las formas interpretativas de brindar la noticia. Ir a las valoraciones del hecho sin dejar de informar y presentar lo que la gente desea conocer.
—Y por ahí empiezas a criticar...
—¡Y dale tú con la crítica! Es muy difícil hablar de un sector con problemas sin dejar de mencionar las dificultades. Y no sería ética, en primer lugar conmigo misma, si no señalara esos conflictos que afectan la vida de las personas.
—A la prensa cubana algunos le señalan que no aborda toda la compleja realidad de la Cuba de hoy. ¿Cómo hacer para que los medios inserten de manera sistemática las preocupaciones de la población? ¿Crees que se pueda hacer?
—Pienso que sí, aunque depende de los reporteros, los jefes y la manera en que se organizan las redacciones. A los periodistas tienes que organizarlos en base a sus habilidades y pertinencias, no bajo el criterio de que todos tienen que escribir 60 trabajos en el mes. Sí, es verdad, serán muy productivos; pero... ¿y la calidad? ¿La búsqueda de lo que la gente quiere conocer? Ese es un tema muy complejo; sin embargo, insisto: sí se puede lograr.
—Al Periodismo llegas ¿por embullo o vocación?
—Por embullo de un profesor de Marxismo, que me dijo que yo servía para periodista. Estudié cinco años en la Universidad de La Habana sin estar muy convencida de si serviría o no en la profesión. Al graduarme, junto con una amiga, intentamos matricular Medicina en el Victoria de Girón. Desistimos al saber que el título de periodista quedaría invalidado si no cumplíamos el servicio social. Al final ni sé cuándo se me quitaron los deseos de irme del periodismo.
—¿Por qué querías irte?
—Hay una diferencia muy grande entre la realidad laboral de algunos medios y lo que te enseñan en la Facultad. El recién graduado llega con deseos de hacer cosas distintas y ahí vienen los encontronazos. Quieres escribir diferente y te corrigen. «¿Qué es eso de recrear y escribir bonito? Eso no es Periodismo», te dicen en muchos lugares. Por suerte, en mi caso, he podido encontrar su lugar.
—Y ahora con el Premio, ¿qué piensas seguir haciendo?
—¿Ahora? Escribir, pero con más miedo.
—¿Miedo? ¿A qué?
—A equivocarme, a no ser profunda, a no balancear las cosas. Todos mencionan el Premio, empiezan a ponerte de ejemplo, te suben la parada. Estoy muy contenta, pero no soy ejemplo para nadie. Es más, creo que tuve mucha suerte. Los premios son así.
—¿De verdad crees que el Juan Gualberto fue una cuestión de suerte?
—Hay un trabajo, aunque ese premio depende de muchas cosas. Hasta de qué te propongan. O que un compañero, mejor periodista que tú, se dedicó a otras cosas y no entró en la competencia. En Cuba hay gente escribiendo muy bien. Ahí está Luis Mario Rodríguez Suñol, en Holguín; María Antonieta Colunga, en Camagüey; Enrique Milanés, ahora en Juventud Rebelde y con un blog muy bueno; Giselle Morales, en Sanctí Spíritus… Lo que pasa es que los premios de Periodismo en Cuba no se ven. Tú no tienes un lugar donde consultar los trabajos premiados, incluso de años atrás. Y eso es una necesidad.
—Volviendo a tu trabajo; dentro de poco, ¿con quién te vas a fajar?
—Ah, no. Eso no te lo voy a decir. Entérate leyendo el Invasor.