El propósito de Yoruba Andabo es superarse cada vez más y nunca perder de vista que trabaja para su pueblo, afirmó Geovany del Pino, líder del grupo. Autor: Cortesía de la banda Publicado: 21/09/2017 | 05:49 pm
En Cuba todos somos rumberos. De eso a Geovany del Pino, voz líder y director de Yoruba Andabo, no le cabe la menor duda, aunque muchos no lo quieran reconocer. «La rumba está dentro de nosotros», dice, y si a Juventud Rebelde no le es suficiente con esa afirmación, entonces expone sus irrebatibles argumentos: «Así caminamos, así gesticulamos, así somos, porque la rumba no es privativa de un sector de la población, sino una expresión de cubanía. ¿Sabes qué? No existe un cubano que pase cerca de una conga y pueda permanecer sin mover un pie, aunque sea fuera de ritmo, y que no se le “disloquen” los hombros o la cadera. Tal vez no la toquemos o cantemos, pero ella corre por las venas de todos los hijos de esta tierra maravillosa; nos gusta, nos mueve, nos motiva».
Bien lo puede asegurar este hombre que vio la luz en Salud, entre Oquendo y Soledad, en Centro Habana, donde conoció de cerca esa rumba que cobra vida en el ambiente de la calle, en la esquina. «A mi familia le encantaba la música. De niño me quedaba fascinado escuchando a mi abuela paterna, que cantaba muy bonito..., pero crecí en un barrio donde todas las semanas había rumba y no lo podía evitar: me embelesaba viendo a la gente tocar. Un día, creo que tendría entre ocho y diez años, los mayores se levantaron y yo me senté en el tumbador y lo empecé a tocar. Alguien fue a levantarme, pero lo detuvieron: “No, déjenlo que se desenvuelva”. Así aprendí».
—¿Cómo el soldador Geovany fue a parar a la Peña del Ambia?
—Debo decir que me gradué y trabajé casi toda mi vida como soldador, hasta 1985, cuando ya no quería salir más del país. Llevaba más de 20 años en la Brigada de Reparación de la Flota Cubana de Pesca y ya estaba cansado, entonces comencé a solicitar que me dejaran en tierra, pero no me querían dar la baja. Fue por ese tiempo en que un grupo de amigos, por embullo de Eloy Machado, fuimos a tocar a un nuevo espacio que se llamaría la Peña del Ambia, la cual nació con nosotros, siempre dispuestos a rumbear por todas partes: en casa de Mengano o en el cumpleaños de Fulano, y Eloy nos preguntó si nos atrevíamos.
«Recuerdo que conseguimos unos cajoncitos y empezamos a tocar todos los miércoles allí en la Uneac, pero todo fue muy fortuito. Nunca pensamos que seríamos profesionales, esa no era nuestra intención. De hecho, como te expliqué, yo andaba de vacaciones y pidiendo la baja de mi trabajo anterior, mientras los demás permanecían en los muelles. Nos conocíamos porque pertenecíamos a la Marina Mercante, cuyo sindicato tenía un grupo nombrado Guaguancó Marítimo Portuario, en el que no participé oficialmente, a diferencia de mis compañeros».
—¿De qué manera surgió la denominación de Yoruba Andabo?
—Habían pasado como cuatro miércoles en que tocábamos en la Uneac (sin director, ni nombre; simplemente éramos unos amigos que se divertían), cuando se acercó Pablo Milanés a una de nuestras presentaciones. Se sentó, nos oyó, y por pura casualidad me llamó en el primer intermedio (hacíamos tres tandas) y me preguntó por el nombre de la agrupación, después de elogiar nuestra manera de tocar y de cantar.
«Tocábamos con unos cajones de uno de los miembros del grupo, Pancho Quinto, ya fallecido, quien los usaba para sus actividades religiosas, y en estos se podía leer: “Yoruba Andabo de Pancho Quinto”. Miré para el letrero y le dije: “Se llama Yoruba Andabo” (sabía el significado de ambas palabras: Yoruba por la religión, y Andabo que significa amigo, seguidor, hermano). Pensé que podía funcionar.
«Cuando terminamos la segunda tanda Pablo vino otra vez hacia nosotros para preguntarnos si aceptábamos estar con él en su concierto del Karl Marx, que sería el domingo que se aproximaba. ¡Te imaginas!: ¿Pablo Milanés invitándonos? Le pregunté a la gente porque no podía decidir por los demás, pero ¿quién se resistía a una invitación como aquella? Tenemos que organizarnos, les dije, y todos coincidieron en que si Pablo había hablado conmigo, que yo me encargara del asunto. De ese modo empecé como director».
La música cubana es muy contagiosa, muy rítmica, por eso la rumba es tan importante. Diríamos que si bien no es la raíz absoluta de toda la música bailable, en todo lo que vino después sí está implícita la rumba
—¿Qué sucedió en el Karl Marx?
—Nos agenciamos unas ropitas blancas y para allá partimos con los tres cajoncitos aquellos. El Karl Marx estaba lleno, repleto de arriba a abajo, hasta en los pasillos. Te estoy hablando de ese mismo año 85. Pablo cantó unos cuantos números y luego nos presentó. No olvidaré que interpretamos el primer tema y nos aplaudieron, pero ya en el segundo la gente se puso de pie: y “Otra, otra, otra”. Pablo nos indicó que continuáramos, así que tocamos cuatro temas en total. Después de ese momento sí que nos lo tomamos en serio, aunque nos costó mucho, pero mucho trabajo profesionalizarnos.
«Por ese tiempo se celebraba el aniversario 25 o 24 de la Egrem, y Pablo, que organizaba el festejo, nos dijo que necesitaba un grupo que acompañara a Merceditas Valdés, Tata Güines, Celeste Mendoza y a Omara Portuondo. Iban a cantar una rumba. Le explicamos que lo hacíamos con mucho gusto, pero que enfrentábamos un serio problema: no contábamos con instrumentos, solo los tres cajoncitos, e imaginábamos que Merceditas iba a querer que se le tocara batá, que Tata Güines podía solicitar a su antojo...
«“Despreocúpense, nos tranquilizó Pablo, yo me encargo”. Al otro día estaba en mi casa “revolviendo” al vecindario. Yo miraba televisor cuando entró. “Bueno, ¿qué estás haciendo? Vamos conmigo”. Me montó en el carro y me llevó a la fábrica de instrumentos. Allí me pidió que escogiera los que necesitábamos, que él pagó de su bolsillo. Así armamos Yoruba Andabo. Y claro, acompañamos a esas glorias y el mundo empezó a abrirse».
—¿Qué distingue a Yoruba Andabo del resto de las agrupaciones de su tipo?
—Cada grupo de rumba trata de hallar su sello. A nosotros nos distingue el guarapachangueo en la rumba, que no lo inventó Yoruba Andabo, sino los Chinitos de Jacomino; solo que fuimos los primeros en llevarlo a un fonograma. Allá en San Miguel del Padrón vivía el Chori, uno de los integrantes del grupo; Pancho Quinto tenía muchas relaciones con ellos y nosotros también. Íbamos allá y cantábamos, y nos dio por adoptar ese estilo que ha permanecido hasta ahora.
—Se puede decir que la discografía de Yoruba Andabo ha marchado con mucha suerte...
—Ciertamente hemos tenido mucha suerte con los discos, que han conseguido cuatro nominaciones en Cubadisco, dos de las cuales se convirtieron en galardones; dos premios Egrem; tres nominaciones al Grammy, con uno en casa; otra de la Academia de las Artes Española; el premio Juno Awards and the Canadian Academy of Recording Arts and Sciences (Caras) en Canadá, el equivalente al Grammy en Estados Unidos...
—¿Cómo consiguieron grabar su ópera prima?
—Ya nos habían invitado a otras grabaciones, cuando Pablo decidió producirnos nuestra ópera prima con su Fundación. Nos acompañaron Compay Segundo, Raúl Torres, Xiomara Laugart y Lázaro Ross, y vio la luz El callejón de los rumberos. Después grabamos con una disquera española Del yoruba al son, al que le siguió Rumba en La Habana con Yoruba Andabo, hasta llegar a El espíritu de la rumba, nuestro registro más reciente.
—También hubo muchas otras colaboraciones...
—En efecto. Grabamos con Orlando Valle, «Maraca», tres temas para Tremenda rumba, nominado al Grammy. Asimismo, participamos con Gonzalito Rubalcava, Merceditas Valdés y Guillermo Barreto, en Spirit of Havana. Al mismo tiempo, acompañamos a Merceditas en Aché IV y Aché V, y luego vendría La rumba soy yo, con el que conquistamos el Grammy...
—No mencionas la música que han concebido para varios documentales…
—Otra vez tiene razón: nos otorgaron un premio Caracol por La rumba sin lentejuelas, un documental que después de distinguido no se ha exhibido más en Cuba, pero ese año fue reconocido también, incluso antes, por la Asociación Hermanos Saíz, y consiguió un Coral en el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano; suerte que tuvo Hasta la reina Isabel baila el danzón, otro documental que también se llevó un Coral, y que sí se pudo ver después…
—¿Cómo les ha ido con el más reciente fonograma, El espíritu de la rumba?
—De maravillas; estamos muy contentos con él. Creo que es lo mejor que hemos hecho. Ahí encuentras yambú, guaguancó, columbia, abakuá, todo el complejo de la rumba; incluso la fusionamos sin necesitar otros instrumentos, sino manteniendo los mismos elementos de este género. Y como uno mide lo realizado no por la buena voluntad, sino por los resultados que consigues y la manera en que es acogido, pues nos sentimos felices cuando comprobamos que un tema de ese disco fue el himno del carnaval en Santiago de Cuba, lo que también ocurrió en Guantánamo, en Palma Soriano, en Camagüey, mientras en La Habana se escucha en todos los barrios. Nuestra versión de El necio cuenta con muchos seguidores, por ejemplo.
—Muy aplaudido en varios países, ¿cómo Yoruba Andabo ha conseguido atrapar a otros públicos?
—Mira, José, la música cubana se entiende muy bien; ya viviste la experiencia de lo que sucedió en Veracruz, durante la inauguración del Centro Cultural Latinoamericano Timbalaye. En otros países quizá no sean rumberos, pero disfrutan la rumba, «brincan» con ella; a lo mejor fuera de clave, pero lo hacen. Y es que la música cubana es muy contagiosa, muy rítmica, por eso la rumba es tan importante. Diríamos que si bien no es la raíz absoluta de toda la música bailable, en todo lo que vino después sí está implícita la rumba. Por eso contagia a todos, tanto en Canadá, que la recorrimos de costa a costa, desde Toronto hasta Vancouver, como en Inglaterra. En Noruega, donde son aparentemente fríos, fue un escándalo, y qué decirte de Estados Unidos.
«En ese país la última experiencia importante tuvo lugar en el Carnegie Hall, de Nueva York, a teatro lleno y con el público de pie, al punto de que parecía que estábamos en el Astral o en el América. Si buscas los reportes de la prensa verás lo que dicen los norteamericanos. Ellos no habían visto cosa igual».
—¿Los próximos proyectos?
—Trabajar y trabajar. No descansar, crear y crear más música. Uno no puede estar conforme nunca con lo que hace; cuando un profesional piense que llegó a la meta deja de ser un buen profesional. Siempre hay algo nuevo que aprender, cosas que superar, y ese es nuestro propósito: tratar de superarnos cada vez más... Y nunca perder de vista que trabajamos para nuestro público, porque Yoruba Andabo es pueblo.