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Las grandes cosas y el camino de los pequeños pasos

El joven artista santaclareño Humberto Díaz, que desde el pasado 1ro. de junio presenta una versión de su obra 150  metros de soga en la 55 edición de la Bienal de Venecia, conversa con JR sobre los presupuestos estéticos y conceptuales de sus creaciones

Autor:

Leslie Salgado

Por el Tese del Isolotto del Arsenale, en Venecia, se extienden 150 metros de soga: se vuelven columpio, hamaca, nudo… dialogan sobre la vida, la muerte, hacen referencia a la historia del lugar. Se trata de la obra que el joven artista santaclareño Humberto Díaz ha llevado a la 55 edición de la Bienal de Venecia, y que desde el pasado 1ro. de junio se muestra en el Pabellón del Instituto Italo-Latinoamericano (IILA).

La obra forma parte de la exposición El Atlas del Imperio, preparada por el prestigioso curador alemán Alfons Hug, y donde participan 19 artistas de varias partes del mundo. Miembro de la Asociación Hermanos Saíz (AHS) y graduado de la cátedra de Arte Conducta del Instituto Superior de Arte (ISA), Humberto se suma así a la nómina de quienes defienden la creación cubana en Venecia.

—¿Cuáles son los presupuestos estéticos y conceptuales de la obra que presentas en la Bienal de Venecia?

—La curaduría, de forma general, gira en torno a la nueva geopolítica del arte contemporáneo, así como las consecuencias que trae aparejadas para la autocompresión cultural de Europa y Latinoamérica. En mi caso participo con una versión de la obra 150  metros de  soga, que expuse en 2011 en la muestra colectiva Siniestros, realizada en Galería Habana. La pieza está compuesta por una serie de elementos construidos (columpio, soga con nudos para escalar, pushing bag, hamaca, etc.) a partir de una única soga. Los elementos se van integrando de forma natural a la arquitectura del lugar, y están asociados a diferentes etapas del desarrollo del individuo, desde el nacimiento hasta la muerte.

—Tu obra se caracteriza por un diálogo con los espacios donde se emplaza, ¿cómo ha sido este proceso con la ciudad de Venecia?

—En esta 55 edición de la Bienal de Venecia la exposición se realiza en el Tese del Isolotto del Arsenale, sitio histórico de gran relevancia para la ciudad y para Europa, donde se construían los barcos de la famosa flota que defendía esta plaza. Entre sus inmuebles se incluía la antigua Cordería, que produjo las sogas para los barcos venecianos.

«Yo quise utilizar esta parte de la historia del sitio para crear, con mi instalación, una imagen que remitiera poéticamente a la relación de la Venecia de hoy con su pasado marítimo comercial.

«Esta obra tiene la intención de reflexionar acerca del sujeto y su memoria, haciendo referencias, además, a la propia historia del Arsenal».

—¿Cómo llegas a formar parte de esta muestra del Pabellón Latinoamericano?

—Este año el Pabellón de América Latina acoge la exposición El Atlas del Imperio, organizada por el Instituto Italo-Latinoamericano (IILA) de Roma, curada por Alfons Hug junto a Paz Guevara. Ellos, con el apoyo de la comisaria Sylvia Irrazabal, secretaria cultural del IILA, hicieron la selección de entre un listado de artistas que les fue presentado por el Ministerio de Cultura de Cuba. De esa manera resulté el artista de la Isla elegido para representar a nuestro país.

—En el catálogo de la exposición El extremo de la bala, realizado a propósito de los 25 años de la AHS, afirmas: «mi discurso va en detrimento de los roles del artista y de la obra como instancias primarias del proceso, para llamar la atención sobre el desempeño del receptor…», ¿cómo se ha hace realidad esa aseveración en tus creaciones, ¿qué sucede en el caso del trabajo que muestras en Venecia?

—La disposición de 150 metros de soga en el espacio del Tese del Isolotto, es un site-specific que aprovecha todos los detalles preexistentes en el edificio. A pesar de invadir todo el espacio, esta obra depende de la pericia del espectador, pues se funde con la arquitectura del lugar hasta casi desaparecer por momentos.

«Esto provoca que la obra en su totalidad solo pueda ser apreciada por alguien que mire más detalladamente la exposición, quedando para los demás espectadores solo fragmentos aislados. Por lo demás, me interesa provocar conexiones relacionadas con el universo vivencial de cada visitante y adentrarme en el terreno de sus emociones, por lo que me enfoqué en crear una obra totalmente interactiva, participativa y accesible, quitando de alguna forma las distancias impuestas entre el espectador y la obra, propiciando, al mismo tiempo, un relato personal y colectivo-histórico».

—¿A través de qué nexos se teje tu relación con la AHS? ¿Cómo ha influido en tu carrera el formar parte de esta organización?

—Soy miembro de la AHS de Santa Clara desde que estaba haciendo mi servicio social. Con la Asociación participé en mis primeras exposiciones en esa ciudad, y luego en otras más recientes como El extremo de la bala, que hacen parte de la trayectoria que hoy me trae aquí. No se puede pensar en las grandes cosas sin haber transitado el camino de los pequeños pasos.

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