Fotograma de Érase una vez que yo, Verónica, de Brasil. Autor: Internet Publicado: 21/09/2017 | 05:28 pm
El Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, dedicado este año a los jóvenes, vuelve a inundar pantallas, salas y arterias capitalinas, con la diferencia de que los últimos diez u 11 meses se cuentan entre los períodos más prósperos para las cinematografías de esta parte del mundo, y así desfilan entre nosotros algunas películas premiadas, aplaudidas y discutidas en las más diversas latitudes. Excelente ha sido la cosecha anual de lauros para el cine latinoamericano, incluso en los principales y más antiguos festivales europeos. Todas las cintas mencionadas a continuación se hallan en el Festival, aunque aparezcan señaladas a propósito de anteriores triunfos.
A principios de 2012 ocurrió la edición número 62 del Festival de Berlín. La demora, coproducción entre México y Uruguay dirigida por Rodrigo Plá, recibía el premio del jurado ecuménico y el de los lectores del diario Der Tagesspiegel, por la «solidez fílmica y sensibilidad de su retrato social». Retrato conmovedor e impactante sobre la vejez desprotegida, La demora significa el regreso a Uruguay, su país natal, de Rodrigo Plá, quien se consagró en México con La Zona y Desierto adentro. Por otra parte, el Oso de Plata a la mejor dirección en dicho certamen fue concedido a Christan Petzold por Barbara, entre los títulos más destacables de la Muestra dedicada al país germánico.
Cuatro meses después, más o menos, se entregó el palmarés de la edición 65 de la cita de Cannes que incluyó, como premio al mejor director, al mexicano Carlos Reygadas por Post Tenebras Lux, radical y vanguardista reflexión sobre la violencia, la masculinidad y lo rural en el México contemporáneo y ancestral. En cuanto a secciones paralelas, se reconocieron varias películas latinoamericanas, algo sin precedentes para filmes de esta región: la también mexicana Después de Lucía, de Michel Franco, en Una cierta mirada; y No, el filme chileno de Pablo Larraín, se irguió como ganador en la Quincena de los realizadores. Esta última, que aborda el período final de la dictadura militar pinochetista, que sirve de colofón a la trilogía que sobre este tema venía desarrollando Larraín mediante Tony Manero y Post Mortem.
Presentada con notable éxito de público en Cannes y en otros certámenes a lo largo del año, la argentina Elefante blanco, de Pablo Trapero, completa la trilogía del cineasta sobre el ambiente urbano, violento y marginal recreado en las anteriores La leonera y Carancho, sin embargo, ahora propone mayor inclinación a los delirios delincuenciales, policiacos y pandilleros. Protagonizada por Ricardo Darín, nos muestra a dos curas que ejercen su oficio en el contexto de una colonia donde reinan la delincuencia, el tráfico de drogas y los ajustes de cuentas entre pandillas rivales. De acuerdo con Labutaca.net, «el tono de thriller vibrante del conjunto ayuda a la digestión de su compromiso, desde una opción visual, estética y narrativa en ocasiones cercana a Ciudad de Dios y que acerca este Elefante blanco a un palco mucho más amplio que el interesado en el drama de denuncia social».
Todavía en el Festival de Cannes, la Semana de la crítica coronó triunfante la mexicana Aquí y allá, del español Antonio Méndez Esparza, y concedió un galardón importante a Los salvajes, ópera prima del argentino Alejandro Fadel. El corto ganador de la Semana fue O Duplo, de la brasileña Juliana Rojas, mientras que el tercer premio de la Cinéfondation, consagrado a estudiantes de cine, recayó en Los anfitriones, realizada por el peruano Miguel Ángel Moulet en la Escuela Internacional de Cine y Televisión, en San Antonio de los Baños. Además de las secciones paralelas, debe decirse que el Gran Premio en Cannes recayó en la italiana Reality, de Matteo Garrone, que aparece en la programación de la Muestra italiana.
Siempre amante del cine latinoamericano, el más reciente Festival de San Sebastián otorgó medalla de plata a la favorita Blancanieves, de Pablo Berger (Muestra española), la cual se llevó el Premio Especial del jurado y la Concha de Plata a la mejor actriz para Macarena García. Por El muerto y ser feliz, de Javier Rebollo (en la Muestra española), que se llevó el galardón de la FIPRESCI, José Sacristán terminó como el mejor actor, en tanto la sección Horizontes eligió para menciones especiales dos títulos que también se verán en La Habana: la brasileña Era uma Vez Eu Verónica, de Marcelo Gomes, y la ya mencionada Después de Lucía. Finalmente, el premio Signis recayó sobre la argentina Días de pesca, que significa el regreso de Carlos Sorín (La película del rey, Historias mínimas) al paisaje patagónico, los personajes desolados e inermes, asó como a la competencia principal de nuestro Festival.
Además de la intimista y delicada Érase una vez que yo, Verónica, el cine del gigante del Cono Sur propone títulos muy recomendados por la crítica nacional más exigente: Febre do rato o La fiebre del ratón, del pernambucano Cláudio Assis —consagrado con sus retratos amargos de la realidad urbana o rural nordestina en Amarelo Manga y Baixio das Bestas— y Hoy, donde Tata Amaral actualiza el tema de la dictadura brasileña, pero desde la perspectiva de la superación de la culpa, y nunca de manera directa, sino más bien poética. Todo transcurre dentro de un apartamento, excepto el final, y se presentan personajes atrapados en sus traumas y miedos, como ya se veía venir en otras películas de la autora como Através da Janela y Um Céu de Estrelas.
La fiebre del ratón fue realizada en blanco y negro con una preciosista fotografía del veterano Walter Carvalho, quien redescubre la ciudad de Recife y sus personajes periféricos, afavelados. Assis aspira a conseguir la belleza no solo mediante la fotografía, sino también a través de los poemas escritos por su habitual guionista Hilton Lacerda, y que en la ficción aparecen acreditados al personaje de Zizo, un poeta marginal que edita el tabloide Febre do Rato, expresión popular de Recife para expresar algo fuera de control. Zizo, el protagonista, es un personaje anárquico, apasionado, intenso y extremo, que desafía la lógica y el sentido común.
Respecto a otras competiciones que marcaron pautas a la hora de establecer raseros y demarcar la élite de la actualidad cinematográfica, se encuentran las de Moscú y Nueva York. En la capital rusa resaltó este año el premio de ópera prima a la mexicana Fecha de caducidad, de Kenya Márquez, una película cuyo personaje principal es la viuda Ramona, quien se desequilibra cuando desaparece su único hijo. La selección oficial del Festival de Nueva York incluyó las ya citadas Barbara, El muerto y ser feliz y Aquí y allá, además de Kinshasa Kids, del belga Marc-Henri Wajnberg (en el Panorama Internacional), La noche de enfrente, una de las películas postreras del cineasta chileno francés Raúl Ruiz (presentación especial) y la muy famosa No, de Pablo Larraín (en la disputa del Coral por Chile).
El tercer Pablo en competencia, además del argentino Trapero y el chileno Larraín, es el uruguayo Stoll, quien definió su más reciente película, titulada 3, como «una comedia sobre tres personas y su absurda condena: ser una familia». Luego del éxito de sus dos primeras obras, dirigidas junto a Juan Pablo Rebella (25 Watts y Whisky) y de la buena crítica cosechada por su largometraje Hiroshima, Stoll se concentró en Rodolfo, a quien la vida le parece vacía y fría en su casa, en donde parece sobrar. Su primera esposa Graciela y la hija adolescente de ambos, en cambio, están viviendo momentos definitorios de sus vidas. Sutilmente, él tratará de ocupar el lugar que tenía y que dejó hace diez años.
También en la cuerda de la comedia vibran dos (La película de Ana y Se vende) de los tres largometrajes de ficción cubanos en la porfía, pero sobre ellos tendremos mucho más tiempo para comentar más adelante, o luego de que se entreguen los Corales de una competencia que se anuncia bastante complicada, sobre todo cuando existen varias películas de alta calidad, porque siempre es difícil elegir «ganadores» en el arte y la comunicación. Parece quizá erróneo o peregrino que un concurso de películas se acoja a las mismas jerarquías restrictivas que un hipódromo, coliseo o estadio. Pero esas son las reglas. De nada vale impugnarlas en tanto no se inventen mejores fórmulas para promover y presentar una película en los festivales internacionales de cine. Y el de La Habana ya comenzó.