Fotograma del documental El héroe al que nadie quiso. Autor: Juventud Rebelde Publicado: 21/09/2017 | 05:06 pm
Como es sabido, la Feria Internacional del Libro en esta vigésima edición se dedica a los bicentenarios de la independencia de la región, entre ellos el de Argentina. Es por ello que el país austral ha traído también un importante programa audiovisual.
En el Pabellón de las culturas invitadas, la Casa del ALBA Cultural y esa otra mayor de tales encuentros (Casa de las Américas) se puede tener acceso a disímiles visiones y versiones de la historia argentina con el pretexto de la redonda conmemoración.
Desde veteranos como Leonardo Favio a puntales del llamado «Nuevo nuevo cine» como Lucrecia Martel, Pablo Trapero y Gustavo Postiglione, pasando por otras autorías no menos respetables (Carlos Sorín, Alberto Lechi, Juan José Musid…) y hasta algún actor devenido realizador (Víctor Laplace), Argentina vuelve a fundarse desde las imágenes fílmicas de algunos de sus más prestigiosos cineastas.
El programa en conjunto se titula 25 miradas-200 minutos, y se trata justamente de ello: ese número de filmes de ocho minutos que suman tal tiempo dentro del cual, según cada estilo y maneras de concebir el cine, se discursa en torno a la Historia dentro de historias individuales, el pasado y el presente, los pasadizos socioeconómicos, psicológicos, personales y colectivos que bullen dentro de la inmensa nación.
Israel Adrián Caetano (Pizza, birra, faso) emplea en El héroe al que nadie quiso la voz en off de una maestra de quinto grado, la cual mediante un ejercicio docente pretende motivar y agitar la memoria histórica de sus pequeños discípulos. Marcos Carnevale (Elsa y Fred) elige esta vez el «falso documental», para acercarse imaginariamente a una testigo de excepción: Mercedes, mujer de... 212 años a través de los cuales se ha codeado con los personajes más importantes del país.
Albertina Carri (La rabia) prefirió introducirse «puertas adentro», valorar cómo el cine durante los decenios 60 y 70 del pasado siglo fue una importante arma política, en su corto Restos; también dentro de tal imaginario, Leonardo Favio (Aniceto) inserta en Gente querible frases de próceres sobre segmentos fílmicos de su propia obra.
Sandra Gugliotta (Un día de suerte) prefirió una historia más íntima, pero sin perder las resonancias colectivas que implica el caso de una militante política y su pequeña hija, quienes huyen de casa ante un operativo militar en tiempos de dictadura, mientras Juan José Jusid (Asesinato en el Senado de la nación) sigue fiel a su gusto por el análisis histórico, aunque esta vez en el justo presente, al focalizar a un grupo de padres quienes, en el acto del 25 de mayo, para celebrar el Bicentenario, enfrentan el conflicto de los criterios divididos en la cinta Intolerancia.
Más experimental, Víctor Laplace reflexiona en Ser útil hoy sobre los 200 años que corren a partir del ahora mismo, mientras, en la habitual línea de rupturas y contrastes, la Martel (La mujer sin cabeza) en su aporte, Nueva Argirópolis, empalma fragmentos de conversaciones, movimientos en las zonas costeras, videos circulantes por Internet que delatan un clima de conspiración, que también puede leerse como un intento de refundación.
Los «herederos» del desaparecido Luis Puenzo (La historia oficial), Lucía y Esteban Pepe vuelven en Más adelante a la carga desde las propias armas fílmicas, cuando evocan el año 1910, durante los festejos del Centenario, cuando un oligarca encarga a un cineasta un corto conmemorativo que imagine la Argentina cien años después. Sorín (Historias mínimas) arma un documental en Las voces y el silencio, donde científicos, artistas y otros intelectuales disertan sobre las expectativas nacionales, contraponiendo sus declaraciones a planos de niños que miran a cámara en silencio, abriendo con ello un tácito diálogo intergeneracional; por su parte, Gustavo Taretto (Medianeras) metaforiza en torno al «desencuentro histórico», convencido de que sus coterráneos portan un sentido trágico de la existencia, en Una vez más...
Dentro de estos y otros tantos cortos que forman el variopinto proyecto audiovisual late, al margen de preferencias y cristalizaciones estéticas, un mapa de la Argentina a lo largo de estos dos siglos de independencia, donde tantos devaneos y accidentes, períodos de dictaduras y democracias, han conformado una nación compleja y hermosa, emergente siempre, pese a los sangramientos y los dolores, que de cualquier manera ha aprendido a aprender de sus conquistas y reveses.