Constituye una de las propuestas del Ballet Nacional de Cuba para la presente temporada estival
Hasta mañana permanecerá La Cenicienta en la sala García Lorca del Gran Teatro de La Habana; coreografía del cubano Pedro Consuegra, «perfecta para estos días de verano», según considera Alicia Alonso, directora del Ballet Nacional de Cuba, responsable de la puesta en escena de esta obra que recrea la afamada trama ideada por Perrault y que junto a La bella durmiente (finales de agosto), constituyen las propuestas de la importante compañía para la presente temporada estival.
«La Cenicienta me gusta mucho. Me encanta la música de Strauss, que mueve mis pies incontrolablemente. Es muy danzable, muy alegre. Magnífica para un ballet que se ve con una sonrisa», asegura entusiasmada Alicia a JR.
Sobresale en esta presentación —protagonizada por Anette Delgado y Joel Carreño (jueves), Bárbara García y Javier Torres (viernes), Yolanda Correa y Ernesto Álvarez (hoy); y Viengsay Valdés y Elier Bourzac (mañana)—, el hecho de que los papeles «secundarios» son interpretados, en su mayoría, por figuras noveles que, «no obstante, dice la prima ballerina assoluta, vienen muy preparados. El Ballet Nacional de Cuba cuenta con mucha gente joven de un inmenso talento, y lo esencial es que trabajan muy duro y con grandes deseos».
Así y todo, el montaje ha sido arduo, a decir de la maître Consuelo Domínguez, «porque hacía cuatro años que esta divertida creación no se representaba. Se trata de un ballet de abundante pantomima, que debe interpretarse de manera clara y sin excesos para evitar caer en el estereotipo».
En esta Cenicienta el cuerpo de baile también está renovado. «Es cierto que su experiencia es escasa, pero estos muchachos no piensan en el descanso. Son muy receptivos y han respondido muy bien, al igual que aquellos que debutan». Ese es el caso, por ejemplo, de Leandro Pérez, quien posee una evidente capacidad para asumir roles de carácter.
«No deja de extrañar que alguien tan joven como yo asuma este tipo de personajes, destinado generalmente a bailarines con más currículo profesional», se asombra Leandro. Y es que son papeles que exigen destreza técnica, pero también histrionismo, dominio de la pantomima.
«Entonces, puedes entender que esté muy contento, pues defender a Leontine me permite superarme como artista, y en este caso hasta satisfacer otra vocación que ha estado por ahí “escondida”: la actuación. Solo no quisiera que me encasillaran», pide Leandro, quien proviene de una familia de músicos, y por ello cree que este apego suyo por el arte sea hereditario.
Yvette y Fanchon, las egoístas hermanastras de Cenicienta, serán vestidas por primera vez por Jessie Domínguez, Gretel Morejón, Regina Hernández y Lissi Báez; nombres que ya se leen con frecuencia en los programas de mano. Mas estar en los elencos no cae del cielo. Para lograrlo, dice Lissi, es primordial mantener la disciplina y el rigor diario.
«Siempre me atrajo el rol de la hermanastra de Cenicienta. La llamo la gruñona, porque todo le molesta. Es muy divertido y, al mismo tiempo, está lleno de matices», dice esta muchacha que en septiembre cumplirá seis años de permanencia en el BNC y quien de niña se sintió más atraída por la danza española. «Sin embargo, el ballet clásico me llegó primero. Aprobé en L y 19, algo en lo que quizá no había pensado antes por lo poco probable, y ya ves...».
Mientras, el muy joven Osiel Gouneo parece haber entrado por la puerta ancha. Y es que en tan solo siete meses, después de integrar el pas de six de Napoli, volverá a mostrar su potencial, ahora como Monsieur Toucour, el maestro de danza de Yvette y Fanchon. «Me siento muy feliz —enfatiza—, porque Toucour muestra un desempeño importante en escena y requiere un notable despliegue artístico y técnico».
Con dotes privilegiadas, todo indicaba que Osiel formara parte del BNC después de participar en concursos internacionales como el de Varna, Bulgaria, donde obtuvo la Plata; y en el de Beijing, donde ganó el Oro.
Quería ser músico este muchacho de 18 años, el cual se decidió por la danza «empujado» por sus padres, y que sueña con convertirse en el Basilio de Don Quijote o en el Príncipe Sigfrido de El lago de los cines, así como con «estar por mucho tiempo en esta compañía y ser “grande”». Su principal paradigma es el primer bailarín Carlos Acosta, aunque «confío en Joel Carreño, que no ha dejado de ofrecerme una ayuda excepcional y es también un magnífico bailarín».
Con un probado aval, Jessie Domínguez no tenía aún en su nada despreciable carrera un personaje como las «vigilantes» de Cenicienta. «Mi personaje requiere de una total concentración para no “perderlo”. Lo más complicado ha sido contenerme para no reflejar alegría en escena, lo cual es difícil para mí.
«Aunque pueda parecer lo contrario, esta es una coreografía cuyos pasos no son sencillos... También agota mucho. Hay que estar todo el tiempo “arriba” para llegar al final con buena “bomba”», enfatiza la Domínguez, quien asegura que sus principales armas son el tesón y la dedicación. No obstante, «si veo un papel que me gustaría interpretar y no aparezco en el elenco, me lo aprendo y se lo enseño a los maestros para que comprueben si sirvo o no para él. Ha sucedido que he terminado bailándolo. Es decir, que, como en todas las carreras, en el ballet también hay que esforzarse para hallar lo que se desea».
Jessie, a quien le encantaría verse en el futuro como el Destino de Carmen y que finalmente consiguió hacer la Mercedes de Don Quijote durante la reciente presentación en Grecia no niega sentirse por las nubes y «satisfecha con lo que he conseguido hasta el momento. Eso indica que mi carrera no está estancada, sino que ha ido in crescendo».