Cuando yo asistía a los primeros grados, escuché que mi madre decía a una amiga: «La niña es muy femenina, no soporta la aritmética, le encantan las letras». Quisiera pensar que mi rechazo a las ciencias tiene su origen en el afán de hacerme acreedora de aquella fama, edificada sobre una base falsa, pero temo que se deba a mi escaso cociente (¡ah!, también se acepta coeficiente) intelectual. Lo cierto es que los científicos —debo confesarlo apenadísima— despiertan en mí una admiración muy cercana a la envidia. Hoy he decidido, si no te parece mal, dedicar nuestro tiempo a los números; hay algunas dudas que quizá podamos ayudar a erradicar desde aquí:
Los millares y los millones se separaban antes por medio de puntos (25.378). En algunos países americanos, como el nuestro, se prefería la coma (13,624). Ahora, se ha establecido internacionalmente que no se use ni un signo, ni el otro. Para evitar confusión al leerlos, se aconseja separar la cantidad en grupos de tres (3 471 289).
Esta orientación no se sigue cuando se trata de páginas, de años o de decretos, artículos y leyes. Así, por ejemplo: En la página 3452 de ese diccionario, encontré la palabra que buscaba. El artículo 1729 de la ley 89 del año 2005, lo expresa así, claramente.
Para separar los enteros de los decimales, sí se emplea el punto, y mejor, la coma: El bebé nació pesando 3,4 kilogramos, también: 3.4 kilogramos.
Si al tiempo nos referimos, para expresarlo con números, escribiremos: Eran las 3.45 de la tarde. También: Eran las 3:45 de la tarde. ¿Ves? Lo mismo separamos las horas de los minutos con punto, que con dos puntos.
Los números arábigos y los romanos se unen por medio de guiones en algunos casos. Veamos: José Martí (1853-1895). Pudiéramos escribirlo también de esta manera (1853-95), porque coinciden los dos primeros dígitos de ambos años.
Ocuparon ese territorio durante los siglos X-XII.
Iba a decir: «Otro día continuaremos con el tema; en cuanto a números, hay mucha tela por donde cortar», pero tengo fobia de las frases manidas.
La respuesta de hoyRecibí el siguiente mensaje, que agradezco mucho: «Leí en su sección Palabras que van y vienen del pasado día 23, una esclarecedora explicación sobre el término deja vu. En español la palabra que se utiliza es paramnesia. Y disculpe que pretenda «bailar en casa del trompo». Le envío mis saludos. Matilde Bueno Pubillones.
¿Recuerda, Matilde, aquellos versos del autor español, que retomó nuestro Miguel Barnet, en los inolvidables suyos al Che: «...el poeta eres tú»? Pues, querida lectora, el trompo es usted. Ni en el DRAE, ni en el Diccionario terminológico de ciencias médicas, de Salvat, lo había encontrado. Claro está, la edición que poseo de este último, es la del ‘72, una reedición de la décima del 68. ¡Imagínese!
Aprovecho para pedirles a los lectores, que si no les resulta muy molesto, me envíen sus críticas, sin pena ninguna; muy por el contrario, es un favor que agradeceremos muchísimo todos los que pretendemos aprender un poco más cada día. Debemos recordar a Sócrates: «Solo sé que no sé nada». Por cierto, un amigo mío, muy simpático, le agregaba siempre a la célebre frase: «... y ni siquiera de eso estoy seguro».