La obra de posiblemente sea la de mayores dimensiones realizada en nuestro país y será instalado próximamente en uno de los edificios más altos de la ciudad de Holguín. Su autor es el caricaturista holguinero Tomás Rodríguez Zayas (Tomy)
HOLGUÍN.— Esta vez no encuentro a Tomy entre pinceles y lienzos, sino de brocha gorda y descamisado. Hasta en su canosa coleta hay salpicaduras de distintos colores. Suda, pero sonríe. Se retira algunos pasos de la imagen que construye, acomoda los espejuelos sobre la nariz aguileña, y escruta cada detalle cual si jalonara un terreno.
El caricaturista holguinero Tomás Rodríguez Zayas está enfrascado en la realización de uno de sus más acariciados proyectos: un mural cerámico de gran formato alegórico al Comandante Ernesto Che Guevara
Al cabo de varios días de trabajo en uno de los talleres de la Fábrica de Cerámica Blanca José Luis Tassende, en la ciudad de Holguín, se halla a punto de concluir las labores de pintura y cocido de las más de 3 700 lozas que lo compondrán, para una superficie total de alrededor de 200 metros cuadrados.
La obra, que será instalada en uno de los edificios más altos de la Ciudad de los Parques, se inspira en uno de los diseños más reproducidos de Tomy, y se distingue de otras presentadas sobre el Che por el hecho de que no se ciñe al esbozo iconográfico de su imagen.
Tomy en la confección del mural. —¿Cuál es la concepción artística de este mural?
—Se trata de la reproducción a gran escala de un diseño que hice hace ya algunos años para ilustrar un trabajo periodístico publicado en la revista El Caimán Barbudo. El tema era el de la comercialización de la imagen del Che, que ha sido utilizada, incluso, para cosas sin sentido, o que no guardan relación alguna con esa personalidad tan importante de nuestro tiempo.
«Consiste en una historieta a cuatro cuadros, donde aparece un joven con un pulóver sobre el cual lleva estampado el rostro del Che. Se lo va quitando en una especie de striptease, pero al terminar de hacerlo, él lleva esa misma estampa grabada en la piel de su pecho.
«Este diseño tuvo un gran impacto y se reprodujo en distintos soportes, publicaciones, libros, revistas, en Internet. Se realizó incluso una versión de formato menor en cerámica. Lo cierto es que, aunque siempre tuve la idea de retomar esta obra en mayores dimensiones, no había pensado siquiera en esa técnica, pues supondría algunos retos».
—¿En cuál sentido?
—Me propusieron instalar el mural en la culata de uno de los edificios de 18 plantas de la ciudad, por lo cual debía tener unas dimensiones proporcionales a este. Se hicieron los cálculos. Esta edificación se encuentra en un lugar ideal, pues es de mucha concurrencia y está muy cercana al estadio Calixto García y a la Plaza de la Revolución.
«Mis preocupaciones no estaban precisamente en el esfuerzo físico al cual me sometería, sino en que la imagen en su conjunto pudiera divisarse con claridad a esa altura y, al mismo tiempo, no se alterase la fortaleza del mensaje.
«En cuanto al proceso creativo del mural, dadas sus dimensiones, no cuentas con el espacio suficiente para apreciarlo en toda su amplitud, por lo que resulta necesario trabajarlo por partes.
«Esto implica pintar cada vez sobre segmentos de unas cien lozas de cerámica sin esmaltar, las cuales, luego de terminadas, se desmontan del panel y se llevan al horno. Realizamos una numeración rigurosa de cada una de las piezas a fin de conocer su ubicación exacta. Ha sido como construir un rompecabezas. No obstante, hemos avanzado a un ritmo acelerado.
«En la pintura se emplearon pigmentos metálicos, los cuales tienen la propiedad de que aparentan ser muy opacos, pero luego de que se cuecen se tornan muy intensos.
«El apoyo de la fábrica ha sido excelente. Nos han brindado todas las condiciones, y en este sentido también la labor de mi ayudante Luis Zamora Ferrer, un joven pero experimentado obrero de la empresa, ha sido decisiva».
—¿Llegaste a conocer al Che?
—Tuve la suerte de verlo una sola vez. En el año 1961, durante la Campaña Nacional de Alfabetización, yo tenía entonces doce años de edad y participé en el desfile en la Plaza de la Revolución. Lo vi desde cierta distancia, pero durante toda mi vida he sentido una gran admiración por él y he tratado de seguir su ejemplo, sobre todo por ese estoicismo, esa capacidad que tenía para trabajar incansablemente y dedicarse a tareas disímiles.
«El Che constituye un paradigma para los artistas. Tenemos mucho en común, pues para que una obra llegue a materializarse, debemos derrochar antes muchas horas de trabajo, de esfuerzo físico, pero también de creatividad».
—¿Dónde alfabetizaste?
—En un lugar de la provincia de Holguín. En Juliana 1, Guaro, en el municipio de Mayarí. Allí me correspondió una familia campesina que me acogió como a un hijo. Hace poco pregunté por el padre de familia y me dijeron que aún vive. Tiene ya 104 años de edad y se llama Felipe Osorio Tamayo. Esa ha sido una de las experiencias más gratas de mi vida. Me marcó para siempre.
—¿Resulta tu primera experiencia con la cerámica?
—Es una de las primeras. Gracias a que este mismo año participé en un evento de ese tipo, aquí mismo en Holguín. Me resurgió la idea de este proyecto y fue cuando me di cuenta de que era algo completamente posible.
«Un gran inspirador fue el también grabador y pintor holguinero Julio Méndez Rivero, director del proyecto cultural Plaza de la Marqueta».
—¿Cómo esperas que sea recibida esta obra?
—Los artistas raras veces están conformes con sus obras, porque siempre son perfectibles. A lo que temo es a la posibilidad de que el resultado final no se corresponda con el ideal que me he creado en la mente. Tampoco sé aún cómo va a funcionar el mensaje a esa altura, en esa perspectiva, pero son riesgos que hay que correr. Lo otro es que la cerámica tiene la característica de que después de colocada se convierte en algo casi eterno.
«En cuanto a la fase de montaje, es algo que no me corresponderá a mí, sino a los maestros que designe el territorio. Así que tal vez la veré en su espacio definitivo. Seré también uno de sus espectadores.
«Algunos ya me preguntan si será el más grande del país. Por lo menos sé que es el mayor mural de su tipo que se haya concebido en la provincia de Holguín. En la fachada del hotel Habana Libre, en la capital, existe uno realizado por Amelia Peláez de dimensiones muy grandes.
«Pero, sinceramente, no es eso lo que más me preocupa, sino la aceptación final de la obra y, sobre todo, que siga siendo la mejor suerte llevar al Che en nuestra piel».