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La cineasta Alice de Andrade. Foto: Franklin Reyes No lo duda dos veces la cineasta Alice de Andrade para asegurar que su progenitor, el destacado realizador brasileño Joaquim Almeida de Andrade, fundador del Cinema Novo y desaparecido físicamente en 1988, fue «el mejor papá del mundo». Alice está consciente de que su mayor aporte a la cultura latinoamericana y universal era restaurar y conservar la valiosa obra cinematográfica de su padre, cuya mayor parte puede ser apreciada por estos días en el cine La Rampa, de la capital, pues el 29 Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano le ha dedicado una retrospectiva.
«Cuando mi padre murió, yo vine a Cuba para un taller en la Escuela Internacional de Cine de San Antonio de los Baños, y traje conmigo las matrices de algunas películas suyas, que no tenían ni siquiera una buena copia, para enseñarlas a los estudiantes. Después estuve en el Festival Internacional de Cine de La Habana, donde logré vender varias de estas para la televisión internacional. Al regresar a Brasil se perdió esa caja y nos quedamos sin el material.
«En el año 1994 hicimos una retrospectiva, todavía se lograba sacar alguna que otra copia de las películas, pero cuatro años después constatamos que eso ya era imposible, porque en mi país se hace a partir del negativo original, lo cual es una práctica terrible, porque lo echa a perder.
«Llevamos cuatro años buscando materiales por todo el mundo, comparando, estudiando, cotejando información sobre las películas para evitar traicionar la voluntad del director; interrogando a sus colaboradores, a sus amigos. Hicimos una labor muy meticulosa también con la Cinemateca de Sao Pablo. Escaneamos con el laboratorio de Teleimage y de cada material escogimos la mejor parte para luego juntarlo todo de nuevo en 35 mm.
Alice considera que esta retrospectiva es la más completa que se haya exhibido hasta la fecha. «Está toda su obra, todo lo que él hizo en película desde 1959 hasta 1981, sin los videos. Mi padre empezó con cortos documentales sobre grandes escritores brasileros (El maestro de Apipucos, El poeta de Castelo), después se fue a la ficción y realizó un largo documental sobre Garrincha. Más tarde rodó El cura y la muchacha, inspirado en un poema de Carlos Drummond de Andrade, y Macunaíma, la película más conocida de todas, una adaptación de un romance fundador de la cultura de mi país, de Mário de Andrade. Es un filme muy loco, iconoclasta y divertido, que cuenta con un reparto de magníficos actores (Grande Otelo, Dina Staf, Milton Gonçalves, Rodolfo Arena).
«Luego, durante lo más duro de la dictadura brasileña, cuando había mucha represión, rodó una película histórica a partir de un episodio sobre una conspiración que tuvo lugar en Minas en el siglo XVIII, cuando intelectuales intentaron zafarse de la corona portuguesa (Los conspiradores). Y fue muy atrevido, pues con ella logró hablar del presente de la época, de la violencia, de la truculencia de la opresión y, a pesar de esto pudo pasar la censura sin que le cortaran ni un solo fotograma. Es una película increíble.
«Después llegó Guerra conyugal, una sátira sobre la violencia, y por último filmó una película sobre la vida y la obra del escritor Oswald de Andrade (El hombre de Pau-Brasil); una comedia bastante compleja, pero que a mí me gusta mucho. Como fue una cinta muy, muy difícil no pudo hacer ninguna otra en lo adelante.
«Además de eso, hay en la retrospectiva cortos muy lindos sobre la construcción de Brasilia, sobre el escultor barroco brasileño Antonio Francisco Lisboa (El Aleijadinho), así como otros de ficción que son geniales.
«Creo que si el público cubano tiene tiempo de ir y verlas en su conjunto, obtendrán una imagen muy clara de Brasil, de su historia más reciente, algo que no había sido posible hasta la fecha. Ni siquiera mi padre tuvo oportunidad de hacerlo. Es por eso que me parece que los cubanos han tenido una suerte inmensa».
