Foto: Roberto Suárez Como la novia de Hamlet, Ofelia se nombran los siete personajes femeninos del libro homónimo de Aida Bahr, que le valió el codiciado Premio Alejo Carpentier 2006 en cuento —entregado este lunes en el marco de la XVI Feria Internacional del Libro—, hecho que, confiesa, la sorprendió. Y le creo. Pero eso no quita que la sólida narradora holguinera radicada hace unos años en Santiago de Cuba, y directora de la prestigiosa Editorial Oriente, no sienta, al mismo tiempo, una gran satisfacción.
En Ofelias cobran vida desde una niña de seis años hasta una anciana de un poco más de 80, pasando por una muchacha de 14 y una mujer de 25. «Son siete cuentos, explica Aida, que permiten ver a mujeres de distintos rangos de edades, en condiciones diferentes y situaciones límite. Todas están afectadas por algo. Busco llamar la atención sobre cómo en la vida cotidiana se presentan factores que predisponen a la alienación, a que una persona se sienta sola, desprotegida, a que no se reconozca. Eso me parece terrible.
«En este libro, por primera vez, todos los cuentos se me ocurrieron juntos. Antes de escribirlos los tenía de principio a fin en mi cabeza. Son historias un poco “negras”, para decirlo de alguna manera, donde intervienen el dolor y el miedo. Más el dolor que el miedo».
—La trama de sus libros se desarrolla en la Cuba de hoy, y, por lo general, tienen finales amargos. ¿Es que no ve la vida con optimismo?
—Si escribiera sobre otro país y de otra realidad, contaría más o menos lo mismo. Llena de buenos momentos, como resultado de sobreponernos constantemente a los malos, la vida es un constante luchar. En realidad, yo no era consciente del peso negativo en mis historias, hasta que una buena amiga inglesa se lamentó de no poder leer mis libros y le traduje dos cuentos cortos. Luego me dijo que le habían gustado mucho, pero que eran muy tristes. Empecé a buscar uno alegre para enviárselo, pero no lo encontré. Parece que hay en mí una preocupación subconsciente que me lleva a eso.
«Los críticos me hicieron ver que mis personajes siempre están dentro de situaciones trágicas, muy dramáticas. Hubo incluso quien señaló que salían derrotados, pero no estoy de acuerdo. En Perder dos veces, que está en Ellas de noche, la protagonista se reencuentra con su novio, 15 años después. Tienen una relación, aunque está casado. Ella decide no terminarla, porque se da cuenta de que sigue significando para él lo mismo que antes. Está muy rabiosa y frustrada, mas no derrotada, porque es capaz de asumirlo. Solo tengo un cuento con humorismo y final feliz: Más rubia y más pecosa. En los demás, desgraciadamente, no ocurre igual. En Pequeño corazón, que pertenece a Espejismos, mi más reciente libro, manejo mucho el humor, mucho, pero es muy doloroso. Espero poder escribir algún día algo con otro signo, otra imagen. Sin embargo, los héroes que para mí valen la pena no son aquellos que mantienen una actitud heroica un día, sino los que en el día a día saben sobreponerse a las dificultades.
«Mira, yo no escribo para crear conciencia de nada, sino para hacer literatura, para que la gente lo disfrute y se identifique con los personajes. Por supuesto, soy una persona con criterios sobre las cosas, y eso sale en la narrativa. Pero no pretendo convencer a nadie. Si tengo una historia que vale la pena, la cuento. Si algo enseña, será sobre el ser humano. Yo, para defender la Revolución, hago un artículo, un discurso, etc. Pero los cuentos son, sencillamente, cuentos».
—¿Por qué la mujer siempre está en el centro de su obra?
—Hay personas que piensan que escribo para las mujeres, pero no es así. Escribo desde la mujer. Hay quien me pregunta si eso me limita, pero no lo creo. Existen muchos narradores importantes a nivel mundial que siempre han escrito desde el hombre, y nadie los considera limitados. Las historias que se me ocurren son vividas por mujeres, pero ello no significa que no involucren a los hombres. Mi novela Las voces y los ecos habla de la intolerancia, de los prejuicios, de los problemas que afectan tanto al hombre como a la mujer. Eso sí, manejo mejor los personajes femeninos que los masculinos. Ojalá que eso no constituya un obstáculo para comunicarme con los hombres.
«Mi literatura tampoco es feminista. Me creí feminista hasta que asistí a un congreso internacional en 1992 y escuché a 200 mujeres gritando: “abajo los hombres”. Hay muchas ideas erradas al respecto. Decir que la mujer tiene que ocupar el lugar del hombre es una equivocación. Ella tiene que estar a su lado, porque posee las mismas capacidades, pero no somos iguales, lo que debemos tener es igualdad de oportunidades».
—¿Cómo se las apaña para llevar las dos cosas: escribir y dirigir la Editorial Oriente?
—No las llevo. Toda mi vida he tenido muy poco tiempo para escribir, porque el trabajo siempre me lo tomo muy en serio. Y ahora es más complejo, porque mi esposo me apoyaba mucho en la casa. Y es que no es solo la editorial, también tengo una familia, hijos que aún me necesitan... Escribí, por ejemplo, durante la licencia de maternidad, y lo hago en los períodos de vacaciones, cuando estoy enferma. Por eso pienso hasta el cansancio una historia, hasta se convierte casi en una furia. Entonces, me levanto en la madrugada, o me digo: este domingo no se va a limpiar. Si son cuentos es más fácil, lo difícil es la novela. Tengo una inédita desde hace como tres años. Para terminarla pedí una semana de vacaciones, y como una loca, como una poseída, estuve aferrada a la silla mañana, tarde y noche. Claro, la terminé a machetazos, después tuve que rehacerla, que reescribirla, pero ya tenía el borrador.
—¿Y cuál es el título?
—Nació con un título infame que parecía de Corín Tellado, y que yo odiaba: A merced de mí, el cual, a decir verdad, era el que mejor describía su esencia. Decidí cambiarlo por Antes del salto, pero no sé, veré cómo queda. No tengo apuro en publicarla. Me gusta revisar mucho las cosas.
—¿Qué propone la Editorial Oriente este año?
—Tiene una serie de libros sumamente importantes. En La Cabaña se han estado presentando 15 títulos, aunque publicamos muchos más. Hay títulos medulares como La incesante temporalidad de la poesía, de Ivette Fuente de la Paz, sobre el espacio y el tiempo en la obra de José Lezama Lima. Están también Para quién sirven los jarrones del palacio de invierno, de Jorge Fornet, que reúne trabajos críticos sobre figuras de la literatura latinoamericana y cubana desde la contemporaneidad, así como Valoración crítica de José Soler Puig, el cual permite hacer dos lecturas: conocer su obra a partir del análisis crítico y las diferentes visiones que los especialistas tenían de Soler.
«Aparece otro libro que será presentado este viernes, en el homenaje a Joel James, que se llama El palo monte, la brujería en Cuba, un estudio sumamente riguroso de este culto sincrético como sistema de pensamiento filosófico. En Historia, trajimos La guerra de liberación nacional, de Roberto Pérez Rivero, que se editó por el aniversario 50 del Ejército Rebelde; Cuba, ejército y reformismo, de Servando Valdés, que trata la supuesta reforma llevada a cabo por Batista en el ejército después de la caída del machadato, además del segundo tomo de Primer Partido Comunista de Cuba, de Angelina Rojas Blaquier, un volumen muy esperado.
«Asimismo, dos títulos que a mí me conmovieron mucho: Esclavitud, familia y parroquia en Cuba, de Aisnara Perera Díaz y María de los A. Meriño Fuentes, y José Tey Saint-Blancard, su última cita de honor, de Yolanda Portuondo. Se trata de la biografía de Pepito Tey, mártir del 30 de Noviembre, de quien se conoce poco, por estar al lado de alguien tan excepcional como Frank País, sin embargo era un hombre de gran generosidad e inmensa calidad humana.
«Hoy, a las 5:30 p.m., vamos a presentar, de la colección Mariposa, Las edades transparentes, de Lourdes González (Premio Oriente), una novela preciosa; La ciudad de los muertos, de Gina Picart, un libro de cuentos; y finalmente, Lo que vi en Cuba, que son las memorias de viaje de Eva Canel. Estará también el Premio Oriente de poesía, Los ángeles no son sino demonios, de Doribal Enríquez. Varios títulos infantiles se han presentado en el Pabellón infantil, desde Ven a pasear conmigo, de Carmela de León hasta La charca, de Ana Belquis Luna o América cuenta, una compilación de Enrique Pérez Díaz de cuentos folclóricos latinoamericanos».
—¿Feliz entonces?
—Para nadie es un secreto que este premio literario es el más importante de los que se convocan en Cuba, y no solo por su monto económico, como algunos piensan, sino por la autoridad de los jurados que lo otorgan, por los eficientes mecanismos de promoción con que cuenta, porque es el libro que más rápido sale de la imprenta. El mismo hecho de que se entregue en la Feria Internacional del Libro habla de su valor, de su significación en el plano literario.
«Ahora bien, siempre digo que más que una validación de la calidad del escritor, este premio constituye un compromiso, porque tu obra será juzgada a partir de ese momento. De manera que lo enfoco como una responsabilidad. Este, que es mi primer premio, marca un alto en mi carrera, como si comenzara de nuevo.
«En lo personal, no puedo obviar que lleva el nombre de un hijo ilustre de Cuba. No sé si para otros la denominación es algo formal, pero Alejo Carpentier es uno de mis favoritos. De hecho, mi tesis de graduación la realicé sobre El reino de este mundo. Es más, aprecio la narrativa corta por encima de sus grandes novelas. El siglo de las luces y Los pasos perdidos son fabulosos, pero mis más queridas son El reino de este mundo y El arpa y la sombra. A veces da la impresión de que el cuento era un género menor en su producción, pero no es así. En La guerra del tiempo, por ejemplo, hizo más innovaciones que en cualquiera de sus novelas. Por eso siento mucha satisfacción y estoy tan orgullosa de que, cuando al fin gano un premio, sea justamente este».
—Sin embargo, ha afirmado que ha llegado un poco tarde...
—Es cierto. Mi esposo, Jorge, murió hace dos años, y mi madre también. Todos los días me encuentro pensando cosas que les voy a decir cuando llegue a casa. Cuando me dieron la noticia, primero vino la sorpresa, y luego pensé llamar a mis seres queridos. Para mí, el premio no es el premio, sino tener una persona a quien decírselo; una persona que se contente tanto como tú. Cuando me percaté de que era imposible, que ya no estaba, me dio una depresión terrible, al punto de que mi secretaria se asustó mucho, y de paso se enteró todo Santiago de Cuba. Salí de ese estado cuando la gente me empezó a llamar: mi familia, mis amigos, pero también personas que admiro, que conozco pero no tienen un vínculo afectivo conmigo. Hasta Reinaldo Montero, cuya obra estaba en concurso, me envió un hermoso correo. Y eso fue lo más lindo, porque si algo me interesa de la vida es que las personas que están a mi alrededor me quieran, se sientan bien conmigo y satisfechos con las cosas que hago. No es que necesite esa aprobación, sino que para mí es lo único que vale».
—¿No pensó en algún momento desistir de los concursos?
—Sucede que son muy importantes cuando uno empieza porque te dan a conocer, te sirven de plataforma. Envié al David, no gané, sin embargo, publicaron mi libro antes que el premio. Perder no significa que tu obra sea mala, sino que se escogió otra. (Tal vez sí lo es y no eres capaz de discernirlo). Antes, también había participado en el Casa de las Américas, que me hacía mucha ilusión, porque te pone en contacto con Latinoamérica, sueño de todo escritor. Y no sucedió —fue con Espejismos, publicado después en Unión. Igual sucedió en el Carpentier con la novela Las voces y los ecos. Te voy a confesar una cosa: mandé Ofelias para no ser jurado de otro concurso, pues no me sentía en condiciones de asumir esa responsabilidad. Por eso me sorprendió. A veces la vida te juega esas ironías.
Otras propuestas de la Editorial Oriente
La incesante temporalidad de la poesía, de Ivette Fuente de la PazPara quién sirven los jarrones del palacio de invierno, de Jorge FornetValoración crítica de José Soler Puig, colectivo de autoresEl palo monte, la brujería en Cuba, de Joel JamesLa guerra de liberación nacional, de Roberto Pérez RiveroCuba, ejército y reformismo, de Servando ValdésPrimer Partido Comunista de Cuba, de Angelina Rojas BlaquierEsclavitud, familia y parroquia en Cuba, de Aisnara Perera Díazy María de los A. Meriño FuentesJosé Tey Saint-Blancard, su última cita de honor, de Yolanda Portuondo