En el teatro me siento como en mi propia casa, asegura Perdomo. Foto: Calixto N. Llanes Para liberar las tensiones cotidianas y satisfacer la necesidad de comunicarse, Roberto Perdomo tomó la sabia decisión de subirse cada semana a las tablas e interpretar junto a Susana Pérez una pieza que ambos hicieron el pasado año y han retomado este verano: Pareja abierta, texto de Darío Fo y Franca Rame, basado en la historia de un matrimonio en crisis.
El experimentado actor, quien se hizo popular con el personaje del profesor Alberto en la telenovela cubana El balcón de los helechos, es hoy uno de los artistas cubanos más aceptados por el público. En la actualidad, son muchas las personas que van al teatro expresamente para verlo. Algunas de ellas, motivadas por la gracia y talento que desborda; y otras, por presenciar el duelo escénico entre dos grandes de la escena cubana, pues desde que asomó en El balcón... casi siempre actúa en compañía de Susana, excepto cuando lo llamaron para hacer Hola Habana (telenovela basada en el último texto del dramaturgo Abraham Rodríguez, que se transmitirá próximamente), donde asume uno de los roles protagónicos, bajo la dirección de Charly Medina.
Antes de asumir el rol televisivo que lo lanzó a la fama, Perdomo había actuado en Prefiero las rosas y Café Habana. Fue incluso uno de los fundadores del serial televisivo Día y Noche. También estuvo en el cine (Techo de vidrio, María Antonia). Sin embargo, como su carrera ha transcurrido sobre todo en el teatro, y no todo el mundo va a las salas, cuando su rostro apareció en El balcón... muchas personas preguntaron de dónde había salido el carismático actor. «Es triste, pero, por lo general, uno es un desconocido hasta que aparece en la pantalla chica con un personaje que pegue».
Graduado del Instituto Superior de Arte (ISA) y santiaguero de pura cepa (todavía conserva el acento característico de esa región oriental), Perdomo es un actor de primera línea con vasta experiencia. Un cubano lleno de pasiones y alegrías, y que en el plano profesional disfruta más del teatro que de la televisión.
«Ese espacio es mío. Cuando entro en la escena, aun siendo más difícil, es como si anduviera por mi casa. Me entrego por completo. No obstante, hubiera querido hacer más televisión. Pero al teatro se lo debo y agradezco todo, en especial al maestro Roberto Blanco y a los cinco años que integré la nómina del grupo Irrumpe.
«La primera vez que coincidimos Susana y yo fue en la película Techo de vidrio, donde ella era una abogada y yo un trabajador de la construcción, que desvía unos materiales “inocentemente”. En ese momento ni nos miramos.
«Después volvimos a actuar en una serie en la que engañaba a su marido conmigo, Sin perder la ternura. Pero tampoco sucedió nada entre nosotros. Luego nos desconectamos hasta hace tres años —casi cuatro—, cuando la vi en la UNEAC, la saludé… y me dejé enamorar».
—Entonces, ¿fue ella quien lo atrapó?
—Totalmente. Ustedes son las que enamoran. Dan la vuelta, miran para otro lado. Pero van tejiéndonos la red y uno cae. Entre nosotros existe un respeto silente. Nos entendemos bien. Es como un monasterio.
«Es muy rico trabajar con Susana, por su profesionalidad y sentido de la ética. Si uno de los dos interrumpe al otro, enseguida vienen las disculpas. Tampoco voy a decir que todo es en blanco y negro. Escénicamente, en ocasiones, desarrollamos como una especie de relación de amor-odio, pero con muy buena onda, sin rivalidades. Basta con mirarnos y coger las pausas para que todo fluya.
«Como con frecuencia hacemos de pareja, y realmente tenemos una relación íntima, por momentos he llegado a preguntarme si lo que está sucediendo en la escena es verdad o si solo estamos actuando (a pesar de tratarse de situaciones ajenas a nuestra vida personal).
«De El balcón... a la fecha hemos actuado varias veces en el teatro: La loca de Chaillot; Pareja abierta y Santa Camila de La Habana Vieja. Ahora estamos otra vez con Pareja abierta, que se mantiene en el Teatro Nacional de Guiñol, pero las dos últimas semanas de agosto estará, de jueves a domingo, a las 7:00 p.m., en el Museo Nacional de Bellas Artes.
«En Pareja abierta discutimos fuerte, con algunas pinceladas de humor. Es una obra que intenta colocar a los espectadores en condición de reflexionar y sacar conclusiones, pues se trata de un tema serio y desgarrador».
—Háblenos de su relación con el público, fundamentalmente con ese que antes no iba al teatro y se ha acercado ahora para verlos actuar.
—Es muy lindo. Disfruto mucho contar con la admiración y el respeto de ese público que no tiene que ver con la intelectualidad y, sin embargo, viene al teatro y tiene una opinión.
«A veces uno se siente agobiado porque caminó 20 cuadras y tiene que sonreírle a alguien. Pero la verdad es que es muy reconfortante. El otro día, en el mercado de Cuatro Caminos, tuvimos que salir corriendo y nos montamos en un bicitaxi. En ese momento apareció un fotógrafo y todos querían hacerse fotos con nosotros. Estoy como si El balcón... se hubiera terminado ayer».