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La impronta de Camagüey en Martí

Este 2 de febrero la villa principeña llega a su 510 cumpleaños

Autor:

Yahily Hernández Porto

Camagüey.— Sí, el Maestro de maestros, José Martí, nunca estuvo físicamente en la extensa llanura camagüeyana, pero experimentó un vínculo entrañable con este territorio desde muy temprana edad.

Hoy, 2 de febrero, esta villa arriba a sus 510 años de fundada, y en homenaje al aniversario 171 del natalicio del Héroe Nacional de Cuba, el 28 de enero, respondemos en JR una pregunta: ¿Cuánto nutrió a Martí, a su pensamiento cultural y político, el Camagüey legendario?

Páginas indispensables para entender esta bella, respetuosa y necesaria aproximación al Puerto Príncipe colonial es el exquisito texto El Camagüey en Martí, de los notorios intelectuales Luis Álvarez Álvarez, premio nacional de Literatura 2017, y Gustavo Sed Nieves, el más prestigioso y último historiador de la ciudad agramontina.

En esta obra merecedora del Premio Anual del Instituto de Investigaciones para el Desarrollo de la Cultura Cubana Juan Marinello en el año 1996, los autores camagüeyanos rescatan la imagen que de Puerto Príncipe y sus hombres quedó plasmada en las páginas del Apóstol, cuya simultánea dedicación a la organización política de la guerra de independencia, a la comprensión del pasado nacional y a la ponderación de su presente y futuro, permiten asumir sus valoraciones como del más alto interés reflexivo.

La incansable actividad intelectual y política de Martí lo hizo relacionarse con el pasado camagüeyano de la Guerra de los Diez Años, y con muchos contemporáneos suyos vinculados con la región «por razón de su nacimiento y formación».

Este libro ofrece cientos de evidencias sobre la relación personalizada del patriota habanero con Puerto Príncipe. Según el investigador José Miguel Abreu Cardet, premio nacional de Historia 2018, «en Martí estalla lo universal de Puerto Príncipe que se hunde en las raíces de la región. El Apóstol entendió que las profundidades de las costumbres y los orgullos camagüeyanos se enzarzan con la construcción de una nacionalidad».

Plurales conocimientos para la reflexión

El diálogo sostenido por Martí con esta ciudad no puede simplificarse a partir de su matrimonio con la camagüeyana Carmen Zayas-Bazán e Hidalgo, aunque esto lo aproximó «de una manera cuyas consecuencias no es fácil aquilatar hoy día», escriben los expertos, pues le mostró peculiaridades, idiosincrasia, costumbres… y a coterráneos de su amada, como su cuñada Rosa y su suegro Francisco.

Pero el excelso escritor inició familiaridad y trató con personas del Camagüey desde que era apenas un niño. En él quedó la charla con el destacado intelectual José de Armas y Céspedes, escondido en casa del maestro Mendive. Y ese tipo de encuentros originaron una imagen personalizada sobre la llanura central definida por la epicidad.

Acentúan los autores que las alusiones martianas están generalmente enmarcadas en evocación, preocupación u ocupación por las luchas independentistas; la poetización señorial de imágenes idílico-costumbristas o épico-históricas, como el artículo El 10 de abril, o por la labor de preparación y captación política para los fines del Partido Revolucionario Cubano (PRC).

En esa crónica, Martí concentra un lirismo que evoca las visiones de un pasado glorioso y un futuro alcanzable, por el que lucha y se consagra: «Estaba Guáimaro más que nunca hermosa. Era el pueblo señorial como familia en fiesta. Venían el Oriente, y el Centro, y Las Villas al abrazo de los fundadores».

Aseveran Sed Nieves y Álvarez Álvarez que Martí incluye una valoración positiva, apreciativa, ensoñadora… Un discurso activo, de modelación y remodelación: «La ciudad no visitada, entonces, forma parte de la patria percibida y, sobre todo, consignada textualmente por Martí».

En las Obras Completas (edición de 1975), hay una densidad apreciable de referencias: al menos 110 a Camagüey y unas 31 a Puerto Príncipe. Además, nombra a 119 camagüeyanos.

Sobre el fundador del PRC ejercen influencia camagüeyanos como la madre de Fermín Valdés-Domínguez, Mercedes Quintana y Bresnes, de quien obtuvo una imagen inicial de la individualidad principeña; el abogado José Calixto Bernal, a quien trató en Madrid; y el intelectual José Ramón Betancourt y su esposa, Ángela López García, en cuya tertulia en España se enaltecía a la patria amada y lejana.

No puede faltar en esta lista de conocidos del Martí joven el negro Juan de Dios, con quien se relacionó en presidio y le escuchó historias sobre las haciendas y sus dueños en la villa legendaria. Su inclusión en El presidio político en Cuba engrandeció al esclavo, por ser el primer camagüeyano mencionado de manera directa en la pródiga obra martiana.

Estas personas influyeron en su percepción y conformación de una imagen sobre las peculiaridades de la villa, lo cual contribuyó a manejar con tacto diplomático e impresionante capacidad política a los veteranos mambises principeños para sumarlos a la Guerra Necesaria.

Ese conocimiento, adquirido durante años muy cerca de cientos de camagüeyanos de diferentes procedencias y estratos sociales (periodistas, actrices, poetas, escritores, generales, ganaderos, agricultores, ensayistas, comerciantes, la madre de familia…) le permitieron una interpretación profunda y coherente de una zona vital para la nueva república, preparada minuciosamente.

Asombrosos apuntes martianos

Martí se encontraba en España cuando el vil asesinato de los ocho estudiantes de Medicina, en 1871. Posteriormente el Apóstol condenó el infame suceso, junto a dos sobrevivientes de aquella cobardía: su amigo Fermín, de quien conoce la verdad en detalles, y Pedro de la Torre Núñez, hijo del camagüeyano de igual nombre. Juntos colocan proclamas en las puertas de iglesias y edificios, durante aquella madrugada fría en Madrid. Así lo describió en su discurso en conmemoración del 27 de noviembre de 1871, pronunciado en Tampa, Estados Unidos, en 1891.

De tales aproximaciones (unas ingenuas, otras espontáneas e imperceptibles), con gente común y distinguida del Camagüey, se va formando un juicio que transforma en imágenes acabadas del pueblo de ganaderos e intelectuales.

Sobre las mujeres camagüeyanas también habló. De Eloísa Agüero de Osorio dijo: «Nació en Camagüey, tierra de Cuba donde todas las mujeres son trigueñas y todos los ojos son hermosos». Luego supera aquel enfoque jocoso, al conocer a cubanas de la talla de Amalia Simoni en Nueva York.

Así valora al excelso pedagogo cubano Enrique José Varona en El Economista Americano, en 1888: «Y el lenguaje, al que es el pensamiento lo que la salud a la tez, llega por esas dotes en este escritor a una lozanía y limpieza que recuerda la soberana beldad de las mujeres, épicas y sencillas, de la tierra del Camagüey, donde nació Varona».

A la extensa llanura enalteció con frases elocuentes y significativas, como aquella que plasmó en 1894 en la nota obituaria de un pariente del marqués de Santa Lucía, de igual nombre y procedencia, Salvador Cisneros Betancourt: «Camagüey de señorío trabajador».

O la referencia costumbrista del 28 de enero de 1993: «¡Ese sí es pueblo, el Camagüey!».

La pluma literaria del Apóstol no descansó para retratar a una ciudad a la que estudió y con la cual mantuvo una relación estrecha, para proponer una perspectiva de mayor calado. Trasciende los esquemas de representación más generalizados en relación con el territorio, y propone un retrato nítidamente popular y urbano, un punto de vista que capta una reciedumbre cultural y moral. 

Martí hace gala, en misiva a Máximo Gómez el 20 de octubre de 1894, de sus nexos con la señorial localidad: «Mi conocimiento detallado, y muy personal, por lo mucho del Camagüey que me rodea, de todos los asuntos y hombres de aquella comarca».

¿Qué le aporta el Puerto Príncipe de entonces a Martí? Una parte importante y esencial de su futuro proyecto para Cuba y una cubanía conquistable. Así lo refrendan Álvarez y Sed en El Camagüey en Martí, al describirlo como «un recinto más de la patria al que Martí retrata en su más profundo pálpito, a su manera propia, mansa y brutal, y enamorada».

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