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El altar de Cinco Palmas

De manera increíble, cuando apenas se juntaron ocho hombres y siete fusiles, Fidel vaticinó la victoria. Esa profecía aún la lleva Cuba en sus venas

 

Autor:

Osviel Castro Medel

CINCO PALMAS, Media Luna, Granma.— Hay que desandar demasiado monte para llegar a este lugar, que todavía vive en silencio profundo, aunque hayan goteado 65 años del almanaque.

Sin embargo, aquella noche, en la finca de nombre hermoso, El Salvador, la quietud de siempre se convirtió en euforia y hasta la Luna habló con otra luz, porque fue testigo de un rencuentro conmovedor. Ese 18 de diciembre nació en un pequeño cañaveral una profecía que aún lleva la nación en sus venas.

Después de haber vencido el feroz cerco enemigo desde Alegría de Pío; luego de haber desandado durante 13 días por montes y peñascos —no solo geográficos— Fidel y Raúl se abrazaron con el júbilo que sobrepasa el imán de la sangre.

«Me dio un abrazo y lo primero que hizo fue preguntarme cuántos fusiles tenía, de ahí la famosa frase: “Cinco, más dos que tengo yo, siete. ¡Ahora sí ganamos la guerra!”», relataría Raúl 40 años después para referirse al vaticinio impresionante de su hermano, cuando apenas se habían juntado ocho hombres.

«Pensamos que se había vuelto loco» (cuando dijo eso), «entre ellos lo pensé yo, pero como buen Sancho Panza: detrás de mi Quijote, al igual que hoy, hasta la muerte», expresaría en 1996 el General de Ejército.

Esa convicción en el triunfo asombra más cuando uno visita este sitio tan apartado, perteneciente al actual municipio granmense de Media Luna, en el que caprichosamente cinco palmas crecieron muy cerca entre sí.

El mito de los 12

No es que intentemos una revisión histórica, pero la verdad debe repetirse para alejarnos de errores y de mitos. Se ha hablado, por ejemplo, de 12 «sobrevivientes del desembarco del yate Granma», algo que resulta inexacto.

Los 82 expedicionarios fueron sorprendidos en el monte ralo de Alegría de Pío el 5 de diciembre de 1956 y tal hecho provocó que el destacamento se fragmentara en 28 grupos; entonces la persecución enemiga y la sed de sangre crecieron al extremo.

Tres jóvenes del naciente Ejército Rebelde cayeron o fueron ultimados en el sitio del bautismo de fuego, 18 resultaron asesinados, 22 terminaron apresados y otros tomaron un rumbo distinto a las montañas.

Hubo, incluso, combatientes que vagaron solos, como hizo Juan Manuel Márquez, asesinado el 15 de diciembre de 1956, en La Norma, paraje rural del actual municipio de Campechuela.

Lo cierto es que el grupo de Fidel, Faustino Pérez y Universo Sánchez logró vencer el cerco del Ejército y llegar a Cinco Palmas el día 16; mientras que el de Raúl, Ciro Redondo, René Rodríguez, Efigenio Ameijeiras y Armando Rodríguez alcanzó ese objetivo el 18.

Un tercer grupo, integrado por Juan Almeida, Ernesto Che Guevara, Camilo Cienfuegos, Ramiro Valdés, Francisco González, Reynaldo Benítez y Rafael Chao llegaría a Cinco Palmas el 21, aunque sin sus armas, lo que provocó la reprimenda de Fidel.  Otros expedicionarios se sumarían antes del combate de La Plata, el 17 de enero de 1957.

De modo que, como sentenció Raúl en 1996, «nunca existimos 12, como se dice a veces en la historia».

Larga caminata

Tal vez a la hora del recuento de estos hechos, debamos ilustrar mejor el ejemplar ejercicio de músculos y mente que hicieron los sobrevivientes, quienes vencieron a los aviones que vomitaban metralla y triunfaron ante el hambre y la sed que los atenazó desde el accidentado desembarco por Los Cayuelos.

Se calcula, por ejemplo, que entre el lugar por donde llegó el yate Granma y Cinco Palmas los expedicionarios reagrupados anduvieron a pie, entre montes, prácticamente sin alimentarse, unos cien kilómetros.

Sin saber la suerte de sus compañeros, Fidel, Faustino Pérez y Universo Sánchez llegaron a la primera casa amiga el 12 de diciembre por la tarde, después de haber desandado cañaverales extensos «de menos de un metro de altura», y de escapar azarosamente a un intenso tiroteo de la aviación enemiga.

Uno de los pasajes más peligrosos sobrevino en la tarde del 6 de diciembre. «Nos sepultamos bajo las hojas y la paja de la caña sin hacer movimiento alguno. Viví entonces uno de los momentos más dramáticos de mi vida. Me entra sueño, mucho sueño en aquel cañaveral a poca distancia del punto que había sido ametrallado (…) Era tal el agotamiento que dormí como tres horas», le contó el Comandante en Jefe al intelectual Ignacio Ramonet cinco décadas después.

Ellos tres, atravesando potreros, ríos y montes sin parar, llegaron a recorrer en 11 horas —desde las ocho de la noche del 15 hasta las siete de la mañana del 16— cerca de 40 kilómetros. «En mi vida había caminado tanto de madrugada cuando todavía no estábamos fuertecitos, porque el hambre nos había acompañado durante algunas semanas y llegamos precisamente allí a Cinco Palmas», expresó Fidel luego de tres décadas de los acontecimientos.

En tanto Raúl, Ciro Redondo, René Rodríguez, Efigenio Ameijeiras y Armando Rodríguez también vivieron muchas escenas de alta tensión, como cuando bajaron el farallón de Blanquizal, luego de seis días de hambre, sed y cansancio. En ese instante estuvieron a punto de caer en una de las numerosas emboscadas tendidas por el ejército batistiano.

Ellos tampoco sabían que el líder revolucionario estaba vivo, pero decidieron caminar hacia el este, casi de manera paralela al otro grupo. Solo el 13 de diciembre escucharon vagamente, por rumores de los lugareños, que el máximo guía revolucionario se encaminaba, como ellos, a la Sierra Maestra.

Red salvadora

Si algo salvó a los reagrupados en Cinco Palmas fue la red de apoyo campesina, en la que mucho tuvo que ver Celia Sánchez. Entre esos colaboradores estuvieron Crescencio y Mongo Pérez, Guillermo García, Hermes Cardero, Primitivo Pérez y muchos otros de menor perfil, pero igual con valerosos aportes.

Primitivo, quien falleció en mayo de 2002, le contó a varios reporteros hace 25 años: «A mí el día 18 me dan la cartera de Raúl, que él había entregado a Hermes Cardero como identificación; era una licencia de conducción mexicana y yo la llevo al campamento donde estaba Fidel desde el 16; él se emociona un mundo con la cartera, pero teníamos la duda de si era un guardia haciéndose pasar por él; entonces él me dice lo que tenía que preguntarle al hombre (los nombres y apodos de los extranjeros que venían en el Granma). Y allá fui, a la casa de los Cardero, a hacerle unas preguntas, sin hacer mucho aspaviento.

«Enseguida me doy cuenta: era Raúl. Y le pongo la nueva: “Fidel está cerca de aquí”. Se volvieron locos, querían ir a encontrarse con él. Pero les dije: Aguanta, a la noche venimos a buscarlos. Y así mismito. Como a las nueve los condujimos hasta el Jefe».

Después

Por coincidencias del destino, el 18 de diciembre de 1958 Fidel y Raúl volverían a unirse. Esta vez sería en el campamento de La Rinconada, relativamente cerca de Jiguaní. Raúl había partido a formar el II Frente Oriental y llevaban nueve meses separados. En esa reunión no hablaron de cómo iniciar la guerra, sino de cómo culminarla.

El 18 de diciembre de 1986, rodeados de niños, banderas y vítores, en Cinco Palmas, los hermanos volvieron a abrazarse y Raúl levantó la mano del Comandante en Jefe, en una imagen que ha quedado inmortalizada.

Y hace cinco años, apenas unos días después de la partida física del Fidel, Ramiro Valdés Menéndez expresó en un emotivo acto, en el que también estuvo otro Comandante de la Revolución, Guillermo García Frías: «Cinco Palmas es, por muchas razones, un altar al optimismo revolucionario y a la fe en la victoria».

Un altar que nos recuerda que sí es posible derrotar gigantes, agoreros y molinos de viento.

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