Lavar deja de ser una pesada tarea del hogar para convertirse en fuente de ingreso para familias cubanas Autor: Enrique González Díaz Publicado: 10/04/2021 | 08:15 pm
Lavadoras, detergente, suavizante, ropas de camas y prendas de uso diario, son protagonistas en la vida de Daniuska Mercader Martínez hace más de un año. Sin quitar espacio a la vida en familia, esta mujer cubana ha convertido su casa en una lavandería, en la comunidad habanera de Santa Fe, donde no existía este tipo de servicio.
No por ser mujer decidió dedicarse al servicio de lavandería. Eso de que todos los empleos son dignos es cierto, pero hay quien pudiera pensar que lavar solo reproduce estereotipos de los que sitúan a la mujer como el sexo débil, que solo sirve para tareas domésticas. Nada más lejos de la realidad.
Hoy Daniuska tiene en su hogar la posibilidad de generar ingresos de manera legal y digna. Gracias al proyecto Espumás, en coordinación con la Federación de Mujeres Cubanas (FMC), el Ministerio de Comercio Interior (Mincin) y la Empresa Industrial de Equipos y Servicios Asociados (Eiesa), ella puede contribuir, además, al desarrollo de su localidad, y a la atención de personas vulnerables, sobre todo en la actual situación epidemiológica.
Con el arrendamiento de dos lavadoras automáticas y con detergente líquido, la muchacha —que ya había laborado desde los 17 años en el sector estatal y como trabajadora por cuenta propia—, ha logrado una estabilidad económica que le permite asumir, de conjunto con su esposo, los gastos de su familia.
«Hasta el momento he tenido ganancias que, si bien se han visto disminuidas por la COVID-19, al menos me evitan preocuparme por razones monetarias», destaca Daniuska y añade que también se siente útil con el servicio que brinda a la sociedad.
Mientras clasifica la ropa que va a lavar, narra a Juventud Rebelde lo sucedido aquel día en que, cuando pasaba un curso como gastronómica, la FMC anunció un nuevo proyecto de lavatines, en el cual podían participar las mujeres que tuvieran condiciones en su casa, como instalaciones de agua y corriente. «Fui la única que levantó la mano en aquel salón».
Para el 8 de marzo de 2020) Daniuska había comenzado su emprendimiento, y tuvo éxito hasta que llegó el nuevo coronavirus y la obligó a cerrar el local. «Es difícil porque tienes que estar en contacto con la ropa sucia de las personas, pero aquí tomamos todas las medidas necesarias para no enfermar, por eso reabrimos y hemos podido continuar», precisa.
También el espíritu de aportar a los demás le ha brindado, con la asesoría de la Federación, la posibilidad de ayudar a los más necesitados. Por eso, ofrece cupones de descuento o de lavado gratis a aquellas personas vulnerables.
Martha María Pérez Sosa, una de las beneficiadas, agradece este gesto de quien ha sido su vecina durante muchos años. Al vivir sola, a cargo de adultos mayores, se le dificulta llevar a cabo todas las tareas de la casa, por lo que este servicio de lavandería diferenciado le elimina gran parte de sus preocupaciones.
Lavar ¿es fácil?
Este oficio no consiste solamente en tirar lo sucio a la lavadora —al menos si se quiere hacer bien—. «Cuando se lava para la calle hay que cuidar las piezas de los clientes, pues están depositando su confianza en ti. Antes de dedicarme a esto no sabía que la ropa se clasificaba por el tipo de tejido, por color, y que había un tiempo diferente de lavado para cada una», opina Daniuska.
Y, agrega, que por eso «deberíamos recibir un curso al iniciar en el proyecto, para prestar un servicio de mayor calidad». Comenta que en un país donde la cultura de llevar a lavar las prendas se ha perdido, «los clientes a veces se sienten temerosos, por lo que tenemos que ganarnos poco a poco su confianza.
«Tengo equipos domésticos, no industriales, eso me dificulta el lavado de piezas demasiado grandes o de aquellas que lleven cuidados específicos. No obstante, he podio satisfacer las expectativas de muchas personas en el barrio».
En otra zona de La Habana, Delvis Utria Utria también pone en práctica sus conocimientos en el lavatín de su casa. Acompañada por su hermana Arisnelvis, ha convertido su patio en el negocio familiar y en el alivio de muchos vecinos.
Estas mujeres de Poey, Arroyo Naranjo, incluso llegan hasta el domicilio de personas que por su situación personal no pueden trasladarse con la ropa sucia. «Parte de nuestro servicio comunitario es identificar las vulnerabilidades de los vecinos, y en dependencia de eso decidimos si hay que brindarles servicio hasta su casa, disminuirles el precio o no cobrarles», indica Delvis.
Esta guantanamera, nacida en Baracoa, estuvo vinculada desde los 17 años con labores estatales. Pero por problemas personales tuvo que dejar el trabajo fuera del hogar, y este proyecto de la FMC le dio la posibilidad de convertirse en cuentapropista sin dejar de atender su situación familiar.
«No solo podemos prestar servicio a los vecinos, sino también a entidades estatales o privadas, por la modalidad de contrato», afirma quien fuera por 25 años delegada de la Agricultura en Arroyo Naranjo.
Por su parte, Arisnelvis ve en este empleo una manera de ganar dinero durante la pandemia, pues su antiguo trabajo en un almacén estatal se vio afectado por la nueva coyuntura. «Si cuando todo esto pase encuentro un trabajo estatal que me convenga, lo tomaré, sin dejar la lavandería», agrega.
Las hermanas comenzaron el arrendamiento de los equipos el 30 de diciembre de 2020, por lo que su experiencia apenas comienza. Pero el tiempo que llevan activas les ha permitido sacar sus cuentas, organizar el trabajo, aumentar la clientela y ganar confianza en sí mismas.
«Es un alivio para mí tener esta opción tan cerca, y más cuando el servicio es de calidad», apunta Omar Camejo Trujillo, cliente de las Utria, quien labora como chofer en la empresa provincial de servicios necrológicos de La Habana, y debido a su horario irregular apenas puede dedicar tiempo al lavado.
Así también piensa Anais Hardey Castillo, quien recurre a esta casa en busca de sus ofertas. «Siempre salgo satisfecha, porque la ropa queda limpia y con olor, se ve que el detergente que les venden tiene calidad, y que las trabajadoras se esfuerzan», refiere.
Independientes y empoderadas
Espumás ha permitido que 62 cubanas se hayan incorporado al trabajo por cuenta propia en el transcurso de un año, mediante negocios de lavado en todas las provincias del país. De ellas, 57 eran amas de casa, y ahora tienen su propia autonomía económica.
«A raíz de una petición de las federadas en el 10mo. congreso de la organización, surgió la necesidad de encontrar fuentes de empleo para las mujeres que no pueden incorporarse al trabajo fuera del hogar por diversas razones, casi siempre porque deben cuidar a otros familiares», explica Anielka Fernández del Monte, integrante del Secretariado Nacional de la FMC y encargada del área de Promoción de la mujer y atención a la familia.
Así surge el proyecto, de conjunto con el Mincin, en el que la Empresa Industrial de Equipos y Servicios Asociados arrienda las lavadoras (automáticas o semiautomáticas) a 750 pesos mensuales y vende 60 litros de detergente líquido trimestralmente por 1080 pesos a las beneficiadas. En caso de algún desperfecto, dicha institución asume el arreglo, detalla.
«La FMC es la encargada de identificar a las mujeres en sus territorios, para sumarlas al proyecto de Espumás y lograr mejores servicios y mayor autonomía femenina», señala Fernández del Monte, quien indica que esta acción responde a lo plasmado en el recién aprobado Programa nacional para el adelanto de la mujer, que incluye como su primera área de trabajo el empoderamiento económico.
Reitera que el proyecto es una opción más que tienen nuestras mujeres para generar utilidades tanto a su bolsillo como al desarrollo territorial. «No es un negocio para ganar mucho dinero, ni es una solución a todas las necesidades de lavado que puedan existir en el país, pero sí aumenta la calidad de vida de las beneficiadas.
«Actualmente existen cientos de mujeres que desean incorporarse a Espumás, y sabemos que ese número irá creciendo en nuestras sedes municipales de la FMC. En la medida que se disponga de los recursos, se ampliará la red de lavatines», manifiesta.
Negocio de familia
A unos metros de la céntrica avenida de 51, en Marianao, otra lavandería deviene negocio para toda la familia. No solo Griselda Peña Almanaza cumple sus deseos de sentirse útil a la sociedad, sino que ha logrado una articulación entre todos los miembros del hogar para que el lavado sea motivo de pasión.
«Desde niña lavaba, incluso cuando no había nada y se hacía “a palo”. Siempre me gustaron las tareas de la casa y las hago por placer», dice la señora de 57 años, oriunda de Las Tunas, a quien le molesta estar sentada sabiendo que hay alguna labor por completar.
Con una clientela ganada hace más de tres años, se sumó a Espumás en enero. «Tenemos la lavandería desde que nos mudamos a La Habana, porque necesitaba ocupar mi tiempo y tener lo mío para no depender de nadie, y como tenía a mi esposo en cama no podía trabajar en la calle», comenta con brillo en los ojos, orgullosa de lo que ha logrado.
En el empeño por aportar al bienestar social, este emprendimiento brinda un servicio especializado a las personas vulnerables, de conjunto con organizaciones como la FMC, la Asociación nacional de ciegos y débiles visuales y la Asociación cubana de limitados físico–motores.
«Nos hace felices ayudar a quienes no pueden lavar o no cuentan con los medios para ello, por eso seguiremos haciendo por los demás, con COVID-19 o sin ella», precisa.
A esta mujer la acompañan en el negocio Kenia Montero Peña, Wilber Pérez Peña y Damián García Cabrera. Ellos se encargan de promocionar el local, ya sea en las redes sociales y en la misma comunidad, también clasifican la ropa, la lavan, la tienden… es un asunto familiar, que se ha extendido en lazos de afecto hasta los lugares más necesitados.
«Los clientes siempre repiten, porque amamos lo que hacemos y sabemos todos los trucos para que quede bien limpia la ropa. No mezclamos lo blanco con lo de otro color, ni tendemos la ropa negra al sol, si hay alguna prenda que necesite un lavado especial a mano se lo hacemos, y a las sábanas y toallas le ponemos agua caliente. Cuidamos la ropa como si fuera la nuestra», dice Wilber.
La búsqueda de independencia económica los ha llevado también a superarse, participar en eventos comunitarios organizados por los talleres de transformación integral del barrio, y a compartir sus experiencias con otras personas a las que pudieran servir de inspiración.
En aras de estar a tono con los tiempos que corren, estos jóvenes han creado productos comunicativos, una aplicación para el móvil, realizan concursos vía mensaje de texto y se las arreglan para utilizar los canales electrónicos de pago. «Queremos en un futuro arrendar un local al Gobierno del municipio, para ampliar nuestros servicios e incluir el planchado, la costura, entre otros. Ese es nuestro sueño», precisa Damián.
El proyecto Espumás ha cambiado las rutinas de muchas familias en el país, desde comunidades rurales hasta las ruidosas ciudades. Ya sea en espacios más pequeños o en otros con mejores condiciones, las mujeres cubanas que se han beneficiado han podido encontrar una manera de avanzar sin dejar el hogar.
En el camino hacia el empoderamiento femenino son cada vez más las iniciativas que lleva a cabo el país para dar oportunidades de crecimiento y soberanía a sus mujeres. Aún queda mucho por hacer, pero espacios como este transforman realidades y sirven de impulso para ampliar los emprendimientos.
Empleo femenino en la mira
Con la implementación del Programa nacional para el adelanto de las mujeres, el Gobierno de Cuba prioriza la igualdad de oportunidades en los distintos ámbitos de la vida económica y social
En tal sentido, Marta Elena Feitó, ministra de Trabajo y Seguridad Social, comunicó recientemente las acciones que prevé la agenda gubernamental, entre los que destaca garantizar un mayor acceso a la ocupación, sin discriminaciones de ningún tipo.
Otros aspectos en los que trabajan es en el desarrollo de alternativas locales para mejorar y ampliar los servicios que se prestan a las familias relacionados con los cuidados, ya sea a menores, adultos mayores o personas con discapacidad; funciones que suelen recaer sobre las mujeres.
En su cuenta oficial de Twitter, la Ministra indicó que alrededor del 38 por ciento de las más de 83 000 personas que aceptaron ofertas de empleo desde enero de este año, son mujeres, motivadas por la Tarea Ordenamiento, de las cuales, el 31 por ciento son jóvenes.
En aras de potenciar el empoderamiento femenino, la Titular informó que laboran para crear las condiciones que permitan medir y valorar la contribución a la economía familiar y social del trabajo no remunerado que ellas realizan.
Asimismo, en encuentro de chequeo del Programa nacional para el adelanto de las mujeres, encabezado por el Presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, la secretaria general de la Federación de Mujeres Cubanas, Teresa Amarelle Boué, señaló que aun cuando en el país es un derecho ganado el recibir igual salario por igual trabajo, existen brechas que impactan en el desempeño de ellas.
Como ejemplo, significó, que solo el 28 por ciento de las ocupadas en la economía labora en los sectores que tienen mejores condiciones salariales, uno de los asuntos hacia los que se debe dirigir una mirada diferenciada.
Según datos del MTSS, el 78 por ciento de las que trabajan están ocupadas en el sector estatal. De igual manera, resulta de interés para el país la situación de aproximadamente un millón de mujeres que se encuentran económicamente inactivas, debido sobre todo al envejecimiento poblacional y al cuidado de adultos mayores o discapacitados, responsabilidad en mayor medida asumida por ellas.
Espumás contribuye al empoderamiento económico femenino y al desarrollo comunitario. Foto: Roberto Suárez
La integración de toda la familia es una oportunidad de este proyecto. Foto: Roberto Suárez
La calidad en el trabajo distingue los servicios de las lavanderías: Enrique González Díaz