Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Hay muchas leyendas escondidas en la historia (+ Infografía)

El teniente coronel (r) Efrén de Jesús León Nápoles recuerda cuando el triunfo de la Revolución sorprendió a los guerrilleros del Che en Santa Clara

Autor:

Luis Raúl Vázquez Muñoz

CIEGO DE ÁVILA.— En la sala de su casa, sentado en un sillón de suiza, Efrén de Jesús León Nápoles apoya los codos sobre los muslos, extiende un brazo y señala al cielo: «Así, más o menos, estaba cuando lo de Santa Clara. Gris, con nubes. El año 1958 fue de muchos temporales, sentimos mucho frío y sobre todo mucho cansancio».

Como miembro de la Columna 8 Ciro Redondo, León hizo la guerra al lado del Che. En la habitación hay diplomas y varios retratos: de su boda, varios cuadros de su jefe y una foto de Fidel en los primeros días de la Revolución.

Es cerca de la una de la tarde y hemos tenido varias horas de conversación. León, teniente coronel retirado de las FAR, ha contado los detalles de la invasión, las angustias en medio de los pantanos al sur de Ciego de Ávila y los peligros en la batalla de Santa Clara, donde fue uno de los rebeldes que rindió el tren blindado.

El Che dirigió personalmente los combates de Santa Clara, una de las batallas desicivas de la guerra.

—Cuando amanece el 1ro. de enero de 1959, ¿ustedes esperan el triunfo o es el triunfo el que los sorprende?

—Nos sorprendió por completo; al menos a mí y creo que a todos los demás, menos al Che. Para enero debíamos estar enfrentados al Regimiento Leoncio Vidal en Santa Clara. El 31 de diciembre la Columna tomó posiciones para el ataque y de repente, al amanecer, se conoce que Batista huyó.

—Al conocerse la noticia, ¿dónde usted se encontraba?

—A mí me sucedió una cosa un poco anormal. Yo estaba combatiendo frente al Gran Hotel. Hubo un momento, más o menos sobre el atardecer, en que debimos desplazarnos. Entonces de una casa nos ofrecieron agua y alimentos. La señora y su hija parece que se condolieron de mi aspecto. Llevábamos mucho tiempo sin bañarnos, días sin dormir y lo que exhalábamos a nuestra idea era simplemente un olor, imagínate para los demás. Ellas insistieron en que descansara y yo me quedé dormido apenas me senté en la cama.

«Cuando desperté empezaba a clarear y me revolví, incómodo. Por la razón que fuera, yo había abandonado mi puesto de combate. Recogí el fusil y salí apurado hacia el Regimiento. Cuando voy por la calle, una mujer me dice desde un portal: “Oiga, Batista se fue”. Yo le hice un gesto con la cabeza, estirando el cuello, como diciéndole “no hable más boberías” y seguí mi rumbo; pero unas cuadras más adelante otra gente me dice: “Batista huyó”. “¡Que se fue ni se fue!”, le respondí. “Oiga, lo está diciendo la radio. ¡Batista se fue!”, me insistió.

—¿Qué tiempo podía durar la toma de Santa Clara?

—Cuando nos aproximábamos, después de salir de la Universidad, se nos aparecieron unas tanquetas que se retiraron enseguida, tras un encuentro muy violento: nos mataron a cuatro compañeros. Era una carta de presentación muy dura. Por eso el Che comentó que en Santa Clara íbamos a estar peleando un mes.

—Al final fueron cinco días, ¿por qué duró tan poco?

—Además de la desmoralización del ejército batististiano, por la osadía del asalto y los errores que ellos cometieron y que el Che aprovechó muy bien: no salieron a combatir a los accesos, donde pudieron haber tenido ventaja con la aviación y los blindados; pasaron a la defensa dentro de la ciudad y contribuyeron a autocercarse.

«También los santaclareños ayudaron mucho. Rompieron las paredes de sus casas para que pudiéramos pasar. Nos guiaron, hicieron lo inimaginable en medio de los bombardeos de la aviación. Fueron los verdaderos héroes de la batalla».

—¿Ustedes esperaban una intervención militar de Estados Unidos?

—En los días finales de la batalla el Che habló por una emisora de radio y anunció que se esperaba un colapso inminente de la dictadura, pero que podría demorarse por una intervención foránea. Luego, en la conferencia con el jefe del Regimiento, el Che lo hace responsable de la sangre que se podría derramar y de dilatar un conflicto en favor de una intervención militar extranjera.

«Nosotros, como combatientes de fila, en ese momento no teníamos conciencia de ese peligro hasta que el Che habló. Sin embargo, a nivel de la dirección sí existía, y eso puede explicar por qué la ofensiva rebelde en Las Villas, sobre todo el asalto a Santa Clara, se realizara de una forma tan audaz. Por la manera en que se desarrollaron los hechos, el Che manejaba mucha información y se encontraba en constante coordinación con Fidel.

«Digo más: la ofensiva en el centro del país y la batalla de Santa Clara obedecían a una estrategia del Comandante en Jefe. Todo indica que se hizo para lograr una guerra corta. Un conflicto así podía cerrar el paso a una acción extranjera, que en América Latina —y sin subestimar el factor interno— ha sido siempre el elemento que ha dado al traste con los procesos de cambio social.

«Todo esto, por supuesto, son valoraciones muy personales, a las cuales uno llega con los estudios y los razonamientos para comprender acontecimientos en los que estuvo, y que en ese momento no tenías toda la visión ni la claridad de las cosas. No olvides algo: en 1958 éramos semianalfabetos, con un sentimiento de justicia social muy fuerte, pero sin una conciencia política definida».

La locomotora del tren blindado, descarrilada en uno de los combates más intensos de la invasión a Las Villas.

—¿Cuál era, entonces, su ideología?

—¿La mía? (Se echa a reír). Un incipiente patriotismo, más nada. Mi sueño para cuando triunfara la Revolución era pararme en el portal del Palacio Presidencial, restregar mis botas en el piso y volver al campo con mi abuelo en Las Tunas. A mí lo que me movía era el odio contra la dictadura y los gobiernos anteriores. Yo había sido un niño descalzo. A los 12 años integré una milicia campesina para defendernos de los terratenientes de la zona, que mataban campesinos para quedarse con sus tierras. Sabino Pupo, el líder agrario, era familia nuestra, y a dos tíos míos los mataron. Después, la Revolución me hizo cambiar.

—¿En qué sentido?

—El odio, aunque sea motivado contra una injusticia, al final se diluye si no se combina con responsabilidad y conocimiento. Por el camino de la inconformidad puedes terminar convertido en aventurero, un francotirador, quizá con buenas intenciones, pero más nada. Un revolucionario, por el contrario, es un inconforme que tiene una conciencia, una responsabilidad política, y actúa en consecuencia.

«Por eso es importante conocer la historia. Yo veo las reediciones de la Caravana de la Libertad. Son muy bonitas, es cierto, pero me pregunto al ver a los muchachos: ¿sabrán que la Caravana fue un espacio donde Fidel llegaba a los lugares, hablaba con el pueblo, tomaba decisiones y realizaba cambios? Si eso no se conoce, podemos ir por la Carretera Central dando muchos gritos, con muchas banderas y quedarnos solo ahí».

—Efrén, ¿el odio puede llegar a ser tan fuerte como para justificar la permanencia en una guerra y pasar por situaciones tan terribles como las que vivieron durante el paso por Camagüey?

—Por supuesto que no.

—¿Entonces?

—Mira, había un elemento básico sobre lo que giraba todo: la justeza de la causa. Después, la honestidad con la que actuaba el Ejército Rebelde: no se podía humillar a un prisionero y al enemigo herido había que tratarlo como si fuera uno de nosotros, no había de otra. Además estaba el ejemplo de los jefes. Todo eso te forma… En ese sentido, la guerra fue un espacio de formación.

***

—¿Usted cree que para la Columna 8 la invasión a Las Villas pudo terminar en el sur de Ciego de Ávila?

—Corrió el peligro de ser muy diezmada. Aquello se convirtió en una trampa mortal. El ejército puso emboscadas una detrás de la otra en zonas donde podía cerrar el terreno. El hambre y el cansancio fueron terribles. La angustia fue tan grande, que hubo momentos en que yo quería que me pasara algo por el cuerpo, aunque fuera el humo de un cigarro.

—En Pasajes de la Guerra Revolucionaria, el Che habla del paso por el embarcadero del central Baraguá. Dice que los guardias los escucharon al pasar por el estero del mar y que no dispararon, sencillamente, porque no quisieron.

—Y nosotros también los escuchábamos a ellos. Oíamos hasta cuando abrían una cantimplora. ¿Te imaginas la tensión para nosotros, con el agua a veces hasta el cuello? Cuando uno de los soldados dijo en medio de la noche “Oye, Miguel…”, todos en la columna nos quedamos tiesos y con un pie en alto. Parecíamos bailarines. Yo pensé: “Esto se jodió”, porque Miguel Álvarez era el nombre del jefe de la comandancia del Che, pero al parecer había otro Miguel entre ellos.

—¿Por qué el ejército no disparó?

—¿Quién sabe? La derrota de la Ofensiva de Verano los desmoralizó mucho. Por otra parte, Camilo provocó que las mejores tropas fueran detrás de él cuando voló el acueducto de Ruspolí. Si hubieran abierto fuego, ten la seguridad de que los heridos no escapaban. Era solo caer y ahogarse.

—Cuando se habla de valor en la Columna 8, enseguida aparece la imagen de Roberto Rodríguez, El Vaquerito… 

—Mira, déjame explicarte algo. A veces las leyendas crecen y opacan a los que están alrededor de la personalidad. Sin dudas el Vaquerito tenía madera de héroe, pero en la columna había otros con tanta madera como la de él.

—¿Quiénes?

—Ramón Pardo Guerra, Guile para nosotros, se pegó al tren blindado con mucho riesgo para su vida y habló con los oficiales para que hicieran un alto al fuego. Rogelio Acevedo en aquella fecha era un niño. José Ramón Silva atravesó el sur de Camagüey con un brazo herido y no se rajó. Joel Iglesias tenía 11 heridas de balas en el cuerpo… Eran demasiados consejos desoídos y esas desobediencias, incluso a las advertencias del Che, tenían una razón. Y te puedo hacer un listado bien largo.

—Pero el Vaquerito fue de los más destacados en Las Villas.

―Nadie lo puede discutir. Lo que te quiero decir es que no era el único. Hay muchas leyendas escondidas en la historia. Gente que hizo proezas y no se conocen. Sin embargo, del Vaquerito me conmueve otra historia, más que sus hazañas.

—¿Y cuál es esa historia?

―En 1984, la Dirección Política de las FAR me nombró asesor militar de una película que iban a filmar sobre el Vaquero, como le decíamos nosotros. Mientras estudiaba el guion, me entrevisté con la novia que él tuvo en los días finales de la guerra. Ella se incorporó al Pelotón Suicida, combatió, era una muchacha muy valiente. Cuando la entrevisté, ya era una mujer casada y con hijos. Hablamos mucho y llegó un momento en que ella no pudo aguantar los sentimientos.

«Resulta que después de la toma de Caibarién los dos se comprometieron para casarse cuando terminara la guerra. Fíjate: eran jóvenes, estaban rodeados de mil peligros y no dejaban de soñar. Luego, cuando la batalla de Santa Clara, el Vaquero va al asalto a la Estación de la Policía. Ella lo acompaña, y Roberto no la deja seguir avanzando. La muchacha insistió, pero el novio se mantuvo firme. Entonces, observa qué detalle, ella pide cambiarse las pañoletas. Era como si quisiera protegerlo con su prenda. Le da la suya y se pone la de él, y el Vaquerito finalmente muere con la pañoleta de su novia. El sueño de ellos se acabó ahí.

«Aquello me golpeó mucho. Son cosas que ocurren en situaciones en las que también estás tú y no te enteraste en ese momento. Después de aquel día, cada vez que veo una boda me acuerdo del Vaquero. Veo la felicidad de los jóvenes, su alegría, y enseguida viene la escena de los dos novios en medio de la batalla de Santa Clara que intercambian objetos para no olvidarse, aun en el peligro. Me acuerdo de ese detalle y pienso en algo que los recién casados ni siquiera imaginan: que esa felicidad tuvo un costo muy grande, un costo que no se puede olvidar».

Fuentes consultadas: Ernesto Guevara de la Serna. Pasajes de la Guerra Revolucionaria. Editorial de Arte y Literatura, La Habana, 1975. Colectivo de autores. Che en tres tiempos. Ediciones Verde Olivo, La Habana, 2001. Paco Ignacio Taibo II. La batalla del Che: Santa Clara. Editora Política, Ediciones Curujey, 1989. Delfín Xiques. Santa Clara: la batalla decisiva. Granma, 31 de diciembre de 2018.

La Campaña Relámpago del centro

16 de octubre de 1958

El Che llega a Las Villas. Comienza la organización de los grupos armados del Movimiento 26 de Julio bajo su mando. Han llegado después de una marcha agónica de 46 días a través de los llanos inundados del sur de Oriente y Camagüey.

Finales de octubre y noviembre

La Columna No. 8 inicia los ataques a los pequeños cuarteles de la tiranía en poblaciones cercanas: Güinía de Miranda, Banao, Caracusey y Jíquima, y a las principales vías de comunicaciones. Se empieza a interrumpir el movimiento de tropas y del comercio entre el centro y el oriente del país. Paralizadas las elecciones convocadas por Batista.

29 de noviembre

El Ejército inicia una ofensiva con seis blindados, bazucas, morteros y apoyo de la aviación.

1ro. de diciembre

Firma del Pacto del Pedrero entre el Movimiento 26 de Julio y el Directorio Revolucionario 13 de Marzo. El Partido Socialista Popular se adhiere el día 9.

5 de diciembre

Fracasa la ofensiva del ejército y se inicia su repliegue hacia Santa Clara.

16 de diciembre

Las fuerzas rebeldes avanzan contra las grandes ciudades. Comienza la Campaña Relámpago del centro. Asaltado Fomento.

21 de diciembre

Ataque simultáneo a los cuarteles de Cabaiguán y Guayos. Se inicia el cerco a la ciudad de Sancti Spíritus.

23 de diciembre

El capitán Armando Acosta Cordero toma Sancti Spíritus. El Che inicia combates en Placetas. Ese mismo día, el pelotón de Rogelio Acevedo se apodera del pueblo de Falcón y las fuerzas del Directorio entran a Manicaragua. El pelotón de Víctor Bordón asalta Cumanayagua, Camarones, Cruces y Lajas dominando desde allí la Carretera Central en el tramo Habana-Santa Clara.

25 de diciembre

Inicia una operación relámpago contra Remedios y Caibarién, que cae en la mañana del 26. Ese mismo día es liberado Jatibonico.

27 de diciembre.

Se inicia el avance contra Santa Clara. Se parte desde Placetas.

28 de diciembre

El Che llega a la Ciudad Universitaria. Instala su primer puesto de mando. Se producen los combates contra las tanquetas en los suburbios de la ciudad. Ataque a la loma del Capiro. En la noche comienza la infiltración de los rebeldes en Santa Clara.

29 de diciembre

Cae el tren blindado con 22 vagones repletos de soldados, cañones antiaéreos y ametralladoras.

30 de diciembre

Se combate en toda la ciudad y comienzan a caer las defensas del ejército. Tropas del Directorio Revolucionario, al frente de Faure Chomón Mediavilla, toman Trinidad.

31 de diciembre

El Che dialoga con el jefe del Regimiento Leoncio Vidal. Lo hace responsable de todo lo que suceda en adelante, incluida una invasión norteamericana.

1ro. de enero de 1959

Amanece. Los guerrilleros se encuentran listos para atacar el Regimiento, cuando se conoce la huida de Batista. Ha triunfado la Revolución.

En poco más de una semana las tropas bajo el mando del Che tomaron 12 ciudades, capturaron cerca de 800 prisioneros y casi 600 armas con abundante parque.

 

Comparte esta noticia

Enviar por E-mail

  • Los comentarios deben basarse en el respeto a los criterios.
  • No se admitirán ofensas, frases vulgares, ni palabras obscenas.
  • Nos reservamos el derecho de no publicar los que incumplan con las normas de este sitio.