Los oficiales de la patrulla 448 controlan los datos de un joven que les explicó venir de la estación de policía tras ser multado por estar después de las siete de la noche en la vía pública Autor: Abel Rojas Barallobre Publicado: 22/09/2020 | 08:20 pm
JR continúa sus recorridos nocturnos por La Habana para observar in situ el respeto de las personas naturales y jurídicas a las medidas restrictivas adoptadas en la capital del país desde el 1ro. de septiembre para finiquitar el rebrote de la epidemia de COVID-19.
Este lunes, de 9:00 p.m. a 12:00 p.m., el itinerario fijado fue el oeste de la ciudad, pero empezando por el centro-sur.
Comenzamos en Párraga. De ahí a Vieja Linda, Los Pinos y Miraflores. Luego, Altahabana, Marianao, La Lisa, San Agustín, Siboney, Náutico, Romerillo, Buena Vista, Kohly, y Nuevo Vedado hasta la Ciudad Deportiva, desde donde nos enrumbamos por Santa Catalina, La Víbora, y La Palma hasta llegar a Mantilla.
Fueron unos 50 kilómetros en los que el conductor —ellos, son siempre parte del equipo periodístico, aunque nunca se les acredite— mantuvo el auto a baja velocidad para no perder los detalles, esta vez con el añadido de que cuando joven, nuestro chofer fue patrullero de la PNR.
Además del hecho ya común de ver a muchas personas sentadas en los portales o en el umbral de la puerta de sus hogares, durante todo el recorrido solo pudimos observar a seis o siete personas que brincaban sigilosas de una casa a otra de la cuadra, tres o cuatro que caminaban presurosas en dirección a sus hogares tras concluir la jornada laboral, cinco deambulantes con el juicio perdido, y un par de individuos que nos indujeron a concluir que sí estaban en franca violación.
Nos encontramos también a dos jóvenes que recién habían sido apercibidos por la ley, uno que salía de una estación de la PNR, y otro que caminaba por la calle 26 y fue detenido por el equipo del carro patrullero 448, a quienes explicó que fue parado en Miramar después de las siete de la noche, conducido a la unidad, donde se le impuso una multa de 2 000 pesos, y ahora regresaba a su casa.
¡Ah!, también contamos en todo el trayecto 19 vehículos, todos estatales y con sus respectivas pegatinas los que la llevan, excepto un jeep particular que entró al atardecer a la ciudad para surtir un punto de venta con productos agrícolas.
La noche fue como debía ser. Y como se necesita. Solo un «detalle» nos puso en alerta.
En tres ocasiones nos encontramos con grupos de adolescentes y jovencitos de ambos sexos que en la puerta de los pasillos, sin salir a la calle o a las aceras públicas, compartían a la manera que ellos saben hacerlo: risas, juegos de mano y algún que otro grito, que está muy bien para esa edad, pero es lo más contraproducente que hoy puede pasar.
Según han revelado los análisis de los y las expertas cubanas, aquí, como en el resto del mundo, la media de edad de la población contagiada con la COVID-19 ha disminuido en relación con el inicio de la pandemia, y cuando la muchachada está en situación como la descrita arriba, y aunque no haya fiesta, mantener el distanciamiento físico es casi imposible; y ni hablar de aislamiento social, porque aquí no había ninguno.
Conclusiones del segundo viaje por La Habana de 7:00 p.m. a 5:00 a.m.: Hay que tener cuidado con el comportamiento de algunos adolescentes, los padres y los factores de la comunidad deben poner orden y convencer a sus hijos e hijas de que aún no es tiempo de retozar.
En Párraga la disciplina se mantiene, y sentarse en el portal para no ver pasar a nadie puede resultar «entretenido», pero no se puede olvidar el nasobuco. Foto: Abel Rojas Barallobre
Los equipos y trabajadores de comunales siguen siendo «los leones» de la noche, y han hecho un buen trabajo durante toda la epidemia. Foto: Abel Rojas Barallobre