Este 4 de Abril, en varios sitios del país, jóvenes estudiantes, profesores, oficiales del Minint y de la Salud Pública, que están dando una pelea implacable contra la COVID-19 y por la salud y la vida, recibieron el reconocimiento de la Unión de Jóvenes Comunistas. Autor: Francisnet Díaz Rondón Publicado: 04/04/2020 | 11:35 pm
Este coronavirus viene a desmentir ciertos mitos. Viene a echar por tierra, por ejemplo, que el cambio climático es prácticamente irreversible. Cuestiona la insolidaridad, el querer tener más, ridiculiza —como una especie de rebote— las políticas de quienes se tapan los ojos a la realidad de la pandemia y aseguran que todo lo tienen bajo control.
Miren a Nueva York con sus hospitales saturados, o las calles de Guayaquil, donde a los muertos los sacan después de varios días a la calle y los creman como si fueran basura. Miren y lloren.
El coronavirus también viene a desmentir el mito de la juventud perdida. Al menos en Cuba. ¿Quién no lo ha oído? A cada rato se escucha, y cualquiera pudiera pensar hasta en ciertas dosis de verdad. Pero este sábado —un 4 de Abril inusual— a uno no le quedó más remedio que meditar hasta qué punto es verdad eso de colocar a los jóvenes en el estante de los sin remedio.
No hubo la gran celebración, pero, en varios territorios de nuestro archipiélago los jóvenes, en grupos reducidos, participaron en labores relacionadas con la producción de alimentos; mientras otros se mudaron para las redes sociales y festejaron su 4 de Abril con mensajes, carteles, fotos, dibujos, canciones…
La cavilación apareció con el recorrido del día durante la visita a varios centros de aislamiento. En algunos las noticias son de júbilo: las personas han dado negativo a las pruebas del virus. En otros casos hay que esperar. Pero en todos está el peligro. Un peligro que se conoce, se intuye. Hasta se huele. Y delante de él hay rostros jóvenes. El nasobuco —esa pieza de tela con nombre extraño que tanto nos da— no deja ver completamente el rostro. No sabemos si hay un lunar, un mentón pronunciado o no.
Apenas se ven los ojos y las cejas. Rostros donde los párpados bajan por la pena cuando se les da las gracias por los riesgos que corren para salvar la vida de todos. Rostros que escuchan la carta de reconocimiento por el 4 de Abril. Rostros en los que uno adivina la sonrisa cuando se les entrega el diploma. Rostros que no dejan de sonreír. Incluso, cuando miran a la muerte.