El joven Omar Herrera Pérez es uno de los dos primeros espirituanos dados de alta del Hospital Manuel Piti Fajardo, de Villa Clara. Autor: Tomada de Radio Sancti Spíritus Publicado: 03/04/2020 | 12:48 pm
SANCTI SPÍRITUS.— «Estaba durmiendo y el doctor me despertó para darme la noticia. En ese momento no lo asimilé: En lo primero que pensé fue en mi esposa, pero él me dijo que había dado negativo. Sentí un gran alivio», dice Omar Osvaldo Herrera Pérez aún con el dolor punzante de saberse el caso 31 que dio positivo a la COVID 19 en toda Cuba.
«Mi mayor preocupación fue siempre haber contagiado a mi familia y amigos», añade el joven de 27 abriles, quien responde telefónicamente desde su casa en el municipio de La Sierpe, donde permanece aislado por otros 15 días, tras recibir el alta del Hospital Manuel Piti Fajardo, de Villa Clara.
«Fue excepcional todo el equipo que me atendió. Todo el tiempo demostraron ser grandes profesionales y con una ética inmensa. Salí de ahí totalmente agradecido de cada una de esas personas que están ahí, jugándose la vida, por ayudar a uno. Hay que tener mucho valor para no despegarse de los casos críticos como los que vi», reflexiona ahora, en el ambiente de su hogar, ubicado a las afueras del corazón de una localidad donde los edificios crecieron para dar cobija, principalmente, a quienes vivían en las tierras que la presa Zaza se tragó hace ya un tiempo.
Recuerda con exactitud cada detalle del cubículo del hospital santaclareño, donde el tiempo transcurrió lentamente: Tres camas a un metro de distancia, grandes ventanales, ventiladores, mucha luz y un ir y venir de seres divinos vestidos de verde hasta el tuétano.
«Las condiciones estaban muy buenas. La limpieza era excepcional. Llegué solo al cubículo, pero luego se fueron incorporando más pacientes. Ya al cuarto día estaban todas las camas llenas. Todos estuvimos asintomáticos», rememora.
A esta hora de recuento, Herrera Pérez no deja a un lado el consejo seguro para que otras personas no vivan en carne propia los desmanes del nuevo coronavirus.
«Me fue muy mal porque, ya sabiendo que la enfermedad no tiene una vacuna y que no hay un tratamiento específico, sabía que me podía pasar cualquier cosa y eso me afectó un poco. Tengo poca experiencia y nunca me había enfrentado a algo como esto. Salí traumatizado con las medidas de higiene. Me lavo las manos cada 30 minutos. No puede faltar el alcohol y casi que tengo que oler el cloro para estar tranquilo.
«Por eso, hay que estar al tanto de las noticias. Las personas me escriben diciéndome que me cuide y yo digo no, cuídate tú porque es bien crítica la situación», enfatiza cada palabra.
Pero este triste pasaje de la vida de un hijo de este pueblo (donde casi todos son familia y los que no, se funden en el amor que brota natural en las comunidades pequeñas), comenzó, sin saberlo, momentos antes de poner sus pies en suelo cubano.
«Conocía de la enfermedad, pero en el momento que viajé desde la Florida, donde resido, no se había reportado ningún caso oficialmente. Quizá por eso me descuidé un poco. Luego se comenzó agravar la situación en nuestro país y el resto del continente y, pasado 10 días de mi llegada empecé a sentir los síntomas: Amanecí con dolor de garganta y por la tarde tuve fiebre, pero como padezco de la garganta y la noche antes había cogido sereno, no imaginé que fuera el virus. Ya al otro día me sentí peor y fui en busca de un médico. Me imagino que lo haya cogido en alguno de los aeropuertos», agregó.
El joven Omar mantuvo en vilo a La Sierpe y a toda Cuba, pero ahora respira tranquilo en el calor de su hogar, desde donde saldrá un día para contarle a sus vecinos la grandeza de ser un sobreviviente.
«Debía haber volado de regreso el 31 de marzo, pero la situación de Estados Unidos está muy crítica. Me toca estar 15 días en casa aislado y seis aún con tratamiento. Me mantendré chequeándome para que todo esté bien conmigo y el resto de mi familia. Luego pensaré en el retorno», concluye, y otra vez da gracias a quienes le tendieron las manos en su tenaz lucha por la vida.