Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Ñico López revolucionario a los 15 años

Hace 87 años nació Antonio «Ñico» López Fernández, quien se convirtió en un verdadero héroe que la juventud cubana no podrá olvidar nunca

Autor:

Luis Hernández Serrano

Cuando se pasó lista en la primera sesión del juicio por los sucesos del 26 de julio de 1953, no se mencionaron el nombre y los apellidos a Antonio «Ñico» López Fernández, ni los de otros compañeros que participaron en aquellos heroicos asaltos a los cuarteles Moncada de Santiago de Cuba y Carlos Manuel de Céspedes, de Bayamo, el 26 de julio de 1953, pues lograron evadirse del rastreo feroz de los cuerpos represivos de la tiranía batistiana, y poco después viajaron al exilio.

Justamente el joven Ñico López, a quien nuestra historia debe las tres letras sagradas de Che con que Cuba y el mundo han llamado para siempre al médico argentino Ernesto Guevara de la Serna, se convirtió en revolucionario a los 15 años.

Esto fue así porque tenía esa edad cuando su mente y los latidos de su corazón se vincularon al Partido Ortodoxo y empezó a asistir a sus asambleas a raíz de su fundación el 15 de mayo de 1947. Allí conoció en el Liceo de Prado 109 al joven Fidel Castro Ruz y a otros compañeros de la Generación del Centenario de Martí.

Participó en todas las reuniones y asambleas del Partido, en las audiciones de radio de Eduardo Chibás, en los mítines de la época en que el líder ortodoxo denunciaba la corrupción administrativa de Grau y Prío, así como en el programa de la Hora Doctrinal Ortodoxa por la COCO, donde intervino en varias ocasiones. Igualmente, siendo un adolescente hizo contacto con los estudiantes en la Universidad de La Habana y estuvo en cuantas manifestaciones estudiantiles organizaba la Federación Estudiantil Universitaria (FEU), sin ser de sus aulas.

Al conocerse el golpe de Estado del 10 de marzo de 1952, se unió estrechamente a las actividades de Fidel y participó en las primeras manifestaciones contra aquel zarpazo dictatorial.

El 17 de marzo de 1953 Fidel habló en la tumba de Eduardo Chibás y entre los asistentes estuvo Ñico López. Asistió al velorio y entierro simbólico de la Constitución del 2 al 6 de abril de 1952 y a la Jura de la Constitución en la Universidad en abril de ese año. El 8 de mayo integró la manifestación organizada por la FEU hacia el cementerio de Colón, para el acto en la tumba de Antonio Guiteras. Y en el propio año cayó preso por repartir manifiestos y fue recluido en el Castillo del Príncipe.

Intervino en la organización de las primeras prácticas y entrenamientos militares en diferentes fincas cercanas a La Habana, para combatir a la tiranía; y también bajo la orientación de Fidel desarrolló una febril actividad, trasmitiendo órdenes y organizando acopio de armas.

Ñico López formó parte del pequeño Estado Mayor que encabezó y dirigió Fidel. Al celebrarse el Centenario de José Martí fue uno de los jóvenes que anduvo en el desfile de las antorchas el 27 de enero de 1953.

En la noche del viernes 24 de julio de ese año partió hacia Oriente con Juan Manuel Ameijeiras, Elpidio Sosa y Gerardo Álvarez, y el 26 de julio ya era jefe de un grupo de compañeros que atacó el Escuadrón 17 de la Guardia Rural, ubicado en el cuartel Carlos Manuel de Céspedes, de Bayamo, aunque resultó una acción fallida.

Después del ataque, ya conocido como Ñico López entre sus compañeros, en unión de varios de ellos, consiguieron cambiarse los uniformes militares que llevaban y llegar a La Habana, pero ya estaban fichados por los agentes del dictador.

Ya refugiado en una casa amiga, los cuerpos represivos le prepararon una encerrona, y no obstante su visible gran estatura, logró burlarla, entró a la embajada de Guatemala y salió para este país el 12 de agosto de 1953.

Allí en enero de 1954, le presentaron al médico argentino Ernesto Guevara de la Serna, exiliado en ese país, en la casa de Mirna Torres, también exiliada latinoamericana.

En abril de ese año embarcó hacia México y en octubre, al trasladar a un cubano enfermo, se encontró de nuevo con Ernesto Guevara que en ese momento trabajaba en la Sala de Alergia del Hospital General.

Al saber que presionado por el pueblo, en mayo de 1955 el régimen batistiano decretó una amnistía y con ello la salida de Fidel y demás asaltantes del Moncada, regresó a Cuba, pero fue detenido en el aeropuerto de Rancho Boyeros, el 28 de mayo. Poco después lo dejaron en libertad.

En junio se realizaron reuniones en la casa de Melba Hernández y en otros lugares para dejar constituido el Movimiento Revolucionario 26 de Julio, y Ñico López resultó designado miembro de su Dirección Nacional. A partir de ahí recorrió todo el país y realizó viajes al extranjero en tareas conspirativas del Movimiento conformado.

En su recorrido visitó las provincias del este cubano, y llegó a Oriente, donde captó valiosos compañeros en Palma Soriano y Santiago de Cuba. En Manzanillo ya Celia Sánchez Manduley había nucleado a un gran número de jóvenes y campesinos antibatistianos de Campechuela, Niquero, Media Luna y Pilón.

En el local del Partido Ortodoxo, en la calle Pedro Figueredo número 2, la policía detuvo a varios jóvenes que acompañaban a Ñico y fueron conducidos presos al vivac de Santiago, donde permanecieron 72 horas acusados de estar reunidos y de hacer colectas de recursos con fines subversivos para derrocar al gobierno de Batista con un  movimiento revolucionario dirigido por el joven abogado Fidel Castro.

A fines de agosto de 1956 pudo salir Ñico para México por el aeropuerto de Santiago de Cuba. Se entrenó en tierra azteca y navegó en la travesía rumbo a la patria con la columna expedicionaria. Al efectuarse el desembarco desde el yate Granma, el 2 de diciembre de 1956 y comenzar la marcha, los compañeros estaban agotados y uno de los que más sufrió en aquellas jornadas fue precisamente Ñico.

En la sorpresa con las tropas de la tiranía en Alegría de Pío, disparó su arma incesantemente, luego se retiró hacia los farallones y quedó con un grupo de 14 compañeros. Algunos días después hubo un cambio de impresiones sobre el rumbo a tomar, y no se pusieron de acuerdo. El grupo se dividió en dos. Ñico permaneció junto a Cándido González, José Smith Comas, Chucho Reyes, David Royo, Miguel Cabañas y Mario Hidalgo.

Después de algunos días de fatigoso camino, una persona nativa del lugar se ofreció y se comprometió a buscarles un guía para internarse en la Sierra Maestra, pero en verdad los denunció al Ejército enemigo. Ñico y sus compañeros cayeron en la trampa tendida por el delator, y el 8 de diciembre en unión de otros hermanos de lucha fue asesinado en Boca del Toro.

Un jacobino de la Revolución francesa

Ñico López Fernández nació en Marianao, La Habana, el 2 de octubre de 1932. Para ayudar a sus padres Juan y Concepción, fue dependiente, ayudante de albañil a domicilio y en una tarima para la venta de frutas en el Mercado de La Habana como ayudante de su padre, aunque por su inteligencia y fino instinto, llegó a alcanzar de manera autodidacta una formación cultural que sobrepasaba su bajo nivel educacional.

Su desarrollo personal y su profundo pensamiento revolucionario y fe en Fidel y en la Revolución, se convirtió en un verdadero héroe que la juventud cubana no podrá olvidar nunca.

Armando Hart lo describió como «un hombre extremadamente alto y delgado, de ojos claros, sonrisa abierta, mano extendida y de un fuego interior que lo convertía en un formidable agitador político y social. Tenía condiciones naturales de líder y sobresalía por sus dotes de orador, con un gran poder de convencimiento y de aglutinar a la gente con fines políticos. (…) Lo recuerdo como a un personaje del jacobinismo en la Revolución Francesa, de los Comuneros de París de 1871, de los bolcheviques rusos (…) Tenía al morir 24 años, y si de Camilo dijo el Che que “era la imagen del pueblo”, de Ñico podría decirse lo mismo (…)». 

Fuentes: Antonio «Ñico» López. Palabra y acción, páginas 296-300 en Perfiles, Armando Hart Dávalos, Editorial Pueblo y Educación, 2002 y La palabra empeñada. El exilio revolucionario cubano 1953-1956, Heberto Norman Acosta, Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado, Tomo 1, La Habana, 2016.

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