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«Bienvenido a mi casa, Presidente»

Una mujer bayamesa recibió dos sorpresas en corto tiempo: primero vio cambiada su morada, luego recibió en su sala al mismísimo Presidente del país, Miguel Díaz-Canel Bermúdez

Autor:

Osviel Castro Medel

Bayamo, Granma. «Mi casa no se filtraba cuando llovía, era un aguacero dentro», dice con los ojos agrandados, y la sonrisa le sale íntegra con la inocencia que caracteriza a las personas humildes.

Luego su mirada cruza por varios rincones del hogar para soltar otra confesión muy sincera: «Las paredes eran de  tablas, se estaban cayendo; tenía que agacharme para pasar en algunas partes; el piso, de cemento pulido, ya se encontraba en las últimas y las tejas... ni hablar. Debí de haberme ido porque antes aquí no se podía vivir, lo que sucede es que no sabía desprenderme de este lugar donde nací, viví junto a seis hermanos, crié a mis tres hijos y vi morir a mi madre».

Estas son las primeras palabras de Bárbara Montero Soler, una mujer de 70 años, que hace unas semanas fue sorprendida con la visita del presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, Miguel Díaz-Canel Bermúdez.

Entonces recibió al mandatario en una vivienda transformada, hecha de mampostería, con piso impecable y cocina «azulejeada».

«Estaba tan nerviosa que no me salían las palabras, recuerdo que le dije: ‘Bienvenido a mi hogar, Presidente’», evoca.

Esa exaltación impidió a Bárbara contarle varios detalles al Jefe de Estado. No pudo decirle que apenas cursó el umbral del sexto grado; que planchó en demasía, al igual que su progenitora, para sostener a la familia; que milagrosamente su lecho modesto no fue levantado por los ciclones.

«La emoción es traicionera, tuve que tomarme unas pastillas cuando vino, me preguntó cada qué tiempo llegaba el agua, por la casa y otras cosas que no pude retener», sentencia esta señora que vive sola, aunque cada mañana recibe la visita de Nelson, de 48 años, el mayor de sus «muchachos».

Él fue quien le agilizó los trámites en las dependencias de la Vivienda y quien se encargó de estirar y ampliar los más de 73 200 pesos que Bárbara recibió como subsidio gubernamental para reparar el deteriorado inmueble.

«Nelson y mi nieto Daniel me ayudaron mucho para contratar la mano de obra y para que en un año exacto se hiciera la casa, con cocina-comedor, sala, cuarto, baño, todo nuevo y amplio. La estrené en julio del año pasado», refiere esta mujer que ha encontrado en sus vecinos unos familiares muy allegados.

Bárbara comenta que si bien en principio hubo lentitud con su caso, fue atendida con amabilidad casi siempre y luego hubo celeridad para resolver su situación. «Nunca pensé tener esto, ahora vivo contenta, ay, mijo yo no sé ni explicarle», expone en otro arranque de honestidad.

Precisamente uno de los llamados reiterados del Presidente es que cada día existan en Cuba menos historias de pisos de tierra o de morosidad con subsidios tan necesarios como el de Bárbara.

Después de todo, en cada palabra de ella salta el agradecimiento, la probidad, la nobleza. «No ambiciono nada, quiero vivir mi vejez tranquila, disfrutar el techo nuevo durante unos años. Lo único que deseo hoy es que me llegue la foto junto al Díaz-Canel. Eso me haría doblemente  feliz», agrega con otra sonrisa larga.

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