Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

La mano amiga

Hasta el más humilde buchito de café lo reciben apenados. Si están allí, donde Irma deshizo tantos sueños, no es para recibir algo a cambio sino para dar todo lo bueno de sí mismos

Autor:

Luis Raúl Vázquez Muñoz

MÁXIMO GÓMEZ, Ciego de Ávila.— Irma reventó la casa de Carlos Alberto Morales Mayea. Al amanecer, cuando pudieron distinguir los destrozos en el poblado de Máximo Gómez, Carlos la vio convertida en escombros junto con otras que estaban pegadas a la suya. Ahora, donde estuvo la destrucción se advierten unas paredes de bloques y una cimentación de rocoso para echar el piso.

«Todo ese relleno lo metieron los muchachos de la Universidad —explica Carlos—. Los bloques los movieron ellos y hasta levantaron paredes. Es la verdad, no se lo digo por quedar bien con nadie. Han apoyado cantidad, bajaron rastras de materiales, sacaron escombros y lo menos que puede ser uno es agradecido, y decir eso, y también darles las gracias».

VAMOS A METERLE

Es sábado, el último día de la movilización: el día de descanso. El cielo se encuentra nublado y en el horizonte se ve una franja gris que oculta los cayos. Es el frente frío que viene. Dentro de unas horas comenzará a llover y el invierno se adueñará de la costa de Punta Alegre, al norte de Ciego de Ávila.

Pese a que el día no acompaña, en la antigua casona del central un grupo de muchachos decide, en lo posible, pasarle por encima al tiempo y se pegan a la costa a bañarse o a tratar de pescar algo. Otros juegan dominó y algunos dormitan en las tiendas de campaña. Parecen campistas, pero no. Ellos son los jóvenes de los que hablaba Carlos.

«Estamos aquí desde el lunes, aunque un grupo llegó antes para armar las tiendas de campaña», explica Agnier Sánchez Hurtado, estudiante de segundo año de la Licenciatura en Turismo y presidente de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU) en la Facultad de Economía y Ciencias Empresariales de la Universidad de Ciego de Ávila Máximo Gómez Báez.

«Nosotros —continúa Agnier— somos del Contingente Ernesto Che Guevara. Ese grupo lo creó la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC) en la provincia para apoyar las tareas de la recuperación de viviendas. Le preguntaron a la FEU si podíamos dar el paso al frente, venir para acá de primeros y dijimos: “vamos a meterle”».

EL TIEMPO QUE HAGA FALTA

Maykel Pérez Valdés, primer secretario del Comité Provincial de la UJC, explica que la idea del contingente surgió cuando la Juventud desarrolló una movilización en el consejo popular de Máximo Gómez para recordar el primer trabajo voluntario convocado por el Che.

Esa zona, que abarca los poblados de Punta Alegre y Máximo Gómez, fue una de las más afectadas por el huracán. De acuerdo con datos del Consejo de De-   fensa Provincial, allí se registraron 1 542 viviendas afectadas, equivalente al 66 por ciento del fondo    habitacional del Consejo. De esa cifra, 778 casas se         destruyeron por completo, más de 240 sufrieron derrumbe parcial, 224 perdieron por completo el techo y 295 quedaron parcialmente sin cubierta.  

«El Contingente lo integrarán jóvenes de distintos sectores, que permanecerán durante una semana en labores de recuperación de viviendas —explica Maykel—. Lo iniciaron los universitarios y ellos estarán hasta finales de este mes. Luego daremos paso a otros organismos. ¿Qué tiempo estaremos aquí? Bueno, el que haga falta».

EL GRUPO DE ESTRENO

El primer grupo, el del estreno, lo integraron cien estudiantes —90 varones y diez mujeres— de las facultades de Ciencias Agropecuarias y Ciencias Económicas y Empresariales (FACE). Al iniciar la conversación, los muchachos coinciden en el impacto que les causó ver tantas casas dañadas, sobre todo cuando participaron en el trabajo voluntario que originó la idea del Contingente.

Con los jóvenes estuvieron el Doctor Jorge Armengol Díaz, decano de la Facultad de Ciencias Agrícolas, y los profesores Inovel Martínez Varela y Raymond Madrigal Pérez, ambos del Departamento de Turismo de la FACE. También participaron en los trabajos. Cuentan cómo en las jornadas finales un puñado de jóvenes laboró en el trasiego para rellenar el piso de cuatro viviendas. El que menos tiró lo hizo con 20 carretillas y entre todos debieron mover 30 metros de rocoso. Otros bajaron bloques, para algunos en una experiencia inédita debido a la cantidad.

 «Oiga, yo lo que más había movido eran 180 bloques para mi casa y aquí, junto con los demás, tuvimos que bajar 1 770 bloques de una rastra, el numerito no se me va a olvidar nunca», cuenta Harold Bouza Quintero, del segundo año de la Licenciatura en Turismo.

Por su parte, Lorenzo Delis Cárdenas, del mismo año de Harold, confirmó sus habilidades como albañil. Había aprendido como ayudante de su tío, Gilberto Luis, y en Máximo Gómez levantó paredes, preparó pisos y salpicó paredes, con sus compañeros, entre ellos Reinier Consuegra Martínez, quien asegura: «Nosotros éramos sus ayudantes».

La movilización del Contingente también le dio espacio a la actuación de Telón Abierto, el conjunto danzario de la Universidad avileña. Joaquín Morales Martínez, de Turismo, y Adrián Pujol Sosa, de segundo año de Contabilidad y Finanzas, recuerdan la expresión de los pobladores.

«Verla —dicen— era una prueba de que estar aquí vale la pena. Cuando nos convocaron, fue en un teatro de la Universidad. Explicaron que era voluntario y que veníamos a trabajar. Las clases las recuperaríamos después. Hemos estado aquí por un elemental sentido de solidaridad».

SOLO DECIR GRACIAS

Del hogar de Yulia Pérez Rojas lo único que queda es un placer grande, donde se ven los pilotes que sostuvieron la casa. Antes de Irma, el lugar era un jardín lleno de árboles frutales. El después fue tétrico. La casa doblada, hecha astillas y el jardín destrozado. Ella, junto con sus padres y su niño pequeño viven ahora en lo que antes era la cocina. Cuando aparecieron los muchachos, su familia pidió que los ayudaran a limpiar el patio.

«¿Ve todo ese placer limpio? —dice Yulia—. Pues lo hicieron ellos. Yo sola y mis padres no podíamos.       De verdad, no tenemos cómo agradecerles a esos muchachos».

DIÁLOGO FINAL

«Cuando llegué con la avanzada, esto pintaba feo», dice Tayron Peralta López, estudiante de primer año de Agronomía de la Universidad de Ciego de Ávila. «No, yo también lo vi feo y eso que no había venido antes», asegura Tomás Miguel González Trujillo, también de primer año de Agronomía. «Nunca pensé que un ciclón pudiera tumbar tantas casas. Cuando las vi, me dije: “¿Y esta gente cómo vive?”».

Tayron: «Yo también me hice esa pregunta. Una cosa es que te lo digan y otra que tú la veas». Miguel: «Uno mira esas cosas y se da cuenta de que en la vida hay cuestiones más importantes, y a veces no nos damos cuenta». Tayron: «Es verdad, a veces uno coge una perreta por algo y al final te das cuenta que no vale la pena. Al menos tú tienes casa y mucha gente de aquí la perdió completa y, sin embargo, te ofrecen lo que tienen».

Miguel: «Mira, hay cosas que te ponen a pensar. ¿Tú te acuerdas de la viejita que nosotros le limpiamos el patio, el que estaba lleno de matas tumbadas? Noso- tros estábamos sacando gajos y unos troncos grandes, y ella se apareció con una cubetica de café y cuando me di el buche, aquello me supo a gloria, yo estaba reventado. Pero a mí me dio pena. Esa señora se quedó prácticamente sin nada y nos estaba buscando café. No sé, la cosa tenía que ser al revés, ¿no? Por eso dije: “Señora, no se moleste. Nosotros estamos bien, no se preocupe”. Y ella me respondió: “Ay, mijo, ¿cómo no lo voy a hacer si ustedes nos están devolviendo la vida?”».

La ayuda solidaria de los universitarios hacia los damnificados por Irma. 

Yulia Pérez Rojas y su familia sintieron el impulso especial de los estudiantes de la universidad avileña.

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