Cementerio Santa Ifigenia: altar de la Patria. Autor: Miguel Rubiera Jústiz/ACN Publicado: 11/10/2017 | 12:04 am
Otra vez se sintió repicar la campana de La Demajagua y el amanecer fue más solemne que de costumbre en ese altar de la Patria que es el cementerio Santa Ifigenia.
Una brisa tenue mecía las palmas. Flameaba alto la enseña tricolor y emociones diversas se levantaban junto al sol del Oriente.
Este 10 de octubre, en nombre de toda Cuba, la máxima dirección del país, encabezada por el Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, General de Ejército Raúl Castro Ruz, y orientales de diversas edades y profesiones izaron en Santiago el alma de la Patria.
A 149 años, se evocaron el día y la hora exactos en que Carlos Manuel de Céspedes se alzó sobre la historia para dar inicio a la Revolución que hoy continuamos.
Consecuente con una idea hermosa, los panteones de los padres fundadores de la nación fueron trasladados al área patrimonial central de la necrópolis, junto a Martí y Fidel, marcando, como explicaría el prestigioso intelectual Eusebio Leal Spengler, miembro del Comité Central del PCC, «un discurso comprensible para todos, al mismo tiempo que sientamos las bases para la enseñanza de la historia y el sentimiento patriótico y nacional».
Por eso el homenaje se inició antes que el sol se levantara en el horizonte. Ofrendas florales a nombre del Presidente cubano y de nuestro pueblo fueron colocadas ante los osarios de Céspedes y Mariana, en el edificio administrativo del cementerio donde, primero, integrantes de la Unidad de Ceremonias de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, y luego dirigentes del país, les realizaron guardias de honor.
Después fue como si de nuevo cabalgaran los mambises, se alzara la voz del Padre de la Patria liberando a sus esclavos y se viera a Mariana una y otra vez curando heridos e instándolos a volver al combate.
De manos de integrantes de la Unidad de Ceremonias llegaron los restos venerados hasta las manos del Presidente cubano, que los esperaba ante el Monumento a Céspedes, y a las de la secretaria general de la Federación de Mujeres Cubanas, Teresa Amarelle Boué, en la tumba de la Madre de la Patria.
Una ofrenda floral a nombre del pueblo de Cuba fue depositada entonces ante la llama eterna, resumen de la veneración hacia todos los caídos y 21 salvas de artillería surcaron el aire como saludo de la nación.
Bajo los acordes de la Elegía a José Martí, compuesta por el Comandante Juan Almeida Bosque, la guardia de honor que cotidianamente venera a nuestros próceres en el camposanto santiaguero, inauguraba una nueva rutina y se extendía hasta las tumbas de Céspedes y Mariana.
La Revolución Cubana es una sola, enfatizaba minutos después Eusebio Leal, al tiempo que abundaba en el gesto osado e íntegro de Céspedes y en la entrega de Mariana, Madre de todos los cubanos.
Al concluir la ceremonia, flores blancas de manos de la presidencia llegaron además, hasta los sepulcros de Martí, Fidel y los mártires del Moncada.
El día se hizo entonces al tributo de los santiagueros, en representación de todos los cubanos. Se sintió el paso firme y desenfadado de los estudiantes de la mambisa Universidad de Oriente, justo en el día de su cumpleaños 70.
Retando a un sol a ratos tímido, otras intenso, se vio pasar al combatiente que ayudó a forjar la Patria, de la mano del nieto curioso de las hazañas de los héroes; anduvieron constructores e historiadores, médicos y estudiantes, en río interminable hasta las seis de la tarde, convencidos de que en el pasado glorioso está la raíz del porvenir.
Orgulloso, con la historia entre sus manos, anduvo una vez más el indómito Santiago. En el aire quedó la certeza y el juramento: hay futuro y continuidad.
Monumento a Céspedes. Tumba de Mariana Grajales, Madre de todos los cubanos.
Los santiagueros rindieron tributo en representación de toda Cuba. Fotos: Miguel Rubiera Justiz/ACN