A la derecha de Fidel, sonriente y luciendo rolos, aparece Gloria. Con las manos sobre los hombros del Comandante en Jefe está Josefa, la madre de la familia. Autor: Juventud Rebelde Publicado: 21/09/2017 | 06:57 pm
CAMAGÜEY.— Con la seguridad que lo caracterizó toda la vida, Alfonso Badal se paró un día de espaldas a su casa. Miró a ambos lados, como buscando la respuesta a su pensamiento. Volteó la cabeza y absorto fijó la vista en La Mía, la tienda del vecino, única en toda la zona y erigida en uno de los lados de la vía, en el Kilómetro 5 y medio de la Carretera Central, que da la bienvenida al viajero en la tierra de los tinajones.
La abuela Gloria junto a los pequeños de la familia, el 24 de julio del 2007. Foto: Franklin Reyes
Segundos después y sin pestañar, el hombre afirmó ante sus hijos y esposa: «Si esa es La Mía, entonces la nuestra, la tienda de los Badal, se llamará: La Tuya, la del pueblo».
Así comenzó el 24 de julio del 2007, el diálogo de JR con Gloria Badal Toledo —ya fallecida—, una de las hijas de Alfonso. Rememoradas por el cariño, cobran vida otra vez aquellas imágenes y palabras de la anciana orgullosa de la actitud asumida por su padre allá por los años 40.
Fiel a sus recuerdos, evocó las palabras de su progenitor. «Así era papi y así eran sus cosas. La lealtad a sus ideales no le falló ni cuando buscó el nombre de su tienda. Con ellos crecimos y junto a ellos hemos vivido durante todos estos años», expresó Gloria. Desde entonces La Tuya no ha dejado de servirle a su pueblo.
El tiempo pasó y un buen día, exactamente el 13 de junio de 1961, las puertas de ese establecimiento recibieron, muy cerca de la una de la tarde, a un usuario que se convirtió en el gran orgullo de los Badal… y para toda la vida.
Entre sonrisas femeninas
De piel blanca y arrugada por los 86 años de vida, la abuela Gloria se balanceaba en la sala de su casa, hasta hoy anexa a la tienda del pueblo.
Alegre aceptó relatar una historia que no olvidaba: «¿Quién puede desprenderse de un encuentro tan lindo como aquel que nos regaló la vida?
«Aunque parezca una exageración, siempre tuve la idea de que Fidel estaría algún día en mi casa. Me decía a cada rato: “Igual que otros viajeros refrescan del viaje en La Tuya, ¿por qué no él?”.
«Lo presentí y hasta lo llegué a comentar con Nelia Orta, una amiga de la infancia. Unos días antes de aquel 13 de junio, justo donde hoy estoy sentada, le dije: “No pierdo las esperanzas de verlo un día aquí en mi casa”. Pero nunca pensé que fuera tan rápido.
«Tenía 40 años y lo recuerdo como si fuera hoy. Era un día muy caliente, con mucho sol, y estábamos en la tienda, cuando se me ocurrió colar café.
«Salí con una de mis cuñadas por la puerta trasera, que nos comunicaba con la tienda, y en lo que pongo el agua a la candela, veo por el costado que se parquean tres máquinas.
«Primero pensé: “¿Será alguien importante?”, pero de momento mi mente fue más rápida que la respiración y volví a pensar: “¿Esas máquinas…? ¿No será Fidel?”. Y como yo tenía ese deseo, ese presentimiento aquí metido en mi cabeza desde días atrás, la lengua se me fue…
«Le dije a mi cuñada: “¿No será Fidel?”. Fue algo que me nació del corazón. Ni ella ni yo dimos tiempo a nada: si ella anduvo rápido, más ligera caminé yo. Salimos corriendo, cogimos por el patio...
«Al llegar al mostrador ya mami estaba con él; esa sí que no dio tiempo a chistar, pues lo reconoció desde que los carros se pararon frente a la tienda. Lo recibió con mucho respeto y cortesía. Eso no quita que cuando llegamos le había dado la mano y saludado con un abrazo.
«Nosotras, en cambio, no sabíamos qué hacer; era tanta la emoción que lo mirábamos, se nos agitaba el corazón, las manos nos sudaban, nos reíamos… La verdad es que nunca más en mi vida he experimentado algo así, y mira que en 86 años la vida me ha dado sorpresas y momentos felices, pero como ese… ninguno».
Instantánea para una historia
En el saloncito de la casa de Gloria Badal, ubicada en calle Cuarta, No. 2, del reparto Imán; y en La Tuya, hacia un costado de la entrada, aparece colgada en la pared una fotografía que cientos de camagüeyanos conocen y que refleja el encuentro del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz con las féminas de la familia Badal.
«Quien la descubre en la tienda o aquí, no aguanta los deseos y pregunta cómo fue aquel momento», aseguró la anciana.
«Recuerdo que mi mamá, Josefa Toledo Castellanos, que era una mujer muy enérgica y creativa, mandó a buscar a mi hermano José Antonio Badal, que estaba como a una cuadra de aquí, guataqueando en el patio. Nunca se me olvidará lo que dijo: “Busca a Pepe para que nos haga una foto”.
«En un santiamén vino Pepe, quien siempre retrataba a todos con una cámara que se había comprado, y nos la tiró. Mami abrazó a Fidel bien fuerte, y alrededor estábamos todas nosotras: mi cuñada Belgis Guerrero, esposa de Pepe; Pilar y Álida Fernández, vecinas y amiguitas mías; mis hijas Lourdes y Aracelis Sabina, quien días después se fue a Varadero para alfabetizar; mi cuñada Carmen Muñiz y yo.
«Junto a Fidel venían también otros compañeros vestidos de verde olivo. Ellos estaban cuidándolo, porque no sé cómo corrió la voz de su presencia, y de la nada, en cuestiones de minutos, aparecieron unas cuantas personas, al punto de que esto se llenó. Si no ponen postas creo que no hubiera podido salir, por lo menos en un buen rato».
Razón tenía Gloria cuando en sus meditaciones se preguntaba: «Igual que otros viajeros refrescan del viaje en La Tuya, ¿por qué no él?
«Acerté con mis pensamientos. Cuando el Comandante llegó al mostrador lo único que pidió fue un jugo de piña bien frío. Todo el grupo lo que quería era refrescar y ese fue el motivo de su visita, tal cual era costumbre entre los viajeros que transitaban por la Carretera Central y se detenían en La Tuya.
«Nunca se me olvidará que mientras se lo tomaba dijo: “¡Qué sabroso está y qué frío!”. La verdad yo no sé si él dijo aquellas frases para complacernos, pues éramos tantas mujeres mirándolo con asombro y alegría…
«Después repitió otro refresquito de piña y fue cuando se interesó por nuestros trabajos. Le preguntó a mami lo que hacíamos cada una de nosotras. Y nos aconsejó que nunca dejáramos de estudiar y que progresáramos en la vida.
«El encuentro con Fidel fue muy rápido. Luego nos saludó a todas, nos dijo adiós y se marchó en dirección a La Habana.
«Mi hermano Pepe no se demoró en revelar la foto. Al otro día ya estaba. Se la enseñamos a todo el barrio y comenzó la gente a preguntar por ella. Hasta hoy la tenemos colgada en el saloncito de la casa, y la tienda aún la conserva».
Reliquia en la vitrina
Las anécdotas acerca del encuentro de la familia Badal no concluyeron aquel 13 de junio de 1961. También un vaso de cristal de forma muy llamativa y original permanece, por más de cuatro décadas, en el centro de la vitrina de la abuela Gloria.
«Este vaso que ves aquí, igual a los de Coca Cola de aquella época, fue donde bebió Fidel sus refrescos. Lo tengo como una reliquia familiar.
«Todo el mundo pregunta por él, por su forma bonita, pero no hay quien lo toque. Hasta los más pequeños de la familia, mis nietos y biznietos, saben sobre la historia de este vasito y de quien tomó refresco de piña en él. Mientras viva seré quien único lo limpie.
«Mi madre lo cuidó, después le seguí yo y así será con mis hijos y descendientes», dice mientras acaricia el cabello de una de sus nietas.
Consecuente con las emociones de aquel día, Gloria Badal alfabetizó, igual que todas sus hijas, cortó caña, dirigió los CDR, la FMC, la zona de defensa, se sumó a todo lo que hiciera falta y ese mismo espíritu lo inculcó a sus cinco hijos, quienes la veneraron y aún cuidan con recelo su hogar y pertenencias.
En aquel entonces, a sus 86 años, los achaques del cuerpo pesaban, pero en su alma joven y optimista aún había lugar para el futuro y hasta para seguir adornando aquel preciado recuerdo: «¿Y si algún día vuelve a pasar por esta carretera y me devuelve la visita?, aunque ya no esté, mi familia le dirá lo que aquí se le quiere y de cómo fue ese encuentro».