El General Raúl, alegre por su pueblo que marcha Autor: Estudios Revolución Publicado: 21/09/2017 | 06:55 pm
Como las estrellas recién caídas, la de la bandera parece iluminarlo todo en la madrugada. Un muchacho la sostiene como a una bailarina por el talle, mientras el viento mueve su tela y ella luce su esplendor de isleña rebelde.
Muchas, grandes o pequeñas, ondean en la Plaza de la Revolución José Martí, donde este 1ro. de mayo miles de cubanos parecen haber apurado la salida del Sol para que desfilen los obreros con más luz.
La avenida Paseo es una arteria hinchada por un ejército de pueblo. Hay hombros firmes que cargan niños, extranjeros de visita en la Isla, carteles, enseñas de países amigos, de organizaciones.
No se ve un pedazo de calle vacío, es una ola de cuerpos y una mezcla de lo que fuimos, de los días actuales y el futuro de esta tierra donde nacen hombres sin miedo.
Allí están los comandantes de la Revolución y muchos de los combatientes que, hace casi 60 años, con la punta de sus fusiles nos enseñaron que la dignidad no se pide ni se discute, se gana donde sea.
El General Raúl, alegre por su pueblo que marcha, saluda a todos sabiendo que el gesto no es solo suyo, que guarda también el alma de su hermano Fidel.
Debe ser porque hasta esta mañana, la primera de mayo donde él no estará, siente que con su energía de tormenta camina otra vez junto a los suyos. Por eso muchos desfilan y tal vez recuerdan la noche del 29 de noviembre, cuando habían pasado pocos días de que se volviera eterno, y este lugar sagrado se llenó de miles de cubanos buscándolo en cada rostro.
Hoy, como los vientos, Fidel se siente dondequiera. Sus botas se repiten en los pasos de quienes calzan los números más pequeños, sus palabras en las de los jóvenes, y sus anécdotas en muchos de los recuerdos de los viejos.
En el mismo sitio donde él conmoviera tantas veces y hace 17 años dijera que la Revolución es defender valores en los que se cree al precio de cualquier sacrificio, desde temprano andan sus hijos.
Y también por los pueblos, bateyes y ciudades desfilan, para que nuestro ayer de clandestinos y barbudos no se olvide; y para decirle al mundo que aquí, a pesar de las tempestades, el 1ro. de Mayo nunca ha sido día para huelgas, sino de fiesta.
Quienes avanzan con la reciedumbre de los robles son los médicos, maestros, campesinos, estudiantes y trabajadores de esta Cuba que defendemos, que escucha nuestras quejas; esa que extrañan quienes viven lejos, y la misma que desde que Fidel y Raúl la pintaran de verde olivo no sabe de niños descalzos, sino de largas caminatas, sueños que refundan utopías y hombres agradecidos por los padres que la Sierra les dio. Hoy Cuba lo dice todo; se sabe país que camina en los pies de sus hijos desde las primeras luces de la mañana.
Fidel, en muchas fotos que alzan brazos jóvenes, está al inicio del desfile. Con barba oscura o de nieve, boina o gorra militar, pensativo o animado sobre una tribuna, demuestra que la gente que lo ama, lo recuerda. Una tela enorme con su imagen de guerrillero con mochila y fusil, la misma que el pueblo llenara de flores, lazos y cartas el pasado 25 de noviembre, lo muestra ahora alto y vivo como los caguairanes.
Desde la Biblioteca Nacional, en un cartel gigante, su juventud abrazada a la de Raúl y el Che miran a la muchedumbre que avanza llena de ideas escritas, banderas azules, blancas, rojas... y además la de los universitarios, la enseña de la FEU de José Antonio Echeverría, el líder estudiantil que en los años 50 luchara contra Batista.
Entre el mar de la marcha, también un retrato de Juan Almeida Bosque, el Comandante del Tercer Frente, y cercano levantan otro de Raúl, líder del Segundo Frente en la Maestra. Al parecer, hoy en la capital los caminos de las montañas orientales se estrechan y se juntan, porque la historia de los jóvenes aquellos y los de hoy andan por el mismo trillo.
Ahí van los profesores, herederos de aquellos que en 1961, con faroles y cartillas, repartieron números y letras por todo el país; los médicos, muchos de los que han estado lejos salvando niños, y los constructores, científicos, azucareros, intelectuales, artistas...
En la televisión se escucha la canción que el cantautor Gerardo Alfonso le escribiera al Che en 1996. Y mientras pasan los cubanos frente al Martí pensador en La Habana, o al Ernesto Guevara de la Plaza villaclareña, o andan frente al general Antonio Maceo en Santiago, tan cercano al grano de maíz donde desde hace más de cinco meses duerme Fidel, Cuba escucha y sabe que todavía son su historia y sus sueños los que tiran de la gente, los que impulsan amaneceres como el de mayo, los que mueven banderas igual que estrellas recién caídas; esos son los imanes que cada día nos unen.