Lo único que encontramos son salideros. Autor: Adán Iglesias Publicado: 21/09/2017 | 06:52 pm
CAMAGÜEY.— El 7 de marzo último este diario publicó la entrevista titulada El buscador de agua, en la cual se narraba cómo el camagüeyano Edilberto García Alonso, de 76 años, gracias a su don de escuchar los susurros del agua subterránea, había acertado unas 3 000 veces en su empeño de hallarla.
Los lectores, deseosos de conocer cuán cierta era la insólita profesión, comentaron en nuestra página web y se dividieron en dos bandos: los que alentaron a Edi en su labor y quienes lo desestimaron por la falta de soporte científico de su ocupación.
Para ahondar en el tema, JR dialogó con dos expertos: Adán Echemendía Martínez y Leonardo Cantillo Riverí, ambos trabajadores de la Empresa de Investigaciones y Proyectos Hidráulicos de Camagüey (EIPHC).
Adán Echemendía Martínez, quien además es especialista en Hidrogeología e Ingeniería geológica con más de 30 años de experiencia en la EIPHC, aseguró: «En Rusia sobresalieron durante siglos los conocedores del agua —llamados también zahoríes—, quienes tenían el arte de buscarla.
«Hay referencias —certificó el también especialista superior de Proyectos e Ingeniería de la citada entidad— de que en los siglos XVI y XVII se buscaba agua y minerales metálicos con el método de la “horqueta” o la “varita”. Esta técnica ha sido la más utilizada por los zahoríes y se fundamenta en la sensibilidad del ser humano para detectar agua a poca profundidad, a través del movimiento de su alambrito.
«Lamentablemente, esta cualidad humana ha estado rodeada de mitos, incógnitas y hasta de charlatanes que han visto en ella una vía para elevar su reconocimiento en la comunidad. «En el siglo XIX los estudiosos se interesaron por explicar científicamente el fenómeno, y fue así que apareció el concepto de radiestesia: la sensibilidad especial del ser humano para captar las radiaciones emitidas desde las profundidades de la tierra, y que utilizan los zahoríes para descubrir la presencia del agua subterránea y de venas metalíferas.
«Una explicación simplificada de la radiestesia la ofrece A. K. Lariónov (1979), basado en los estudios del Doctor Radvanovsky, quien trabajó intensamente en este tema en el Instituto Politécnico de Varsovia. Sus investigaciones plantean que el ser humano es un complicado sistema bioeléctrico, en el que el potencial positivo lo ocupa la cabeza, y el negativo, el tórax, el estómago y las palmas de las manos. En tanto, la atmósfera tiene una ionización positiva, y la tierra, negativa.
«El Doctor Radvanovsky afirma que durante la búsqueda de agua subterránea el organismo humano actúa como un receptor radiobiológico, de ondas diferentes a las de radio.
«También subraya que la radiestesia siempre ha provocado el asombro y desconfianza de las personas, pero que en su comprensión ha ayudado el conocimiento de que las células orgánicas son semiconductoras, y los líquidos orgánicos, electrólitos.
«Incluso, se conoce que las aguas subterráneas se mueven a diferentes velocidades, debido principalmente a las características intrínsecas de los suelos y las rocas. Al ser un electrólito con propiedades semejantes a las de un cristal líquido conductor, en el que sus moléculas son dipolos, su flujo actúa como un generador en el que su excitación es creada por un campo magnético. No es extraño que sobre la corriente se observe una oscilación electromagnética que actúa sobre el hombre.
«En la actualidad, acerca de la radiestesia existen dos corrientes principales opuestas: aquellos que dan por seguro que es un método práctico y con resultados en la obtención de pozos fértiles en los sitios marcados, y quienes se burlan de tal procedimiento, alegando que es una artimaña del operador al manipular la varita.
«También están los que dudan de la veracidad de la radiestesia, porque la ciencia no ha dicho todavía la última palabra.
«Muchos especialistas aseguran que si un procedimiento tiene alguna base científica no puede ser discriminado, sino estudiado. En este caso, mucho pudiera ayudar la Biofísica, que es la ciencia que estudia la interrelación de los campos físicos externos con los organismos.
«Soy del criterio de que algo de cierto hay en este oficio tan antiguo. No se puede negar que los buscadores de agua son certeros, aunque no en todos sus hallazgos. Ellos, además de poseer el arte de buscar el agua, se valen de la experiencia acumulada, así como de las características del relieve y la vegetación. Defiendo también que sus aciertos se establecen en profundidades pequeñas o cercanas a la tierra, nunca grandes, como tampoco pueden asegurar el volumen del agua hallada y mucho menos determinar su calidad.
«Para obtener estos datos, se requiere de la ciencia y la técnica que sí los precisan, incluso a profundidades de hasta 500 metros y mayores. Mientras tanto, creo que el camagüeyano Edi debe continuar con su labor, mucho más si lo hace con amor y desinteresadamente».
¿Geofísico y zahorí?
El ingeniero geofísico Leonardo Cantillo Riverí, especialista A de la EIPHC, también con unos 30 años de labor ininterrumpida en esa institución, contó que hace dos años en una finca camagüeyana descubrió su cualidad radiestésica por casualidad. «Se me doblaron los alambritos», comentó. Sin embargo, no cede al entusiasmo porque «los experimentos controlados no han confirmado esa habilidad, así que creo que la tendencia debe ser no confiar ciegamente en esta práctica».
Explicó que en 1948 se desarrollaron estudios para evaluar la habilidad de 58 zahoríes y legitimar la certeza de su don. Tanto estos, como otros liderados por Christopher Bird en 1979, bajo el nombre de The divine hand, y por James Randi, el cual los registró en su libro ¡Flim-Flam!, concluyeron que la habilidad era un fraude.
«Iguales resultados —aseveró— se obtuvieron en los efectuados por Hans-Dieter Betz, en Múnich, en los años 1987 y 1988». En Cuba, en la década de los 90 del siglo pasado investigadores checoslovacos desarrollaron varias pruebas, específicamente para la búsqueda de metales, entre expertos geólogos y geofísicos, para demostrar la radiestesia.
«Muchos de los participantes descubrieron su cualidad radiestesista; se les cruzó su varilla», precisó Cantillo, quien, en vistas de que no hay nada definido aún, recomendó darle las gracias al buscador de agua que acierte en su exploración.
• El zahorismo, tal y como se practica actualmente, se originó en Alemania, durante el siglo XV, para encontrar metales. En 1518 Martín Lutero lo citó en su obra Decem praecepta como una violación del primer mandamiento. En la edición de 1550 de la Cosmographia, de Sebastian Münster, aparece un grabado de un zahorí con una varilla en Y. En 1556 Georgius Agricola realiza la descripción de dicha práctica. En 1662, el jesuita Gaspar Schott afirmó que era supersticiosa y satánica, aunque luego se retractó. En 1986 la revista Nature incluyó el zahorismo en una lista de «efectos que se presuponían paranormales, pero que pueden ser explicados por la ciencia.
• El término radiestesia aparece en inglés en los años 30 del siglo XX y proviene del francés radiésthesie, creado en 1890 por el abad Alexis Bouly, quien fundó la Sociedad de Amigos de la Radiestesia.
De izquierda a derecha, aparecen Adán Echemendía Martínez y Leonardo Cantillo Riverí, ambos de la Empresa de Investigaciones y Proyectos Hidráulicos de Camagüey. Foto: Yahily Hernández Porto