La fila para honrar a Fidel se hizo interminable este lunes. Autor: Raúl Pupo Publicado: 21/09/2017 | 06:43 pm
Vienen y van, con sus pulóveres blancos, negros, grises…, con los grados de Comandante en Jefe y la frase «¡Ordene!». Llegan en silencio, con paso firme y marcialidad, cual batallón de ceremonias de las Fuerzas Armadas Revolucionarias. No integran la larga fila de pueblo que llega a la Plaza de la Revolución José Martí, donde el dolor de millones de cubanos y amigos del mundo no se comparte, sino se multiplica.
Son 90 estudiantes de diversas universidades, quienes tienen el privilegio de realizar las Guardias de Honor, mientras miles de personas rinden tributo al hombre que aseguró que creer en la juventud es ver a los mejores continuadores o constructores de la obra revolucionaria.
Un silencio sobrecogedor nos sacude a todos. Aquí sigue el verbo encendido, reflexivo, vibrante y apasionado de Fidel, dijo Heydi Valdespino Sánchez, estudiante de la Universidad de Ciencias Pedagógicas Enrique José Varona.
«He venido a reafirmar mi deber con él, con el amigo, porque el Comandante en Jefe hoy más que nunca está vivo».
Igual sentimiento siente Greisy Cordero Suárez, alumna del Instituto Superior de Relaciones Internacionales Raúl Roa García. «Fidel va a estar con nosotros siempre y su legado se multiplicará entre todos». La angustia, agregó, se convierte en energía intensa, en ganas de hacer. «Toca a las nuevas generaciones continuar el camino que él despejó, y defender la obra que forjó para el bien de todos».
Allí en la Plaza de la Revolución, en el lugar donde tantas veces el líder histórico de la Revolución hablara y guiara a este pueblo y al mundo, otros jóvenes llevan en su rostro la frase «Yo soy Fidel» y aseguran: «Se nos va un padre, un hermano, pero solo se va su presencia física. Su espíritu y sus ideas pervivirán».
Desde el pasado viernes 25 de noviembre Carmen Rivera Menejías confiesa sentir el mayor de los dolores por la pérdida del hombre que devolvió la dignidad a los cubanos.
Roxany Suárez Núñez atesora dos joyas relacionadas con el Comandante: sus pequeñas hijas Ainoa y Aitana. «Si no hubiese existido, si no hubiese liderado esta Revolución, yo no sería quien soy».
Con la más chiquita en brazos y la mayor de la mano de su abuela, la joven madre, ingeniera informática de profesión, acudió a la Plaza para despedirse de su Comandante, para ratificarle su compromiso, para asegurarle que sus hijas, aun cuando no articulan palabras ni conocen de la inmensidad de su estatura, serán dignas seguidoras de su pensamiento, obra y ejemplo.
Amanda Álvarez Martínez, estudiante de décimo grado del capitalino instituto preuniversitario Saúl Delgado, está segura del compromiso de las nuevas generaciones con Fidel. «Hay hombres que nacen para no morir nunca, y no mueren si los llevamos dentro. Él es uno de ellos. Es nuestro deber encargarnos de que perdure, de que siga inspirando a quienes, en el mundo entero, sueñan con un mundo mejor para todos».
Sergio Castellanos y su esposa Isabel se casaron el 26 de julio de 1960. «La fecha la escogimos en homenaje a Fidel, por eso nuestro hijo lleva su nombre». Para venir a la Plaza se reunió toda la familia. Los dos hijos con sus esposas y los tres nietos, uno de ellos con su novia.
La presencia de grupos familiares se hace notar en las largas filas que esperan para rendirle póstumo tributo al líder de la Revolución Cubana en la Plaza. Allí estaban Niurka y Yoandri, con el pequeño Othoniel, de seis meses. «Él todavía no entiende, pero le hemos tomado una foto con el celular. Cuando crezca sabrá que estuvo aquí, junto a sus padres. Ese será un sello que lo marcará para siempre», aseguró la joven pareja.