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Vergüenza en culeros

La persistencia de micciones incontroladas en los niños, más allá de la edad en la que se alcanza el control vesical, puede ser causada por incorrectas prácticas en su crianza u otros factores que requieren atención especializada

Autor:

Ana María Domínguez Cruz

9:00 p.m. Hora de dormir. Vestirse con el pijama, recogerse el pelo en una trenza y quitar la sobrecama. «¡Acuérdate de ir al baño antes de acostarte!», le reclama la madre desde la cocina, y la niña obedece.

9:15 p.m. «¡¿Hasta cuándo va a ser esto?! En unos años serás una adolescente, irás a la secundaria… ¿Si se enteran tus amiguitos?», le dice la madre mientras le amarra y asegura con unos imperdibles los pañales. «Ya no sé cuántos trapos usar para este culero inventado. ¡Ya tú estás muy grande para esto! Duérmete y ojalá esta noche no te orines…».

12:00 a.m. «¡Mira, Francisco, esta niña volvió a orinarse! Y eso que le puse cuatro pañales juntos… Voy a cambiarla y mañana vuelvo a amanecer con el lavatín de sábanas y el ventilador en el colchón. Voy a tener que llevarla otra vez al médico».

Melisa sigue dormida mientras su madre le coloca otro megaculero. Noche tras noche sucede lo mismo y, al despertar, vuelve a escuchar los regaños de sus padres, «porque una niña de diez años no debería estarse orinando en la cama».

Los estudios hechos a la niña aseveraban que no había factores genéticos condicionantes, ni infecciones urinarias, ni neuroglucopenia (hipoglucemia que afecta al sistema nervioso central). Tampoco presentaba espina bífida, ni otro detonante de origen nervioso o fisiopatológico.

«Tendré que llevarla al psicólogo, porque esta niña no es normal», le comenta la madre, sobre Melisa, al padre cada vez que enciende la lavadora en las mañanas, y la niña los mira sin decir una palabra.

¿Qué hago, cómo hago?

La enuresis, diurna o nocturna, es la persistencia de micciones incontroladas más allá de la edad en que se alcanza el control vesical. La más frecuente es la nocturna y, al igual que el sonambulismo y los terrores, es una parasomnia que se produce durante el sueño de ondas lentas.

Artículos especializados refieren que la enuresis nocturna debe considerarse probablemente como una característica normal del desarrollo antes de los cinco o seis años de edad. Suele mejorar de forma espontánea en la pubertad, siendo poco corriente en la adolescencia o la edad adulta.

¿Qué sucede entonces con niños como Melisa? Si no existen  trastornos de origen neurológico, necesariamente hay que analizar aquellos de etiología psicológica, presentes en la mayoría de los casos, con un especialista que oriente a los padres y a la familia.

Al llegar a la consulta, los padres deben saber explicar si el niño dejó de orinarse en algún momento y luego de un tiempo comenzó con la enuresis o si, por el contrario, nunca llegó a controlar su esfínter. El primer caso es más preocupante y complejo de solucionar que el segundo, advierte la psicóloga Roxanne Castellanos Cabrera, máster en Psicología clínica y de la salud.

«Cuando el niño nunca ha dejado de orinarse en la noche, se revela un hábito retardado en su organismo, causado quizá por incorrectas prácticas en su crianza.

«En estos tiempos hay un boom de los culeros desechables, y aunque son muy cómodos, no es aconsejable que el niño los use después de un año y medio o dos.

«El mecanismo fisiológico se crea poco a poco, el organismo se adapta y la falta de confort del culero de gasa, por ejemplo, apura el control del esfínter de manera inconsciente. Con el culero desechable el niño no se entera de las veces que ha orinado, y acostumbrarlo a ello impide su normal desarrollo. Se recomienda dejar de colocárselo durante el día, cuando está en etapa de vigilia y no de sueño, para que se entrene, aprenda a avisar cuándo quiere ir al baño y controle sus deseos paulatinamente».

—Si el niño dejó de orinarse y al cabo del tiempo aparece la enuresis…

Esa es la señal de alarma de un problema que subyace y que hay que investigar luego de descartar cualquier posible patología orgánica.

«En estos casos puede que la enuresis sea un mecanismo inconsciente del niño para demostrar rebeldía. Sucede en hogares de mucho rigor y exigencia, cuando este está sometido a una constante presión emocional. En algunas ocasiones es la manera con la que logran llamar la atención de quienes deberían dedicarle más tiempo.

«Siempre hay que analizar la dinámica familiar, valorar los estilos de crianza, buscar a fondo el verdadero problema que, si persiste, pudiera aflorar de otras maneras, aunque la enuresis se elimine.

«Cuando se trata de una situación como esta, hay que tener cuidado con las prácticas utilizadas por la familia para estimular al niño. La famosa carta-estrella, donde se reflejan los días de la semana y se justifica un regalo si son muchos los días en que hubo estrellas por no orinarse, no funcionará, pues no se trata de un retardo en el hábito, sino que puede ser más complejo el cuadro», detalla la especialista, quien tiene su consulta de atención a niños y adolescentes, cada jueves, en el Centro de Orientación y Atención Psicológica Alfonso Bernal del Riesgo, en la capital cubana (calle 19, e/ K y L, Vedado, municipio de Plaza de la Revolución).

La bibliografía consultada refiere que se puede trabajar con los niños para que aumenten la capacidad funcional de su vejiga a través de una serie de ejercicios, como puede ser el aguante de las contracciones del detrusor (músculo que envuelve la vejiga), para retener la orina y aumentar la capacidad del órgano que la almacena.

También se les prescriben ejercicios para que fortifiquen sus esfínteres, cortando el flujo de la orina mientras están miccionando. Sin embargo, todo este entrenamiento se debe acompañar por el descubrimiento por parte del niño o adolescente de las ventajas de no orinarse, ya que puede ocurrir que los padres no le presten tanta atención cuando deja de escapársele la orina.

—Con frecuencia los padres acuden a métodos de solución sin consultar…

—Y es un error. Algunos padres creen que levantando al niño varias veces en la noche están ayudándolo a que deje de orinarse. Si no se cercioran de que verdaderamente el niño esté despierto y no medio dormido, como lo conducen al baño muchas veces, no se le creará nunca el reflejo condicionado.

«Cuando se analiza el caso y se descubre cierta vagancia en el niño, o el retardo del hábito acompañado de un acomodo, es recomendable involucrarlo en el lavado de las sábanas. Así asumirá que es su responsabilidad y no la de sus padres y, más allá de llamar la atención, se percatará de las consecuencias de sus actos.

«Regañarlos constantemente, e incluso abochornarlos en  público, no contribuirá a la desaparición de la enuresis; tampoco colocarles pañales como si fueran bebés. Muchas familias los usan para evitar que se enfríe, pero con este sistema solo potencian la insensibilidad de la piel del pequeño y, en cierto modo, les están dando permiso para orinarse y que no tenga que esforzarse en aprender a reconocer la incomodidad de las primeras gotas».

Controlar la ingestión de líquidos después de las seis de la tarde y durante la noche es esencial, acota Castellanos Cabrera, quien insiste en que identificar el problema puede no ser fácil para los padres, pero hay que someterse a ello.

«Que un padre entienda y asuma que sus estilos de crianza son incorrectos y que pueden afectar a su hijo es difícil, sobre todo cuando acuden a la consulta convencidos de que el problema es lo que puede verse y señalarse en el comportamiento del niño y no lo que se oculta detrás de lo visible.

«Lo que puede molestar a la familia como las sábanas y el colchón mojado todas las noches, por ejemplo, no siempre es el problema, y las prácticas que se utilicen para solucionarlo dependerán de las especificidades de cada caso».

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