Resulta encomiable el trabajo de los técnicos del Centro Provincial de Electromedicina. Autor: Archivo de JR Publicado: 21/09/2017 | 06:01 pm
LAS TUNAS.— La vocación científica del hombre tiene vieja data, pues se remonta a su debut sobre la faz de la tierra. Porque, ¿acaso no pueden considerarse indicios legítimos de ciencia los conocimientos que fue adquiriendo mediante la observación de los fenómenos naturales, y los análisis a los que se sometió en su primitivo raciocinio?
Desde entonces cada nuevo suceso acaecido generó preguntas, titubeos, hipótesis, principios, sistemas y leyes que, con el transcurso del tiempo, devinieron métodos definidos. En la actualidad —desde la época de Maricastaña— la ciencia es el vigoroso motor que mueve el desarrollo global.
La primera institución científico-investigativa de Cuba fue el Jardín Botánico de La Habana. Se fundó en 1817 en la zona donde más de un siglo después se erigió el Capitolio Nacional. Sus creadores lo concibieron para el estudio de las plantas del trópico. Para dirigirlo se designó al naturalista José Antonio de la Ossa, hombre de gran cultura en el tema.
Si de científicos fundacionales se trata, los estudiosos citan entre ellos al doctor Tomás Romay, trigésimotercer cubano graduado en la Facultad de Medicina en la Universidad de La Habana. El mayor aporte de este galeno se consumó en 1804, cuando introdujo la vacuna contra la viruela, temible enfermedad que diezmaba a la población de la época.
Otro de nuestros ilustres hombres de ciencia fue el médico camagüeyano Carlos J. Finlay, quien, luego de estudiar a fondo la fiebre amarilla, concluyó en que su modo de transmisión era a través del mosquito Aedes aegypti. Por sus meritorias contribuciones fue propuesto en varias oportunidades para el Premio Nobel de Medicina.
En Cuba el verdadero impulso a las actividades científicas llegó en 1959, cuando la Revolución consagró voluntad y recursos a ese vital frente.
El 15 de enero de 1960, el Comandante en Jefe Fidel Castro declaró que la ciencia ocuparía un lugar trascendente en los cambios del país. Aquel día, ante los miembros de la Sociedad Espeleológica de Cuba, que celebraban los 20 años de su fundación, expresó: «El futuro de nuestra Patria tiene que ser necesariamente un futuro de hombres de ciencia». Desde entonces, el 15 de enero quedó establecido como el Día de la Ciencia Cubana.
Desde el balcón del oriente
En el actual territorio tunero la institución insigne en materia científica fue la Estación Experimental Agronómica y Escuela Agrícola Chaparra, creada el 20 de mayo de 1924 a instancias del general de brigada mambí Eugenio Molinet en la comunidad de San Manuel, municipio de Puerto Padre.
El staff de investigadores de aquel centro, especializado en el estudio de la caña de azúcar, lo presidió un experto italiano de notable currículo: el Doctor Mario Calvino, a quien asistía en su labor su esposa Ana. Un hijo de ambos, Italo Calvino, llegó a residir en la comarca y se convirtió luego en uno de los más célebres literatos de Europa.
Pero el investigador tunero más relevante de la época fue el botánico Maximiliano Curbelo. En 1932 su colección de especies leñosas, recogida en 33 localidades del oriente cubano, sumó más de 500 muestras. Curbelo recibió ayuda de personalidades como el sabio Juan Tomás Roig. Gracias a él se identificaron y describieron nuevas variedades vegetales.
El rol de la academia
Las investigaciones científicas tuneras tienen hoy un excelente caldo de cultivo en los centros de Educación Superior, en cuyos recintos se desarrollan varios de sus proyectos más importantes. La Universidad Vladimir I. Lenin se erige como el principal polo, con un claustro de altísimo nivel. Sus líneas pretenden tomarles el pulso a algunas de las necesidades más apremiantes de la comarca, tales como el desarrollo comunitario y la producción de alimentos.
El surco clasifica como una de las prioridades de estudio, en especial en lo tocante a la innovación agrícola, encargada de generar mejores semillas, introducir nuevas variedades y aumentar el rendimiento en granos, frutas, viandas y hortalizas. Igualmente se trabaja en reducir al máximo el uso de fertilizantes minerales. Por su parte, la Estación de Pastos y Forrajes ha puesto en práctica novedades para el incremento de alimento animal como la moringa y la morera.
La investigación local tiene en cuenta también a sectores como la informática, la vivienda, la adaptación al cambio climático, la planificación física, el agua y la energía renovable. En Las Tunas existen más de 1 500 productores no estatales que aplican la ciencia a sus perfiles.
Consecuentes con la creación de valores agregados a la producción de bienes y servicios, con énfasis en el desarrollo sostenible a partir de la ciencia aplicada, los centros universitarios y las entidades afines tuneras desarrollan programas de capacitación. Eso ha propiciado que la provincia cuente hoy con unos 120 doctores en ciencias y alrededor de 5 500 másteres, un potencial llamado a promover desde la academia los avances del territorio.
La Universidad Pedagógica Pepito Tey, fragua de docentes de sólida formación, exhibe también magníficos corolarios en materia investigativa. Allí priorizan, entre otros temas, la educación histórica de niños y adolescentes, una asignatura con cuentas por saldar en esos grupos de edades.
También tiene en su haber rigurosos programas de estudio dirigidos a fomentar la cultura ambiental y la didáctica de las ciencias. El currículo de este prestigioso centro de educación superior le ha conferido el derecho de formar y titular doctores en ciencias en sus mismas instalaciones.
Por su parte, la Universidad de Ciencias Médicas Doctor Zoilo Marinello centra su atención en quehaceres asociados a su perfil, como es el saneamiento epidemiológico. Su labor científica es significativa, en particular en el área de los ensayos clínicos, que favorecen el estudio de enfermedades tales como el cáncer y la preparación de vacunas diversas.
Y a propósito de vacunas, en el Laboratorio de Inmunoterapia de Las Tunas se elaboran más de 20 de esos compuestos, concebidos para aliviar alergias provocadas por ácaros, hongos, bacterias y dolencias crónicas como el asma y la linfangitis. Estos recursos alternativos, además de mejorar a los enfermos, les permiten controlar sus estados alérgicos, que, según el Minsap, afectan a buena parte de los cubanos.
En el campo de la salud pública también resulta encomiable el trabajo de los técnicos del Centro Provincial de Electromedicina, que han recuperado con sus innovaciones varias máquinas para hemodiálisis. Por ese concepto le han ahorrado al país casi un millón de dólares.
Ciencias integradoras
Los especialistas de la delegación provincial de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (Citma) mantienen una permanente labor en los estudios científicos encaminados a reducir vulnerabilidades en caso de desastres naturales.
Se evalúan a fondo, y desde perspectivas científicas integradoras, los efectos que pudieran provocar las lluvias intensas, los fuertes vientos, los incendios forestales, las penetraciones del mar y las prolongadas sequías. Esos estudios de riesgo permiten a las entidades de cada territorio disponer de planes para decidir cómo hacerle frente a cualquier contingencia de la naturaleza.
Otros intereses científicos, ya en el campo medioambiental, tienen que ver con la protección de la superficie boscosa y la siembra de mangle en zonas costeras. Ambos se inscriben en la estrategia para capear el cambio climático. Además, un grupo multidisciplinario despliega un programa para prevenir, controlar y manejar especies exóticas invasoras como el marabú en ecosistemas vulnerables. Esta planta tiene infectadas millares de hectáreas en Las Tunas.
Una de las vertientes más prometedoras de la ciencia tunera establece nexos con la extracción de veneno de alacrán con fines terapéuticos. Las investigaciones confirman sus cualidades en el tratamiento de tumores cancerígenos y de enfermedades del cuello del útero, pulmón, páncreas y próstata. Los especialistas le atribuyen también propiedades analgésicas y antinflamatorias.
La extracción de veneno de alacrán con fines terapéuticos es prometedora.
El criadero local de escorpiones cuenta con más de 50 000 ejemplares, capaces de producir cada año 80 000 mililitros del veneno. Luego de obtenido, se envía a los laboratorios centrales del Grupo Empresarial Labiofam, en La Habana, donde lo procesan y fabrican un medicamento con el nombre comercial de Vidatox.
Las ciencias sociales también realizan notables contribuciones al panorama científico tunero, con investigaciones encaminadas a transformar y rectificar conductas. Los proyectos ejecutados muestran una ostensible reducción del consumo de alcohol en determinados grupos etáreos; así como la reinserción de antiguos reclusos a la sociedad y a la incorporación de jóvenes desvinculados a diferentes proyectos comunitarios.
En fin, hoy cobran más actualidad que nunca aquellas proféticas palabras de Fidel. La comunidad científica tunera, y la cubana en general, lo patentiza.