El Mausoleo a los Mártires de Artemisa, Monumento Nacional, es un homenaje a los valientes jóvenes caídos en las acciones del 26 de julio de 1953, y constituye fuente de inspiración para las nuevas generaciones. Autor: Roberto Ruiz Espinosa Publicado: 21/09/2017 | 05:53 pm
La designación de Artemisa como sede de los festejos por el aniversario 61 del ataque a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes llenó de inmenso júbilo a sus habitantes. Podría ir más lejos y atreverme a afirmar que esa alegría la comparte todo el pueblo de Cuba, que comprende el simbolismo de esta fecha.
El solo hecho del aporte masivo a aquella gloriosa gesta, en la que participaron 28 artemiseños, podría servir para justificar tan acertada selección, pero, desde luego, hay muchos más elementos.
En los escasos tres años de constituida como provincia, son numerosos los resultados concretos que Artemisa puede exhibir en el cumplimiento de las importantes y complejas tareas que le ha tocado enfrentar, para ser capaz de satisfacer las necesidades de su población.
Asimismo, debemos destacar la rica tradición histórica de los pueblos que la componen, los que durante las guerras por la independencia desempeñaron importantes misiones dentro del Ejército mambí.
En este sentido, en Artemisa se le brinda tributo al general Alberto Nodarse Bacallao, distinguido oficial de las tropas del Lugarteniente General Antonio Maceo, que participó en el rescate del cuerpo del Titán de Bronce cuando este cayó heroicamente en San Pedro, el 7 de diciembre de 1896.
Igualmente, se le rinde honores al coronel Federico Núñez, hijo de este pueblo y quien desde su temprana juventud se incorporó a la lucha contra el colonialismo español.
Otros nombres gloriosos de las guerras independentistas en Artemisa son los de Magdalena Peñarredonda, delegada de la Revolución en este territorio; el sacerdote Guillermo González Arocha, quien prestó importante colaboración a las tropas del Ejército Libertador, y el mártir Manuel Valdés, joven de 18 años que pagó con su vida la osadía de ponerse al servicio de la causa por la independencia.
Durante la tiranía de Machado se escribieron también muchas páginas heroicas de este pueblo en protestas de rechazo a aquel régimen represivo y antipopular.
Otro rasgo del carácter rebelde de los artemiseños se reflejó en el movimiento estudiantil, el que frecuentemente expresaba sus denuncias contra los desmanes de la República Neocolonial, a través de huelgas, manifestaciones, y con la publicación del periódico Vocero Estudiantil, convertido en trinchera de combate contra la dictadura de Batista.
Por todo ello, no debe extrañar que ante tantos males que caracterizaban a los Gobiernos de aquella República, privada de soberanía desde su nacimiento en 1902, nuestro pueblo mostrara su indignación y su reclamo a favor de cambios radicales.
Había que transformar todo aquello. Había que crear una Cuba nueva. Había que barrer con toda esa podredumbre y hacer realidad los principios e ideales por los cuales entregaron sus vidas en el siglo XIX generaciones enteras de los mejores cubanos.
El 10 de marzo de 1952, con el golpe de Estado de Fulgencio Batista, se implantó en Cuba un Gobierno militar tiránico. Fue la razón para iniciar la gran batalla por la definitiva liberación de la Patria.
Frente a aquel régimen despótico solamente quedaba una salida: la lucha armada. Ello explica que al darse los primeros pasos en la organización del Movimiento de Jóvenes del Centenario en Artemisa, decenas de muchachos se adhirieran y se comprometieran de modo entusiasta y responsable.
La Matilde, un barrio populoso de nuestra ciudad, fue uno de los primeros en aportar los futuros combatientes. Entre estos se cuentan algunos que posteriormente fueron autores de hechos relevantes durante la lucha y otros cuyas acciones heroicas los hicieron merecedores de reconocimientos excepcionales.
Resaltan entre ellos Ciro Redondo García, combatiente del Moncada y expedicionario del yate Granma, quien por su arrojo combativo obtuvo los grados de Capitán en la Sierra Maestra y cayó combatiendo en Mar Verde, el 29 de noviembre de 1957. Póstumamente, fue ascendido al grado de Comandante del Ejército Rebelde. Ciro ha devenido mártir insigne de la provincia de Artemisa.
Julio Díaz González, asaltante del Moncada y expedicionario del Granma, murió en el combate de El Uvero. Fue un excelente luchador por la causa de la liberación de Cuba. Como homenaje al valiente guerrillero, numerosos centros de trabajo llevan su nombre.
Para la toma de la posta 3 del Cuartel Moncada, riesgosa misión, se designó un comando de ocho compañeros. De ellos, la mitad eran artemiseños: José Suárez Blanco, Ramiro Valdés Menéndez, Flores Betancourt Rodríguez y Carmelo Noa Gil. Los dos últimos murieron en el empeño.
Otro hecho relevante lo protagonizó Fidel Labrador García, modesto joven de Pijirigua, quien se había distinguido dentro del grupo por su disciplina, fidelidad y firmeza.
En medio del fragor del asalto al Moncada, nuestro jefe, Fidel Castro, dio la orden de retirada, al darse cuenta de la imposibilidad de tomar el cuartel, dada la gran diferencia de medios entre las dos fuerzas y con el fin de proteger las vidas de sus compañeros. En ese momento, junto a Pedro Miret y a otros tres asaltantes, Fidel Labrador decidió mantenerse disparando para proteger la retirada. En esa acción, el artemiseño recibió un balazo en el ojo, que lo puso al borde de la muerte, aunque finalmente salvó la vida.
De esta tierra es también Ricardo Santana Martínez, quien protagonizó una acción de gran audacia al final del combate. Cuando Fidel Castro consideró que la gran mayoría de nuestros combatientes había partido, decidió subir al que creía era el último carro. Pocos minutos después encontraron otro combatiente herido. Entonces Fidel dio la orden de recogerlo y, al no haber espacio en el automóvil, cedió su puesto y se quedó solo en medio de la calle, expuesto al peligro.
Sin embargo, inesperadamente se apareció otro carro, cuyo chofer era Ricardo Santana Martínez, quien al divisar a Fidel se detuvo para recogerlo.
No puedo dejar de mencionar otra vez a un artemiseño que ha escrito con su valentía páginas relevantes para la historia: el compañero Ramiro Valdés Menéndez, quien fuera jefe del Movimiento en Artemisa. Luego del desembarco del yate Granma, participó en numerosos combates, llegó a ser segundo jefe de la Columna No. 8 Ciro Redondo, al mando del Comandante Ernesto Guevara, con la cual protagonizó la hazaña de la Invasión de Oriente a Occidente y la toma de la ciudad de Santa Clara.
En reconocimiento a sus grandes méritos, Ramiro es hoy Comandante de la Revolución y ostenta altas responsabilidades en el Partido, el Gobierno y el Estado cubanos.
De los 28 artemiseños participantes, 11 murieron en los primeros días después del asalto: dos de ellos durante la toma de la posta 3, y los nueve restantes fueron hechos prisioneros y luego vilmente asesinados.
De los compañeros que cumplieron con la orden de retirada, una parte se dirigió a la Granjita Siboney, adonde también llegó el compañero Fidel Castro. Reunidos allí, Fidel les planteó que había dos opciones. Una, regresar a Santiago para después tratar de ir para La Habana, lo que era extremadamente peligroso. La otra, marchar a la montaña de la Gran Piedra, cercana al lugar donde estaban, y dirigirse a la Sierra Maestra para continuar la lucha armada.
En total 19 combatientes dieron el paso al frente decididos a seguir a Fidel hasta las últimas consecuencias. Entre ellos, diez eran artemiseños: Mario Lazo Pérez, José Suárez Blanco, Roberto Galán Betancourt, Orlando Galán Betancourt, Severino Rosell González, Rosendo Menéndez García, Emilio Hernández Cruz, Ricardo Santana Martínez, Jaime Costa Chávez (de Guanajay) y Gerardo Granados Lara (traidor posteriormente).
En realidad, todos los combatientes en la gesta heroica del Moncada reunieron méritos extraordinarios que la historia recoge para siempre. Y entre aquellos hijos gloriosos sobresalieron los jóvenes artemiseños, cuya tierra celebra, inspirada en su ejemplo, otro aniversario del 26 de Julio.
*Uno de los combatientes artemiseños participantes en las acciones del 26 de julio de 1953.