De izquierda a derecha Yainelis López, Gabriel Cardoso y Claudia Díaz. Ellos invitan a todos los niños cubanos para que conozcan su escuela. Autor: Agustín Borrego Publicado: 21/09/2017 | 05:49 pm
Estos son niños diferentes a los de las grandes ciudades. Algunos nunca han visto físicamente una playa o un edificio, a no ser en una lámina. Ellos viven tierra o monte adentro, como suele decir el común de los cubanos; o loma o montañas adentro, como se ajusta mejor a sus orígenes.
Para conocerlos hay que serpentear mucho entre caminos serranos, en un viaje al hermoso infinito de la naturaleza. Pero lo que para algunos pudiera parecer una desventaja, es visto por acá como una oportunidad asombrosa. El alma de estos niños está moldeada también a su naturaleza.
Sus maestros y padres saben que quizá los que vienen de la ciudad no conocen tanto de los animales, las plantas, los ríos, los montes y la tierra como estos muchachos. Tal vez les falte el espíritu que regalan las dimensiones, la paz y la belleza de estos parajes. Ellos también son sabios, pero de otra manera. Y sobre todo porque esa sabiduría e intuición que regala el mundo natural está sedimentada en Cuba por un sistema de enseñanza para el que no existen rincones olvidados.
Eso es lo que sugiere escucharlos: «Yo quiero ser médico…, y yo enfermera… Para mí, seguir en el deporte, porque practico voleibol…». Lo único que puede extrañar es que sus sueños viajen tan lejos, mientras la vida puede estar tan cerca.
Así piensan en su futuro los pioneros que en las lomas del Escambray cienfueguero disfrutan de una escuela que les brinda las posibilidades de aprender y prepararse.
Entre montañas, en el poblado de San Blas, se encuentra la escuela primaria rural Alfredo Salas Blanco, donde niños reciben la atención social y la educación que necesitan.
«Tenemos una escuela que nos da el aprendizaje que precisamos», expresa Gabriel Cardoso, mientras Claudia Díaz asegura que sus maestros son muy cariñosos. «Nos guían, nos enseñan, nos dan educación», afirma Yainelis López.
Los tres son alumnos de sexto grado, y en el próximo curso escolar irán para el Centro Mixto Arturo Almeida, también en el lomerío, donde cursarán la Secundaria Básica.
«Nuestra escuela es divertida. Tenemos acampadas, excursiones, un parque rústico. Y a los niños que no son de aquí, pues les mandamos un saludo, y que vengan a visitarnos, para que conozcan este lugar, y sepan que aquí hay pioneros también», asegura Claudia.
«Y que estudien mucho y se preparen para ser alguien importante», dice Gabriel. «Y que se porten bien y quieran mucho a sus maestros», concluye Yainelis.
Ese centro escolar forma parte de una «ruta» que incluye dos primarias más: la Rigoberto Pérez Leiva y la Eduardo García Delgado. En total tienen 64 alumnos y 22 docentes.
Damarys Notado Castillo, directora de la ruta, explicó que, debido a las matrículas pequeñas, las tres escuelas comparten los maestros especialistas de inglés, computación, la psicopedagoga y el profe de educación física. Ella los dirige a todos y cuentan con un transporte escolar que ayuda a los profesores y alumnos que viven más alejados, a unos dos kilómetros.
«De esta manera los estudiantes están cercanos a sus casas —argumentó la directora—, y somos nosotros los que hacemos la ruta».
Con 18 años de graduada y cuatro al frente de esa novedosa fórmula de organización escolar, explicó que en esa zona no tienen graves problemas sociales. «Los alumnos asisten con regularidad a clases, y los padres, en la mayoría trabajadores del campo o del hospital del territorio, están siempre cercanos y atentos.
«Aquí sí se cumple bien que la escuela es el centro más importante de la comunidad», destacó. «Cuando hacemos actividades todos acuden, participan, tanto familiares de los alumnos como otros vecinos».
Con respecto al aprendizaje, Damarys asegura que cumplen con el programa de estudios y cuentan con maestros muy comprometidos, que aman su profesión.
—¿Pueden relacionarse con otros niños?
—Tenemos el Campamento de Pioneros Exploradores de Cumanayagua. Allí pueden compartir con estudiantes de otras zonas. También participan en concursos de conocimientos a nivel de municipio y de provincia. Muchos de ellos son muy aventajados.
«Otra cosa que ayuda es que nuestro claustro es muy estable, y son personas dedicadas por entero a la profesión».
En la Sierrita
Tras recorrer un largo camino en un transporte preparado especialmente para subir y bajar lomas, bautizado como «guarandinga», llegamos al Centro Mixto Arturo Almeida, en el poblado La Sierrita, donde un grupo de maestros y otros trabajadores hacen que la vida de los niños transcurra sin que se den cuenta de la lejanía.
La directora de la escuela, Mailenys Quintana, refiere que el centro tiene 394 estudiantes, entre Primaria y Secundaria Básica. De ellos 12 son internos, pues viven en comunidades muy intrincadas.
Talía está en primer grado y es la más pequeña de ellos, y aunque extraña la comida de su mamá, su perro y sus pollitos, asegura que la escuela es linda, y que para disfrutar de «sus cosas» está el fin de semana… y las vacaciones.
Maykel cursa el quinto grado y también tiene régimen interno. Destacado en el deporte, practica carreras de resistencia, y ha ganado algunos premios en atletismo. «Me gusta la escuela. Además de estudiar, aquí tengo a mi entrenador para el deporte. Me siento bien y la semana pasa volando».
Belkis Carrazana es la asistente educativa que atiende a esos muchachos. Con 24 años de experiencia en esa labor, asevera que el albergue tiene todas las condiciones, y los alumnos internos cuentan con una alimentación especial reforzada.
«Ya se han ido adaptando, a pesar de ser niños pequeños. Lo más importante es que han superado algunos problemas que tenían con el aprendizaje. Yo los atiendo de seis a ocho de la mañana y los entrego a la docencia. Los enseño a tender la cama, bañarse, vestirse, que se preparen para la vida. Cuando terminan las clases en la tarde y después que hacen la tarea, realizo con ellos actividades culturales, deportivas, les pongo la televisión o los llevo a alguna actividad que haya en la localidad, hasta las diez de la noche, que es el horario del sueño, y la “Tata Veladora” se queda con ellos.
«También hay maestros que, previa coordinación con la directora del plantel, los llevan a sus casas, para que participen de alguna actividad o para repasar».
—Es mucha su responsabilidad...
—Sí, es cierto, pero ellos son niños buenos, disciplinados. Los viernes los llevamos a cada uno en un transporte escolar hasta su casa, y así mismo los recogemos el lunes.
«La familia es insustituible. Los padres vienen a las reuniones, que son diferenciadas y se realizan una vez al mes, pero los mantenemos al tanto del aprendizaje, de cualquier problema de salud».
Aprender a ser útil
En La Sierrita hay una empresa pecuaria, pero la mayoría de las familias están dedicadas al cultivo del café. Por eso Mailenys argumentó que hacen una fuerte orientación vocacional hacia las labores agrícolas, así como también para las especialidades pedagógicas.
«La continuidad de estudios está garantizada para quienes concluyen el noveno grado», afirmó. «En la zona tenemos dos politécnicos, en los cuales se estudian especialidades vinculadas con la agricultura y la veterinaria.
«En el curso escolar anterior, de una matrícula de 54 estudiantes que culminaron el noveno grado, siete fueron al preuniversitario, incluyendo dos al Vocacional de Ciencias Exactas y dos a los Camilitos. Otros siete matricularon en las diversas especialidades de la Formadora de Maestros».
Con una alta asistencia a clases y buenos resultados docentes, la escuela mantiene un alto rendimiento escolar y se destaca en la provincia por los resultados de sus estudiantes.
Regla Pérez Puerto ya piensa en jubilarse. Con 40 años de trabajo en la escuela, fue maestra de preescolar de la mayoría de los profesores del centro, incluyendo la propia directora.
«Tenemos un trabajo arduo para que nuestros alumnos estén a la par de los del resto del país. Lo intrincado de la región no es óbice para ello. Yo creo que es todo lo contrario, pues los maestros estamos muy bien preparados, y tenemos un alto sentido de pertenencia con nuestra escuela y nuestros muchachos.
«Aquí no faltan las iniciativas para celebrar las fechas históricas, para motivarlos hacia el deporte, la cultura, para que tengan una formación integral, y la calidad del aprendizaje es alta. Hemos recibido reconocimientos a nivel nacional».
—¿Qué grado imparte usted?
—Ahora tengo un grupo de segundo grado, siempre me he dedicado a los primeros grados.
—¿Y dice que se va a jubilar?
—Sí, en septiembre presento los papeles, pero mientras tenga fuerzas voy a seguir trabajando, porque creo que no voy a poder estar en mi casa, no puedo estar sin los niños.
Así transcurre la vida escolar en estos parajes alejados y hermosos del lomerío cubano, donde la distancia no ha sido nunca pretexto para que un niño esté sin escuela.