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El primer maestro del Maestro

Antes de Rafael María de Mendive, existió un profesor de la enseñanza primaria que fomentó en José Martí verdaderos saberes y cualidades. ¿Quién fue Rafael Sixto Casado?

Autor:

Susana Gómes Bugallo

Uno se imagina que detrás del gran genio siempre hubo grandes maestros. Y viene a la mente Rafael María de Mendive como indiscutible formador del pensamiento que desarrolló el Apóstol. Pero, antes de los 12 años, ¿quién sembró en Pepe el interés cognoscitivo necesario para complementar su sensibilidad natural?

En la vida de José Martí, el único Rafael no fue su maestro de segunda enseñanza. Antes estuvo Rafael Sixto Casado y García de Alayeto, un joven pedagogo que inició al niño en los caminos del saber y ejerció en él una fuerte influencia desde los siete hasta los 12 años.

Y aunque el nombre se hace conocido para los que se acercan a la niñez del más universal de los cubanos, a través del tiempo no ha sido más que una figura casi anónima, de la que no se aprecian aún todos sus aportes a los conocimientos de Martí en filosofía, pedagogía y a su formación.

Con estas inquietudes se acercó a la vida del director del Colegio San Anacleto, Elsa Vega Jiménez, maestra durante 44 años en la enseñanza de idiomas en el nivel universitario, alfabetizadora, máster en Educación y destacada pedagoga cubana condecorada con la medalla Rafael María de Mendive y la Distinción por la Educación cubana.

Es autora de textos como Martí, pensamiento educativo; Domingo Faustino Sarmiento, pensamiento educativo; y José Martí, instrucción y educación; y coautora de otros como Historia de la educación latinoamericana; Historia crítica de la educación y de la pedagogía en América Latina; y Narciso Piñeyro, un educador canario en Cuba.

Después de 30 años de ponencias y conversatorios nacionales e internacionales para divulgar al Martí pedagogo, Elsa Vega llegó al primer maestro. Sus apuntes iniciales surgieron de horas «desapolillando» lugares como el Museo de la Educación, la biblioteca del Seminario de San Carlos y el archivo de la Universidad de La Habana.

Le asombró el aire renovador del Colegio San Anacleto y la aplicación de los conocimientos pedagógicos y metodológicos de su director, responsable de elaborar obras de las más disímiles disciplinas, muchas de las cuales se imprimieron y fueron aprobadas como textos oficiales para todo el país y algunas otras naciones latinoamericanas.

El profesor Jorge Lozano, asesor de la Oficina del Programa Martiano, está encargado del prólogo de este libro recién concluido. Y descubrió en sus páginas lo imaginado.

«Si Mendive explicó la filosofía electiva cubana a un adolescente fue porque poseía una base cognoscitiva que le dio Sixto Casado con una cubanía muy fuerte. Por eso es que quien escribe El presidio político en Cuba y La República española ante la revolución cubana, es un jovencito con un sistema de valores humanos muy bien educados».

¿Quién fue este maestro?

«Su vida fue muy corta. Nació en 1834 y murió en 1870. Solo vivió 36 años. Como Martí, tuvo una existencia corta y fructífera, dedicada a la educación. Deseaba aportar a la juventud cubana para que defendiera la Patria y fuera útil con conocimientos», refiere Vega.

Cuenta que Rafael Sixto Casado estudió en el Seminario de San Carlos y recibió la línea filosófica de Félix Varela, porque fue alumno de un discípulo de este pensador. Se nutrió de las fuentes primarias de la filosofía electiva, que venía de José Agustín Caballero. Tuvo a José de la Luz como contemporáneo. San Anacleto y San Carlos emplearon como método de enseñanza el explicativo, la introducción científica en los laboratorios y el enseñar en pensar.

Sixto Casado creó un laboratorio de análisis del cosmos donde él y sus alumnos indagaron sobre lo que ocurría en el cielo durante la noche y luego convirtió el resultado en un libro. Escribió 13 textos en 13 años.

«Su interés era aportar obras docentes que sustituyeran a los obsoletos materiales oficiales, ajenos a la cultura y a la idiosincrasia de los cubanos porque estaban elaborados por españoles. Eso fue lo que Martí hizo después en los textos para niños», explica la educadora.

Lozano revela que su estilo era llevar la filosofía electiva a la pedagogía: «Saber elegir para poder integrar acorde con la vida que se quiere».

Sixto Casado refleja en su obra lo moderno y científico para enseñar a pensar y alistar a sus estudiantes para la vida. La pedagoga tuvo sus textos en las manos y pudo constatar que salían a imprenta con bibliografía de dos meses antes, prueba de que se actualizaba hasta el final.

«Sus textos no eran solo para instruir, sino para educar fundamentalmente en el patriotismo. Las dedicatorias de sus libros decían: A mi querida Patria (ya con mayúscula), cuando aún no teníamos Patria y éramos colonia.

«Cuando ocurrió la intervención norteamericana sus libros fueron tomados para las escuelas cubanas porque mantenían total vigencia. Esta investigación lleva como título Rafael Sixto Casado y García de Alayeto, maestro de Martí, maestro siempre, porque creo que sus enseñanzas tienen plena vigencia y él aún tiene mucho que decir», dice Vega.

En el Colegio San Anacleto los exámenes eran públicos. Sixto Casado invitaba a los padres mediante la prensa. Le daba mucha importancia a difundir que en el centro los estudiantes no memorizaban, sino que razonaban en cualquiera de las asignaturas. La escuela comenzó siendo de segunda categoría y Sixto la llevó a primera.

«Eso demuestra su inteligencia como empresario, porque mientras más se conociera lo que allí se hacía, más personas querrían llevar a sus hijos a educarse en esas aulas. Los exámenes públicos eran demostraciones de sabiduría y conocimientos adquiridos, de interiorización y no de repetición mecánica, lo que hablaba muy bien de los maestros, los textos y los métodos de enseñanza», explica.

«Los organizaba como forma de democratización de la educación. Tiene presente ese vínculo que defendemos hoy entre escuela, familia y comunidad. ¿Cuánto cambió las mentes de ese colegio primario?», acota el profesor Lozano.

Seis idiomas para un niño

Como ha estudiado la educación en América Latina, Elsa Vega puede afirmar que en 1858 el colegio primario que impartía algún idioma extranjero escogía el inglés. Pero Sixto Casado daba a sus alumnos de primer nivel lecciones de inglés, francés, alemán e italiano, además del estudio del latín y griego como base del aprendizaje.

«Estos idiomas eran conocidos por Martí, quien tenía al francés como su segunda lengua y utilizó el inglés para todo. Sus traducciones tenían tanta intensidad que parecían escritas por él. Recién salido del colegio primario, con 12 años, empieza a traducir Hamlet, de William Shakespeare ¿Qué dominio tenía Martí del inglés cuando se atreve a esto?», dice Vega Jiménez.

«Cuando José Martí llega desterrado a España, con 18 años, se dedica a vivir de las traducciones. Años después recomienda a María Mantilla que traduzca leyendo buenas obras y le sugiere una perfecta metodología para ello», relata Vega.

«Con independencia del talento natural, tuvo la suerte de contar con Sixto, a quien quiso imitar también en la escritura de textos para niños pues, además de La edad de oro, se propuso otros desde la infancia», razona Elsa Vega.

Lozano, conocedor como pocos del Apóstol, resalta otros aspectos que debe Martí a Sixto, como la caligrafía y redacción de la carta que escribió con nueve años.

«¿Quién le enseñó a escribir así? Este joven profesor formador de personalidades íntegras, instruidas y educadas; un “vareliano”, un “lucista” en acción. Varela y Luz le llegaron a Martí desde la enseñanza primaria», elogia.

San Anacleto contaba con recursos en los gabinetes de Física, Química e Historia Natural. Tenía modernos laboratorios de Zoología, Botánica, Geología y Mineralogía, y se encontraba entre los pocos de bien dotada biblioteca, con más de 850 títulos, publicados en varios idiomas.

Resalta la investigadora que en el Archivo Nacional encontró registrada, como única biblioteca de centro primario, la de Sixto Casado. Poseía libros de cubanos como Félix Varela, Luz y Caballero, Juan Clemente Zenea, Cirilo Villaverde, Manuel Costales y textos escritos por él mismo.

También destacaba en la colección la revista Álbum de los Niños, a la que San Anacleto estaba suscrito. En ella estaba un antecedente de Los zapaticos de rosa, demostración de que Martí iba a esa biblioteca dotada con lo mejor del mundo europeo, americano y cubano.

En los concursos se premiaba a los niños con libros en idiomas extranjeros. Razona Lozano que esto los convertía en alumnos muy activos, como querían Varela y Luz. «Con Rafael Sixto Casado se prueba lo legítimo de la pedagogía cubana, que va pasando de profesores a alumnos», denota.

Las críticas de música que Martí realizó también deben agradecerse a su enseñanza primaria. En San Anacleto tuvo un maestro como José Fornaris, quien enseñaba con lo mejor y más progresista de las obras compuestas en ese entonces.

Pero no solo conocimientos trajo al niño Martí este colegio. Allí también conoció a su fraterno Fermín Valdés Domínguez, y tuvo como compañeros a algunos de los estudiantes de Medicina fusilados el 27 de noviembre.

«En la niñez y adolescencia de José Martí siempre se han puesto las condiciones emotivas por encima de las cognitivas y racionales; pero ambas concurren al mismo tiempo. Tuvo la suerte de tener en primaria un Rafael Sixto Casado y en bachillerato un Rafael María de Mendive. Mi papá decía que si San Rafael era el médico divino, dos veces había tenido Martí a médicos de alma, dos hombres de nombre Rafael le salvaron el alma», comenta Lozano.

En San Anacleto llegan a Pepe los primeros rudimentos de la identidad nacional, algo que no hallaría en otro lugar, pues este es uno de los primeros donde se estudia Historia y Geografía de Cuba como asignaturas independientes.

También recibe la enseñanza del respeto: el reglamento del centro instituía que no se podía castigar; solo estimular a quienes se portaban bien.

«En el sistema educativo se crea una revolución de ideas que es la antesala de la guerra por la independencia. Ahí está el misterio de la educación en Cuba. Rafael Sixto Casado quiso transformar las mentes desde las aulas, dar un vuelco en las formas de hacer. Todo lo llevó a la Patria».

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