El proceso de los festivales provinciales involucró a todos y llegó hasta el más humilde rincón del Archipiélago. Autor: Roberto Ruiz Espinosa Publicado: 21/09/2017 | 05:42 pm
Gladys Gutiérrez Bugallo acumula años de militancia política juvenil y algunas insatisfacciones sobre la dinámica de la organización. La joven bióloga del Instituto de Medicina Tropical Pedro Kourí siente, sin embargo, que algo inusitado la conmovió por estos días.
Elegida por el municipio de La Lisa como delegada a la cita mundial de Quito, tuvo la oportunidad de participar en el Festival Provincial de la Juventud y los Estudiantes de La Habana.
Ahora confiesa que cuando le hablaron de asistir al evento estaba escéptica y con mucho trabajo; pero confraternizar con jóvenes diferentes, y compartir tantas buenas energías y entusiasmo, jornadas de ideas y desenfado, le regalaron alegría, y la certeza de que la UJC tiene inexploradas posibilidades de revolucionar sus maneras de involucrar a los jóvenes cubanos.
El sentimiento no parece ser único, pues también lo comparte la cienfueguera Sucelys Morfa González, y no porque le correspondiera organizar esa fiesta del pensamiento y la cultura en su provincia.
Sucelys, quien se define como una persona sensible, pero fuerte, segura de cada paso que da, solidaria, humana y a veces demasiado perseguidora de sueños, también cambia su rostro cuando dialoga sobre las impresiones que le causó esa iniciativa nuestra.
Sentada ahora en la silla de segunda secretaria del Comité Nacional de la UJC, sostiene que será necesario repensar para el andar cotidiano, las nuevas actividades que lograron identificar a los jóvenes con la organización, y que además unieron a todos los movimientos y publicaciones juveniles.
«Los festivales son otro punto de partida para lograr una organización más dinámica y acorde con los tiempos actuales y sus jóvenes. Nos enseñaron a comprender que solo pueden movernos los sentimientos de amor y altruismo, si pretendemos ser verdaderos revolucionarios.
«Sus preparativos generaron un fuerte proceso político y de participación. Fue la primera vez que hicimos un Festival con esta magnitud, pues antes solo se seleccionaban a los delegados por su labor destacada, pero ahora fue un proceso que involucró a todos y llegó hasta el más humilde rincón del país.
«La idea surgió a partir del objetivo que tiene la UJC de atender no solo a sus militantes, sino también al resto de los niños, adolescentes y jóvenes. Y esa fue la razón de crear un movimiento que los aglutinara a todos, y que cada provincia realizara diversas actividades políticas, ideológicas y culturales.
«Buscamos, además, que los jóvenes, militantes o no, se sintieran forjadores de la idea, y creamos espacios diferentes de discusión, de reconocimiento a los precandidatos al Festival en Ecuador, y que fuera un escenario donde se involucraran los comités de base y los centros donde existieran jóvenes menores de 35 años».
En talleres, mesas redondas, paneles y conferencias se reflexionó sobre los principales temas que interesan a las nuevas generaciones del orbe, como la paz, el antiimperialismo, la guerra, los movimientos de izquierda y otros vinculados a la ciencia, la cultura, la educación, la comunicación, el empleo y la salud. Ello se hizo sin olvidar la realidad de Cuba y la participación juvenil en la vida nacional y de la provincia.
«Nos sentimos satisfechos porque los encuentros cumplieron nuestra expectativa. Era una idea joven que resultó mucho más de lo que pensamos, aglutinó a todo un pueblo, sin edad ni distinción de género.
«Se logró mucho protagonismo y unidad, un escenario diferente, y se despertó un profundo sentimiento revolucionario. Los debates fueron intensos en torno a los cambios económicos que vive el país y elevaron la cultura de los jóvenes y su preparación para perfeccionar nuestro socialismo.
«Las iniciativas se atemperaron a las características de cada provincia y cada una le impregnó sus maneras de actuar y pensar. Además se tomaron acuerdos concretos
vinculados a la formación de valores y al papel de nuestras organizaciones estudiantiles y al de la juventud en la Revolución».
Los tribunales antiimperialistas resultaron de los espacios más profundos y llamativos. En ellos se denunciaron la pobreza, los bloqueos y detenciones ilegales, la expansión de las guerras, las bombas nucleares almacenadas, el daño al medio ambiente, los asesinatos arbitrarios y el subdesarrollo, entre otros problemas que hoy acosan al planeta.
Así lo considera Sucelys, quien apuntó que en esos tribunales las voces jóvenes condenaron los males que el imperialismo propaga. «En este espacio, que forma parte de los festivales mundiales desde 1973, las pruebas de los acusadores pusieron al desnudo el carácter agresivo del capitalismo.
«Fueron denuncias excepcionales desde el testimonio. Se escucharon a combatientes de diferentes gestas, a miembros de las Tropas Guardafronteras, a los que vivieron la lucha contra bandidos que estimuló EE.UU. en Cuba, la Campaña de Alfabetización, y muy especialmente a quienes el bloqueo genocida norteamericano les afecta su salud y educación.
«Esta actividad nos aportó en lo político y caló en el sentimiento humano de quienes no vivimos numerosos de esos sucesos tristes de nuestra historia, y en aquellos que tienen dudas o desconocimiento sobre situaciones de nuestra realidad actual.
«Algunas de esas audiencias se realizaron en lugares públicos, y los jóvenes que se desempeñaron en ellos son abogados y fiscales en sus provincias, lo que resalta el papel de la juventud en este sector. Los miles de estudiantes de otras nacionalidades que se forman en la Mayor de las Antillas también narraron allí sus realidades».
Aun cuando muchos piensan que estas citas se parecieron por sus actividades comunes, cada una tuvo rostro propio y tomaron en cuenta la diversidad de oficios y profesiones de sus participantes. Hubo representantes de todos los municipios, lo que posibilitó un debate rico desde diferentes perspectivas y la participación de la mayor cantidad de jóvenes.
«Los festivales provinciales de la Juventud y los Estudiantes fueron un verdadero suceso y una gran celebración. Generaron un movimiento de pueblo y se convirtieron en la fiesta de cada pedacito. No hubo un espacio donde la población dejara de conocer qué sucedía.
«En ello influyó mucho la feria juvenil, un acontecimiento que incluyó ventas de libros y artesanías, fiestas de nacionalidades, cantatas, fogatas de la amistad, recorridos por ciudades y museos. Fueron espacios donde se unieron los pioneros, los artistas aficionados de la FEU, la Brigada de Instructores de Arte José Martí y la Asociación Hermanos Saíz.
«La mayoría de los territorios tuvo un concierto de artistas jóvenes, y el Inder ayudó a desarrollar excelentes festivales deportivos y recreativos. Todos fueron momentos públicos donde hubo palabras, versos y canciones dedicadas a Martí, el Che, a Fidel, a Raúl, a los Cinco y a toda Cuba.
«Para la organización dejan un saldo positivo de trabajo en equipo, de unidad y de consolidación del pensamiento joven sobre la continuidad histórica de la Revolución».